Fiestas de disfraces

Los miles de fanáticos argentinos que llegaron a Porto Alegre se pintaron, usaron sombreros y caretas

FAN DEL “CANI”. Santiago Dulce está radicado en Brasil. FAN DEL “CANI”. Santiago Dulce está radicado en Brasil.
Guillermo Monti
Por Guillermo Monti 26 Junio 2014
El Beira Río es una preciosura. No tendrá la voluptuosidad histórica del Maracaná o la imponencia del Mineirao, pero entra por los ojos desde lejos y ni qué decir puertas adentro. Es el estadio ideal para Tucumán. Funcional, bien ubicado –a la vera del río en este caso-, de fácil acceso y veloz evacuación. Un estadio en el que se ve la cancha a la perfección desde todos los ángulos es un gran estadio. Pare de soñar y concéntrense en el Mundial, en la convocatoria que convierte Porto Alegre en una ciudad argentina y le permite a la Selección ser local, sin chicanas de por medio, nada menos que en Brasil.

La parada de Porto Alegre es sinónimo de locura. Locura por un viaje relámpago en auto, 600 kilómetros desde la frontera en Paso de los Libres más los que van de allí al punto de partida. Locura por dormir como y donde sea, o no dormir. Locura por meterse en Río Grande do Sul sin entradas, a la pesca de un milagro en la reventa, o simplemente por el hecho de estar cerca de la Selección en el Mundial. Fueron cientos los que ni siquiera se plantearon la intención de ir a la cancha. Directamente se sumergieron en el Fan Fest de la FIFA. ¿No es una locura?

El concepto, remanido pero inevitable, es el de fiesta. Y en una fiesta se toma (cerveza Brahma, en cantidades industriales), se canta, se baila, se hacen amigos, se relojea a las chicas/os y puede que surja un algo más. Y el que quiere va disfrazado. De un tiempo a esta parte los partidos mundialistas son, a la vez, fiestas de disfraces, de ingenio para divertirse y para llamar la atención. Para eso apuntan las cámaras de TV a las tribunas.

Los Cuadra son Germán y Gustavo, padre e hijo, y llegaron desde San Fernando, al norte del Gran Buenos Aires, luciendo sendos sombreros papales (se llaman mitras). “Es un triple homenaje, a Francisco, a Maradona y a Messi”, explican una y otra vez. Hay una banda de porteños que se calzaron soleos (el gorrito blanco que usa Francisco) y un correntino llamado Máximo que utiliza el vestuario completo de Su Santidad y posa para LA GACETA abriendo los brazos. “Venid a mí”, dice, pero lo que pide son goles de Messi. Un deseo 100% cumplido.

“Somos del glorioso Nueva Chicago”, agitan tres hinchas uniformados con la camiseta verdinegra. Uno, Daniel Maser, se engalanó la testa con la cabeza del Toro de Mataderos. Más lograda, y famosa, es la careta gigante de Santiago Dulce, un porteño radicado desde hace años en Brasil. Gracias a esa imitación de Claudio Caniggia, Santiago es un fenómeno en Instagram (se lo encuentra como El Hijo del Viento). “¿Viniste con Mariana Nannis?” “No, la dejé en la mansión que me pidió que le alquilara”, responde.

La intendencia de Porto Alegre montó un stand dentro del Beira Río donde Patricia, Wanda y Sergio pintan rostros gratis y con elementos de primera calidad. Son maquilladores profesionales y por eso el lujanense Diego Brady se levanta del sillón, se mira en el monitor y grita como si hubiera marcado un gol. La cola para someterse a los pinceles albicelestes es larguísima.

Hace unos días, en Belo Horizonte, había aparecido un hincha de un año, de chupete y en el cochecito. Ayer perdió su condición de fanático más joven de la Selección. Le ganó un cordobesito de cuatro meses que ingresa al estadio en brazos de su papá, Mauro Londero. Su esposa, Celeste, aprobó el examen en el detector de disfraces gracias a una vistosa pluma.

Julián Paltenghi, Fernando Bordet y Julio y Lucas Migueles son gauchos entrerrianos de pura cepa y lo ratifican con su uniforme campestre. Vienen de San Salvador, localidad ubicada a 200 kilómetros de Paraná. “Por la ruta 18, ¿eh?”, remarca Julián. En cambio, Guillermo López y Sol Minotti -ambos de Pilar- eligieron chulos albicelestes. La familia de las guirnaldas es la de Guillermo Salinas: la integran sus hijos Máximo, Ana y Julieta. “¿De dónde son?” “De San Isidro”, exclaman las chicas.

Pasan pelucas de todos los tamaños y colores; pampeanos con sombreros de polichinela, como si fueran bufones de la corte del Rey Messi; una delegación de Berazategui luciendo orejotas estilo Topo Gigio; otra de Morón con las sílabas de Ar-gen-ti-na separadas en cada remera; y unos correntinos que se armaron unos sombreros con formas de cajas coloridas. Mientras tanto, Matías González Lugo y Juan Manuel Manujana, correntinos también, eligieron caretas de las estrellas de moda: Messi y Francisco.

Muchos de ellos montaron guardia desde las 3 de la mañana en las inmediaciones de los vallados que la Policía extendió a varias cuadras del estadio. La invasión no tomó desprevenidas a las fuerzas del orden, por lo que el despliegue de seguridad fue impresionante. Desde helicópteros hasta caballos se unieron para vigilar Porto Alegre y, en especial, el barrio Menino de Deus, donde se erige el Beira Río. La minuciosa búsqueda de “barrabravas” no para en Brasil, y el vandalismo desatado por los chilenos en el Maracaná contribuyó a reforzar la prevención. Es más; no se permitió a nadie acercarse al estadio sin la entrada en la mano.

Tanta presencia policial habilita licencias, como la venta de cerveza dentro y fuera de los estadios. Que no haya hecho calor -llovió toda la noche y estuvo nublado antes y durante el partido- no impidió que los quioscos trabajaran a toda máquina. Y a la salida, la oferta de tres latas de Brahma por 12 reales fue como el maná que le cayó a Moisés y a su pueblo en el desierto. Se toma mucho, pero no hay desbordes. Y ante el menor incidente, la Policía actúa velozmente y con firmeza. Una fiesta segura y bien regada entonces.

Un hincha se cubrió el cuerpo con un disfraz difícil de describir, mezcla del hombre de jengibre de los cuentos y RoboCop. Otros apelaron al cotillón que quedó guardado de algún casamiento. Son los menos. La mayoría se esmeró por acudir a la fiesta de punta en blanco. Porque si juega la Selección y en un Mundial, corresponde que el disfraz esté a la altura.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios