El cuidado del arbolado, una necesidad estratégica

El cuidado del arbolado, una necesidad estratégica

Después de la tragedia que provocó la caída de un añoso eucalipto y que conmovió a gran parte de la sociedad tucumana se comenzó a advertir la reacción de las autoridades municipales, tanto de Yerba Buena donde ocurrió el luctuoso suceso en el que falleció un niño de cinco años y quedaron heridas otras dos personas, como las de nuestra capital en línea con lo que venía siendo un reclamo generalizado: talar, podar o directamente eliminar algunos árboles que habían crecido en lugares públicos y -según informaron- se convirtieron en elementos de riesgo para la vida y la seguridad de las personas.

Con argumentos tales como que esas especies intervenidas “no son las recomendada o aconsejadas”, los funcionarios del municipio de Yerba Buena se dieron a la tarea de cortar de cuajo una gran cantidad de eucaliptos que estaban sobre la avenida Perón. Un operativo, inicialmente concentrado en el arbolado de la Plaza Alberdi y luego ampliado a otros sectores, el municipio de San Miguel de Tucumán movilizó varias cuadrillas de operarios, apoyados por grúas, para atender lo que el propio intendente denominó “trabajos de prevención para cuidar la vida humana”. Entendibles, ajustadas y en línea con las advertencias que cientos de vecinos vienen manifestando a través de las redes sociales, desde la sección Cartas de Lectores de LA GACETA, o a partir de pedidos puntuales a los funcionarios, pero también -corresponde reconocer- por la propia iniciativa de las áreas de Servicios Públicos de las administraciones municipales, se observa que ha calado hondo la necesidad de dar respuesta a una suerte de clamor popular sobre esta problemática.

Pero lo cierto es que el cuidado de las arboledas que se levantan en nuestras ciudades no vienen siendo temas que figuren en las principales agendas oficiales. Ya por un descuido de las administraciones o porque las gestiones imponen urgencias o necesidades cotidianas de otro tipo y valor, la atención de los grandes aliados de la biodiversidad y de mitigar los efectos cada vez más visibles del cambio climático, que aportan equilibrio entre la vida urbana y el derecho a disfrutar de un ambiente sano, está bastante lejos de los programas o políticas en marcha. Las distintas especies aportan sombra y oxigenación aún rodeados de cemento, absorben el ruido ambiental, son escurridores del agua de lluvia, y, especialmente en Tucumán, forman parte del paisaje natural y geográfico. Sin una prédica ambiental consistente de parte de las distintas jurisdicciones, ni programas específicos para su cuidado, los expertos han desdeñado muchos de estos operativos de supresión de especies, todas vez que surgen como espasmos y reactivos frente a una crisis determinada o a raíz de un drama como el que aconteció hace unos días en Yerba Buena.

Sin embargo, sería más que oportuno que luego del episodio lamentable las autoridades asuman el compromiso y la responsabilidad de impulsar planes sustentables de mediano y largo plazo, como algún otro de los proyectos que se promueven en distintas áreas, pero que -obviamente- para su cobertura se le asignen recursos suficientes en su implementación. El reconocimiento de que se plantaron en su tiempo muchas especies que no son aptas y que sólo en San Miguel de Tucumán se tendrían que reemplazar un 20 % de los 300.000 ejemplares distribuidos en plazas, parques y veredas debería ser otro de los puntos de partida para encarar un cometido que esta altura ya debiera considerarse estratégico.

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