Un blues del diablo
Las primeras horas de la madrugada se vertían espumosas, desde las botellas hasta los vasos de acero inoxidable. En torno al mantel de plástico, la reunión transcurría sobre risotadas y diálogos imprecisos, que salían de las bocas humeantes. La medianoche quedaba detrás, y la juntada de amigos se encaminaba hacia un amanecer sin demasiadas emociones en el barrio. Pero, de repente, un blues se agitó en el living de la casa: alejado de la mesa, y sentado sobre un sillón, un invitado solitario comenzó a estirar las cuerdas con "Me and the devil" (El diablo y yo). "Hello, Satan/I believe it's time to go", soltó el implacable guitarrero en la primera estrofa de la letra, que hace años escribió Robert Johnson. Los presentes lo escuchábamos con atención. Luego, el sombrío músico tocó otra canción y después otra, pero en el aire todavía giraban en círculos los acordes de aquel demoníaco blues de Johnson. El autor nació en 1911, en un pueblo de Misisipi, una de las ciudades más bluseras de Estados Unidos. Alguna vez, el guitarrista Eric Clapton dijo que Johnson fue el músico de blues más importante que jamás existió, y que su música es el llanto más potente de una voz humana. El genial músico de Misisipi, de raza negra y nieto de esclavos, murió en 1938 en circunstancias extrañas, que jamás se esclarecieron. Hay quienes dicen que fue envenenado con whisky por un marido celoso, propietario de una cantina en la que solía tocar con su banda. Otra versión señala que murió de neumonía. Lo cierto es que falleció en su pueblo natal, por razones desconocidas. Este misterio hizo surgir numerosas leyendas. La más famosa (y la más intrigante) es que Johnson vendió su alma al diablo en el cruce de dos rutas en Misisipi, a cambio de convertirse en un invencible músico de blues.

El anónimo guitarrerro de la reunión barrial no habló con nadie. Después de tocar, sólo bebió en silencio. Pocas horas antes del amanecer, guardó su guitarra en la funda, saludó al dueño de casa, y se fue sin más. Desde la ventana, lo vimos desaparecer en la oscuridad. ¿Lo habrá mandado Robert Johnson? Al igual que él, ¿también habrá pactado con el diablo? Seguro que sí.

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