El tucumano que se trepó al Himalaya

El tucumano que se trepó al Himalaya

Orlando Bravo integró la expedición de 1956 que escaló el monte Dhaulagiri, de 8.172 metros. La protección de deidades.

07 Diciembre 2003
Silencio. Frío. Ráfagas de soledad y misterio. Nieve. A 7.600 metros de altura, el hombre se siente poderoso. Quizás inmortal. Hace 47 años, Orlando Bravo, físico, astrónomo, escalador, intentó hacer cumbre en el monte Dhaulagiri, el único de la cadena del Himalaya que aún no había sido escalado. Jaime Femenías, otro tucumano, ya fallecido, integraba la expedición que estaba al mando del teniente coronel Huerta. "Luego del fracaso del teniente primero Ibáñez en 1954, se preparó la revancha, como para que los argentinos levantáramos el aplazo. Proyectamos poner la bandera argentina en la cumbre el 25 de mayo de 1956. Yo iba como escalador y meteorólogo de la expedición. Ya había subido antes al Aconcagua y al Ojo del Salado", cuenta Orlando con sus lúcidos 79 años.

-¿Qué sentiste cuando te paraste frente al Dhaulagiri?
-Es un cerro imponente que tiene un remate de roca negra pura que le llamaban La Pera, muy peligroso, cerca de la cumbre. Me preguntaba: "¿seremos capaces?" Me tenía mucha fe porque había estado en un templete del dios Ganesh... Las deidades de la India me daban fuerzas. La expedición iba bien, a pesar de la precariedad de alimentación y de equipamiento. Por ejemplo, no teníamos oxígeno para las alturas porque el jefe de la expedición, para ahorrar peso, pensaba que íbamos a encontrar los tubos de gas de los suizos que habían abandonado la travesía el año anterior. No encontramos nada. Así que prácticamente, batimos el récord de andar a los 7.600 metros sin oxígeno.

-¿Qué comían?
-Corned beef con un poco de mermelada de naranja; era lo único que había quedado en condiciones. Nuestro alimento se había echado a perder por los calores de Paquistán y de la India. Nos alimentábamos de cogollos de bambú, hongos y helechos; preparábamos ricos guisitos de helechos.

-¿Cuál fue el momento más difícil que hayas vivido?
-El campamento más terrible en el que estuve fue el de los 7.300 metros, colgado de una zona con una carpita atada a la roca en un lugar que se llama La Pera. Ahí pasé varios días, con un sherpa (un guía) enfermo, hasta que pude socorrer a mis compañeros que estaban arriba detenidos por una tormenta.

-¿En las alturas uno se siente más cerca de Dios?
- Yo me apoyaba no tanto en Dios, sino en una ceremonia de la que había participado en la India y en Nepal con las deidades brahmánicas, como Ganesh. También estuve en el templo de Shiva, la diosa destructora. Los hindúes tienen a Brahma, creador del Universo; Vishnú, que es el que lo mantiene, y Shiva, la que lo destruye. Yo tenía mucha confianza, pero esa experiencia religiosa, aun con deidades que no eran cristianas, me daba cierta garantía de que volvería. Tenía la sensación de inmortalidad.

- ¿Por qué no hicieron cumbre?
- Esperábamos los monzones para junio, pero la primera tormenta llegó el 8 de mayo. Ese día habíamos empezado a equipar los campamentos superiores para intentar el salto a la cumbre. Nevó todo el santo día. Hubo una avalancha. Persistimos y nos quedamos unos cinco días más, pero siguió nevando. Y una nevada, ya cerca del 25, fue tan fuerte que produjo una avalancha y todos los elementos que teníamos en el último campamento fueron arrastrados y casi mueren mis compañeros. Yo estaba en La Pera, a los 7.600 metros. Ellos estaban más arriba? cerca de los 8.000.

-¿El descenso fue más difícil que el ascenso?
-Fue complicado. No pudimos volver por el mismo lugar; dimos un gran rodeo porque los ríos estaban muy crecidos y los puentes habían sido arrastrados por las aguas.

-¿El fracaso fue como un directo al hígado?
-Simplemente la montaña dijo: "no". "Ya volveremos", fue mi respuesta. Siempre he sido optimista. Pero no doy una uña por la montaña; dialogo con ella y, cuando las cosas no salen, digo que el cerro me está salvando. Soy demasiado prudente; nunca se me ha muerto nadie, ni chico ni viejo, en la montaña. Hay que aprender a recibir y a interpretar las señales. Nunca me pasó nada.

APUNTES
DECISION DESAGRADABLE.- "Se nos murió un ayudante nepalés porque se le escapó la piqueta de las manos y empezó a resbalar. Cayó en una grieta muy grande; cuando bajamos vimos que estaba muerto. Tomamos una decisión desagradable: dejarlo ahí cubierto por el hielo. Si lo sacábamos de la cueva de hielo, teníamos que llevarlo hasta el campamento base, bajar al bosque y traer leña para cremarlo porque era de religión brahamánica. El hindú se crema sin vuelta de hoja".

EN EL HIELO Y EN LA ROCA.- "Aparte de coraje, el andinista necesita estar en buena forma física y fortalecerse mentalmente para poder subsistir en los momentos ingratos. Subí solo al Aconcagua y llegué a la cumbre en el 54. Hice en el Tolosa, que está frente al Aconcagua, un curso de hielo y otro de roca. Me fui templando para ascender al Dhaulagiri".

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