La familia, la única esperanza

La familia, la única esperanza

Pbro. Dr. Marcelo Barrionuevo

29 Diciembre 2013
Cristo llega a la Tierra en el seno de una familia y vivió gran parte de su vida en el hogar de sus padres. Así llamó la atención sobre la importancia de esta institución natural, santuario de la vida y escuela donde, de modo espontáneo, sus integrantes aprenden un sinfín de cualidades indispensables para desenvolverse en la vida.

La fiesta de la Sagrada Familia, es colocada en el contexto de la Navidad para mostrar que Jesús nació en una familia natural, constituida por un padre y una madre, ya que San José constituye su padre ante la ley. No podemos negar que uno de los problemas globales de la humanidad es la crisis familiar. El futuro social de la Argentina se fragua en la familia. Solo en ella y desde ella. Ninguna ideología, ninguna escuela, ningún sermón logra lo que la familia consigue casi sin proponérselo: transmitir valores, un modo de ser que será la matriz de todas las decisiones que los hijos tomen mañana en la vida. También los padres aprenden en ella, porque han de vivir una dedicación y una entrega que, por costosa, no asumirían por nada ni por nadie. Se puede asegurar que, a pesar de las crisis que pueda sufrir un hogar, el 90 % de lo que una persona es lo debe a su familia.

Debemos valorar y proteger ese ámbito en que somos queridos, escuchados, comprendidos, ayudados... casi un lujo en la sociedad dura y competitiva en que vivimos. Hay que proteger la familia contra los estragos del tiempo y de la rutina, procurar que la unidad y el cariño se revelen más fuertes que cualquier discrepancia o disgusto.

El Evangelio de hoy pone de manifiesto la unidad sagrada entre Jesús, José y María. Esta Sagrada Familia no dejó de tener problemas: no fue aceptada en Belén; tuvo que huir a Egipto por que Herodes quería matar a Jesús y experimentó la expatriación; fue sencilla y de vida austera porque eligió la sencillez de la pobreza. Vivieron la incomprensión hasta la muerte de su Hijo…

Por ello en estas fiestas de fin de año debemos re-proponernos la opción por la familia. No existen familias perfectas, pero es allí donde se consolida la formación humana y cristiana de la vida. Se aprende a ser persona y a vivir en la comunidad social; se aprende lo que es nacer y lo que es morir.

Comienza un nuevo año, 2014. Los tucumanos debemos pedirle a Dios que nos haga un pueblo reconciliado, que sepamos sanar las heridas que nos ha tocado sufrir. Nos esperan tareas grandes de evangelización, como construir la celebración del 2016 con el Congreso Eucarístico y con el Bicentenario de la Patria. Los Tucumanos debemos a volver a mostrar lo mejor de nosotros como la historia y la fe cristiana nos lo piden. Feliz año y Dios bendiga y proteja a todos.

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