la felicidad es redonda

la felicidad es redonda

Según el sociólogo Alabarces, la gente esperó a ver una buena campaña para liberarse de su represión y disfrutar

TARDARON, PERO SALIERON. Alabarces advirtió que la sociedad porteña se mostró muy reacia frente a esta Selección, pero que el miércoles finalmente se dejó convencer y salió a las calles a celebrar. TARDARON, PERO SALIERON. Alabarces advirtió que la sociedad porteña se mostró muy reacia frente a esta Selección, pero que el miércoles finalmente se dejó convencer y salió a las calles a celebrar.
11 Julio 2014
El penal que “Maxi” Rodríguez clavó en el arco abrió millones de puertas. Las casas se vaciaron. Y las calles explotaron de alegría. El pase a la final de la Copa del Mundo nos devolvió la felicidad, decían los hinchas en las plazas de todo el país. En las veredas, los desconocidos se abrazaban. “Que vengan los alemanes, nosotros tenemos nuestros héroes”, gritaba una mujer que tenía a su bebé en brazos.

Al sociólogo y filósofo Pablo Alabarces le llaman la atención muchas de las postales que está dejando por estos días el Mundial Brasil 2014. Le interesa ver qué hay detrás de esos gritos que se oyen frente a todos los televisores, cuando los argentinos decimos “¡Vamos que podemos!”. Siempre en primera persona del plural. “Estamos esperando que algo grande nos ocurra, aunque sean otros -los que salen a la cancha- los que vayan a hacerlo”, dice.

¿Qué nos pasa por el corazón a los argentinos por estas horas? ¿Por qué un Mundial de fútbol es capaz de despertar tantos sentimientos en la gente? ¿Lo que vivimos es real o es pura ficción? Estas y otras preguntas respondió para LG Mundial el reconocido investigador, autor de “Crónicas del aguante. Fútbol, violencia y política”.

Entusiasmo colectivo

“Mientras (el miércoles) miraba los festejos en todo el país, me daba cuenta que recién después de este partido de semifinal contra Holanda se despertó un verdadero entusiasmo colectivo. En el Mundial de Sudáfrica de 2010, inundamos las calles desde los octavos de final. Ahora, nos hicimos esperar más para festejar. Antes de comenzar el Mundial, había poca expectativa y mucha frialdad con este equipo. Es como que la gente esperó a ver una buena campaña para liberarse de su represión y largarse a disfrutar. Aún así, todavía la sociedad porteña, por ejemplo, no logra resolver. Tiene ese enorme problema con (Lionel) Messi”, resalta Alabarces.

- ¿El Mundial tiene la capacidad de convertir cada partido en un acontecimiento colectivo?

- El Mundial es un acontecimiento excepcional, que ocurre una vez cada cuatro años. Las copas mundiales tienen eso de sumar hinchas nuevos. Porque no toda la sociedad es futbolera. Hay mucha gente a la que el fútbol le importa un bledo y de pronto, cada cuatro años, descubre que este deporte le interesa.

- ¿Esto sucede porque, como se suele decir, el Mundial nos iguala?

- Nada más errado. Eso de que el Mundial nos une, nos iguala, nos identifica es un argumento publicitario y nada más. El Mundial es pura ficción. Por varios motivos. Es falso que esos muchachos que están en Brasil representan a la Argentina, a la Nación. No pueden ser representativos de sociedades infinitamente más complejas, donde las mujeres son mayoría. Estos jugadores son lo mejor que hay en el fútbol, pero tampoco representan el fútbol argentino, que es un espanto. Y, sin embargo, creemos en esta representatividad. Tenemos que hacer fuerza y lo hacemos, y alimentamos la creencia con el ingenio. Las imágenes que aparecieron ayer de Javier Mascherano vestido de San Martín fueron maravillosas.

- Pero, ¿es malo o bueno que creamos en esta ficción?

- Decir que es una ficción no es malo o bueno. Las ficciones están para eso, para entretenermos y hacernos gozar. Sólo hay que ser conscientes de que es ficción, de que esto no nos cambia en nada como país.

- ¿Realmente un triunfo del seleccionado argentino se traduce en felicidad para el pueblo?

- Sí, totalmente. Seremos más felices dos días. El horror es pensar que algo en la sociedad puede cambiar por esta felicidad. El estallido de alegría, que es lindo y sano, no fortalece la autoconfianza ni genera mayor optimismo. Hoy hay más sonrisas y buen humor por las calles. Si el domingo ganamos, también seremos felices, dos, tres, cuatro días. Es como una borrachera; al menos una buena, porque después no te duele la cabeza.

- ¿Por qué esto que nos pasa con el fútbol, no nos pasa también con otros deportes, como el hockey o el básquet?

- Es llamativo. El deporte más exitoso de los últimos años en el país es el hockey. No se produce el mismo fenómeno porque son mujeres las que triunfan y ellas no son patria, son apenas un complemento simpático y erótico. La patria es masculina. Ellos la inventan y la administran. Sólo el poder masculino tiene esa capacidad de crear ficción, de convencer a la sociedad que la representación de un país es masculina. También hay que reconocer que el fútbol es más popular y masivo, que el básquet no despierta el mismo interés ni aún cuando el seleccionado argentino ganó la medalla de Oro en Pekín, que fue uno de los grandes hechos deportivos en la historia del país.

- ¿Qué encierra el cántico argentino que ganó las calles al ritmo de “Brasil, decime qué se siente”?

- Es puro chamuyo y narcicismo. En la Argentina futbolera (y fuera de ella también), somos lo más grande que hay hasta cuando no lo somos. En el código del aguante, la paternidad no sólo habla de quién es más ganador que otro, sino de quién es hombre y quién no. La mujer no existe en este código directamente. Si sos el hijo no sos hombre, no sos macho. Si sos hijo no llegaste a la madurez completa.

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