El observatorio astronómico del Colegio Nacional

El observatorio astronómico del Colegio Nacional

Sin haber estado allí, alguien puede aprenderse de memoria el plano de París, saber en qué lugar está emplazado tal o cual monumento o museo, pero bastará una recorrida de una hora por la Ciudad Luz para tener una vivencia real, mucho más valiosa que el conocimiento adquirido e imaginado. Del mismo modo, suele decirse que no hay teoría sin práctica y viceversa. La práctica de laboratorio, por ejemplo, en química o en física es indispensable en el aprendizaje y en la ciencia misma. A veces surgen ideas muy buenas ideas que llegan a concretarse y que luego quedan en el camino, como ocurre con el observatorio astronómico, del Colegio Nacional “Bartolomé Mitre”, ilustre establecimiento educativo que celebrará el próximo 9 de diciembre, su sesquicentenario.

Un eclipse de sol movilizó a docentes, alumnos y egresados en junio de 1980, a impulsar el funcionamiento de un departamento de astronomía, rescatando elementos de observación que estaban en desuso. Ya se estaba dictando un curso para 4° y 5° años, que tenía por responsables a la vicerrectora del colegio. Alicia de Bru. al estudiante de ingeniería Alberto Mansilla, al ingeniero Antonio Liberti y al técnico óptico Alberto Bugeau, quienes con rigor científico les brindaban conocimientos al alumnado para que pudiesen luego manejar el departamento. 

El objetivo era dotar a la comunidad educativa de elementos para la investigación científica, recibir y emitir información astronómica a comunidades científicas del país y del exterior, introducir a los estudiantes en los fundamentos científicos que les permitieran encarar con éxito no solo los problemas de la astronomía, sino también de cualquier área del conocimiento humano, poniendo especial énfasis en la ciencia, su método y su filosofía.

Pasaron ochos años hasta que pudo concretarse el desafío mayor que era construir un observatorio: este se inauguró el 12 de octubre de 1988. El emprendimiento fue costeado por la cooperadora (80%) y la Dirección de Arquitectura de la Nación (20%). Todo el instrumental había sido fabricado en la provincia, excepto las computadoras. Se convirtió en el primero en instalarse en un colegio secundario del NOA y su finalidad era principalmente pedagógica. Dejó de funcionar varios años y en 1999 fue reequipado y surgió la idea de crear una escuela universitaria de astronomía. El entonces rector del colegio, Ismael Rahman, se puso en contacto con la UNT. En 2001 volvió a reabrirse a la comunidad, con un telescopio cuyo objetivo era de 400 milímetros. “Con un aparato de este tipo se pueden hacer buenas observaciones. Incluso en países como El Salvador se trabaja a nivel profesional con artefactos de ese tamaño”, dijo en junio de ese año la doctora en Física, Olga Pintado. Se anunció entonces el dictado de un curso de “Introducción a la astronomía y a la astrofísica”. Lamentablemente, poco tiempo después, el observatorio dejó de funcionar.

Un observatorio es una herramienta educativa de gran valor porque introduce al alumno en un lugar fascinante y lleno de interrogantes como el universo. Se puede estudiar no solo astronomía, sino aprender y aplicar conocimientos en matemática, física, así como realizar especulaciones filosóficas o experiencias literarias y plásticas. Se suele decir que la educación debe apuntar hacia lo audiovisual, qué mejor campo que el cosmos como punto de partida para la enseñanza de distintos contenidos. 

Sería positivo si se recuperara esta joya en beneficio de la educación de los adolescentes y jóvenes tucumanos. Su reapertura sería un hermoso festejo en los 150 años del Nacional.

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