A los 101 años, don Chicho canta el tango como ninguno

A los 101 años, don Chicho canta el tango como ninguno

Un italiano memorioso que con su música y sus recuerdos invita a viajar al Tucumán del siglo XX.

¿TANTOS? Parecía preguntarse don Chicho, ante las 101 velitas de su cumpleaños, el 16 de abril pasado. Gentileza familia Signio. ¿TANTOS? Parecía preguntarse don Chicho, ante las 101 velitas de su cumpleaños, el 16 de abril pasado. Gentileza familia Signio.
¿Usted es italiano?” Con esta pregunta, sentado en una silla de madera en el jardín de la casa donde vive, en el barrio Parque Centenario, Francisco “Chicho” Signio recibe al periodista de LA GACETA. Don “Chicho” tiene la costumbre de consultar a toda persona que conoce si es un coterráneo. “Molto piacere”, dice mientras extiende su mano y estrecha la de la visita con energía y seguridad.

Con sus 101 años cumplidos el 16 de abril, canta tangos y canciones italianas; aún se desplaza por su medios; rememora con precisión momentos de su infancia y describe cómo era su pueblo natal Assoro, en Catania (provincia de Sicilia) donde vivió hasta los nueve años de edad.

Pero lo más asombroso de este centenario italiano es que come cuatro tortas por mes. No puede faltar una porción a la mañana, en el almuerzo y en la merienda. Sin embargo, aunque cueste creerlo, no sufre de diabetes. Además, le gustan tanto los dulces que hasta el zapallo lo consume con azúcar.

Una vida mejor

Hace unos 92 años, Carmelo Signio, luego de sobrevivir a la guerra, junto a su esposa Angela y sus tres hijos Francisco, Juan y Angela, partió en barco rumbo a la Argentina. “Venía sentado en las rodillas de mi padre”, recuerda con añoranza Don “Chicho”, remontando una historia que, con seguridad, comparte con muchos de los europeos “llegados de los barcos”. Finalmente, luego de un largo viaje, se quedaron a vivir en Tucumán, buscando una vida mejor, lejos de la guerra y la pobreza que golpeaba a Italia en aquella época.

Como muchos inmigrantes, Don Carmelo se instaló en la zona de El Abasto y se dedicó a venderles a mayoristas y minoristas bolsas de papas, de cebollas y bananas en el mercado, donde hoy se erige un hotel internacional cinco estrellas.

“Mi papá era un petiso morrudo y mi madre era delgada e italiana”, describe sobre la apariencia física de sus padres. Recuerda que su papá hacia su propio vino, pisando las uvas. “A mi viejo le gustaba el tintillo (el vino tinto)”, dice con picardía, mientras hace el gesto de tomar con el dedo pulgar. “Tomaba el vino como agua”, asegura.

“Yo no tomo, por eso no le digo que vaya a comprar”, le dice al periodista y desata la carcajada de Lilia Cristina Sirnio, su sobrina, de Mariela San Román, su sobrina nieta y de Daniel Amani, el novio de Mariela, que presenciaban la entrevista.

“Si supieras, que aún dentro de mi alma, conservo aquel cariño que tuve para ti / Quién sabe si supieras que nunca te he olvidado, volviendo a tu pasado te acordarás de mí...”

Don “Chicho” interrumpe la entrevista y, mirando a la cámara de video, su voz irrumpe con “La Cumparsita”, el tango de Pascual Contursi y Enrique Maroni, compuesto en 1924. “A mi viejo le gustaba cantar”, desliza. Así explica el porqué de su gusto por el canto y la música.

Una vida sana

Nunca bebió alcohol y tampoco nunca fumó. Tal vez sean algunos de sus secretos para llegar a los 101 años. “Llegar a esta edad no es fácil”, advierte. Lilia, que junto a su hermana Isabel Sirnio cuidan de este centenario italiano, destaca que don “Chicho” todo su vida iba caminando a todos lados. Él asiente y recuerda que en su pueblo había una plaza, a la que iba a correr en patines.

Sobre Assoro recuerda que era un pueblo chico, donde tenía una vida tranquila. Sin embargo, remarca que era muy pobre; y que en esa época había mucha miseria.

Los recuerdos se agolpan en la memoria de don Chicho. Cuenta que en Tucumán, los primeros años ayudó a su padre en el puesto del Mercado de El Abasto. Y que años después se dedicó al oficio de zapatero; oficio que, dice, aprendió de Don Victorio, quien tenía un local en la calle 24 de Septiembre.

Y no podía faltar el amor. En Tucumán conoció a una “criolla”, María Jesús Contreras, alias “Monona”. Se enamoró y se casaron. Sin embargo, “Monona” no pudo acompañar a su longevo marido, que hace unos 15 años se quedó solo. Luego de vivir en pensiones y en diferentes casas, Lilia e Isabel lo llevaron a vivir con ellas. Desde entonces, don “Chicho” disfruta de la compañía de su familia.

¿Usted es tranquilo o se enoja? “Chinchudo”, responde con una sonrisa y acota que su sobrina le puso así. “Es caprichoso”, agrega Lilia.

Hace calor en el comedor y don Chicho se seca la frente con un pañuelo. “Fa caldo”, expresa en italiano y la familia considera que ya es hora que vaya descansar. Pero antes de retirarse a su dormitorio quiere ver en la pantalla LED de la cámara cómo salió en el video. “Qué facha”, lanza cuando se mira y nuevamente estallan las risas.

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