Una obra solidaria que creció a lo largo de tres décadas

Una obra solidaria que creció a lo largo de tres décadas

La fundación cristiana Dokime trabaja en la recuperación de jóvenes en riesgo, capacitándolos en actividades productivas. Difunden su mensaje a través de una radio y un canal de TV propios

Una obra solidaria que creció a lo largo de tres décadas
03 Mayo 2015
Cuando llegó al comedor del barrio Juan Pablo I (al sur del Mercofrut), David tenía 16 años y serios problemas con el alcohol. Su madre, que era cocinera allí, le pidió que colaborara. Al poco tiempo, la contención y los consejos que recibió en ese lugar le permitieron recuperarse. Pronto asumió más responsabilidades y hoy, a los 32 años, es encargado de las compras en el Banco de Alimentos. "Me demostraron amor y me enseñaron a tener un estilo de vida diferente. Al ayudar a otros pude cambiar mi manera de pensar y ayudarme a mí mismo. Quisiera que los chicos que hoy van al comedor también tengan una vida sana y no pasen por lo que yo pasé -expresó-. Hoy estoy casado, formé mi familia, tengo una empresa constructora con la que trabajo desde hace dos años, y sigo colaborando con la fundación".

Debajo de un árbol fueron las primeras reuniones que los integrantes de la fundación Dokime hicieron con los vecinos de ese lugar, que comenzó como un asentamiento precario, al sur de la ciudad. Mientras enseñaban los valores cristianos, fueron testigos de los terribles males de la extrema pobreza y el hacinamiento. Desde entonces pasaron 31 años y muchos de aquellos niños ya son adultos e integran la organización cristiana, que creció en gente y en obras. Una de ellas es el comedor comunitario, que en la crisis de 2001 llegó a recibir unas 400 personas. Hoy continúa alimentando y protegiendo a 60 niños vulnerables, mientras por otro lado se trabaja en recuperar a adolescentes y jóvenes marginales, para sacarlos de la violencia y las adicciones e iniciarlos en la cultura del trabajo, en una granja productiva. 

La dura realidad de la zona

"Se los capacita con talleres de oficios (carpintería y herrería) para que enfrenten la vida", afirmó María Cristina Soraire, una de las pastoras. Ella conoció el barrio hace tres décadas y trabajó para educar a la gente en hábitos de limpieza, así como para erradicar flagelos como la promiscuidad y el abuso sexual parental. "Por ejemplo, vimos el caso de una adolescente de 13 años embarazada de su padre, que murió al dar a luz -recordó-. Era una zona terrible. Ahora mejoró mucho el barrio. Nada que ver con lo que fue en un comienzo". Hoy  

"Las necesidades de alimento ya no son tantas, ahora que la gente tiene planes sociales, pero siguen existiendo otros problemas: padres separados, niños que trabajan, otros que son abandonados por sus madres que deben salir a trabajar todo el día, mujeres golpeadas, mucha disfunción en los hogares", comentó María Ester Aguilar. "Nos sensibiliza el corazón. Dios nos ha enseñado a amar. El lema de nuestra institución es que este sea un espacio para encontrarnos con el destino. No es cuestión de suerte, al destino no se lo espera, sino que se lo busca y se lo edifica", manifestó. El premio que reciben, según dijo, es ver a esos que fueron chicos de la calle convertidos en hombres trabajadores y responsables. Algo que la conmueve es ver, por ejemplo, que una las chicas que colaboran en el comedor da de comer en la boca a un niño pequeño, tal como hicieron con ella años atrás en ese mismo lugar.  

Desde hace varios años, la organización mantiene un albergue juvenil para varones, en una zona rural, destinado a que los jóvenes alojados allí se recuperen de las adicciones. Se les provee alimentos, ropa, contención psicofísica y espiritual, y se los entrean en actividades productivas. Proyectan ampliar el albergue y constituir en el lugar una comunidad de pequeños productores agropecuarios. Marcos, uno de los jóvenes que participa en el proyecto, manifestó: "El albergue representa un antes un después en mi vida. Aquí he conocido el amor en las relaciones humanas, he descubierto talentos que no usaba y he podido empezar a proyectar mi futuro -dijo-. Ahora tengo esperanza en que el cambio sí es posible".

La calle, las adicciones y la delincuencia eran parte del ambiente que frecuentaba César cuando era adolescente. Hubiera terminado preso si seguía por ese camino, según reconoce, pero su ingreso en la fundación le ayudó a formarse en los valores que carecía. "A los 18 años andaba borracho y tirado en la calle. Aquí me enseñaron que la vida vale y me dieron el cariño que mi familia nunca me había dado -recnoció-. Hoy en día estoy llevando adelante un emprendimiento de herrería artística. Lo que estoy logrando se lo agradezco a ellos, y a Dios también".

Apuestan a la Televisión Digital

Entre las herramientas que usa la organización para llevar adelante su tarea social y espiritual, se cuentan una radio y un canal de televisión que transmite desde hace tres años. "Tenemos, por ejemplo, testimonios de mucha gente que ha estado a punto de suicidarse y que viendo el canal de televisión ha podido encontrar una salida. Han venido acá a la iglesia, hemos podido trabajar sobre su vida y ayudarlos a salir adelante", explicó el pastor Ricardo Ibáñez, que está a cargo de los medios. Funcionan en el auditorium de la fundación, 24 de Septiembre 450. Ahora están tramitando la licencia para transmitir a través de la Televisión Digital por Aire, a fin de que la señal llegue a un sector mucho más amplio.

"Entendemos que a través de la televisión podemos llegar a rincones donde todavía no hemos podido ir personalmente a llevar el Evangelio. Tenemos testimonio de gente que vive en pueblos que yo nunca había escuchado mencionar, a 70 kilómetros de la capital -dijo Ibáñez-. Para muchas personas esto es una solución para su vida. Buscamos transmitir una televisión que tenga entretenimiento pero que también sea educativa".

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