¿Qué ves cuando me ves?
No, no se va a hablar aquí de rock. Pero la frase de la canción de Divididos ilustra muy bien esa tendencia tan humana de no darnos cuenta de que cuando miramos algo lo hacemos con los filtros de nuestra interpretación. En consecuencia, lo que vemos no es la realidad misma (si tal cosa existiera) sino lo que nuestro ojo tamiza de esa realidad. Y esto viene a cuento de la historia sin fin de los basurales tucumanos.

Bajo el sol de enero, protestando en la calle, el carrero Francisco Garlatti gritaba: “¡Ni siquiera saben lo que es basura! Creen que la lata es residuo, y para nosotros es dinero”.

Aunque Garlatti había cometido una infracción contra las ordenanzas vigentes, y las sanciones en tal caso son indiscutibles, algo de razón tiene. Mientras en la basura se vean solo desechos, lo más probable es que sigamos padeciendo el flagelo de los vaciaderos que proliferan por toda la ciudad.

¿Por qué? Porque si vemos basura (en vez de ver residuos sólidos) todo se organiza para que, una vez generados, se amontonen, se recolecten y se arrojen lo más lejos posible. En cambio, si se pudiera ver que hay un residuo sólido, y que este puede constituir un recurso como, por ejemplo, insumos para nuevos procesos productivos, otra sería la realidad.

El plan Basurales cero que ha lanzado la Municipalidad es auspicioso. Prevé 30 móviles para la patrulla ecológica, la instalación de 1.000 contenedores en las calles de la ciudad, 1.000 papeleros y una Policía municipal con autoridad para sancionar a quienes transgredan las normas y tiren basura a la calle.

Una sola cara

Pero, por ahora, la cara visible del plan es el secuestro de vehículos cuyos conductores arrojan desechos en la vía pública. Si bien se han decomisado camionetas, autos y camiones, lo que más secuestran son carros. Y aunque las comparaciones no son muy bien recibidas no podemos dejar de recordar el fracaso de la campaña del ex gobernador José Alperovich, lanzada en 2007, cuando quiso eliminar los basurales solo combatiendo a los carreros. No funcionó. Y tenía el respaldo de la Policía provincial para hacerlo.

Está claro que no va por ahí la solución al problema. La Municipalidad y los vecinos admiten que aunque se limpie un basural, al día siguiente comienzan a tirar residuos en el mismo lugar. Ante esa conductas, la erradicación suena a utopía. Y lleva a reflexionar cuáles son las posibles salidas.

En Tucumán hay muchos especialistas en el tema que, seguramente, pueden aportar ideas más precisas sobre lo que se podría hacer. Desde esta columna solo se aspira a que se modifique un modo de interpretar la realidad.

De hecho, contamos con una muy buena legislación, la ley provincial 8.177 de Residuos Sólidos Urbanos que prevé diversas alternativas para la gestión integral de la basura. El intendente, Germán Alfaro, anticipó que va a ser implacable con quienes transgredan la ley. Eso es una buena señal. Solo falta bucear en las leyes existentes de qué manera se podría transformar esa mirada de la basura como un desecho inservible, inútil, que hay que sacar de la vista de los ciudadanos, para convertirla en una visión que avance en los usos prácticos de los residuos como insumos de futuros procesos productivos. En otras palabras, cómo hacer para poder ver el dinero en la lata, en el vidrio, en el cartón, en el papel, en el plástico.

¿Y por casa?

En este contexto también surge una duda: ¿las autoridades tienen poco o ningún interés en incluir a la sociedad en la gestión de los residuos o la gente no está interesada en incluirse? La pregunta es fundamental ya que el problema de la gestión de los residuos empieza con la generación, y los que los generan son los vecinos, ciudadanos, el llamado hombre común.

Y ocurre que el ciudadano, en general, se comporta como usuario de los servicios y no se ve casi nunca a sí mismo como gestor. Esta es una actitud que tampoco favorece el camino hacia la solución. Pero es posible cambiar también esta mirada hacia sí mismo como un espectador pasivo de lo que ocurre. Pasivo y quejoso, muchas veces. Cómplice otras. Algunos tucumanos, de firmes convicciones, ya separan la basura en su hogar, entre residuos orgánicos e inorgánicos. Y no lo consideran un tiempo perdido aunque después el basurero amontone todo en el camión recolector. Se trata de ser protagonista. De no alimentar el problema con sus acciones. De ser coherente, quizás. Y de ver, cuando se ve, como un factor de cooperación.

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