Hay basurales que parecen no tener remedio

Hay basurales que parecen no tener remedio

En enero, LA GACETA había denunciado la proliferación de vaciaderos. Siete meses después, la situación sigue prácticamente igual en algunos barrios.

EL PAISAJE NO CAMBIA. La basura regresó al pasaje Castro Barros. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI EL PAISAJE NO CAMBIA. La basura regresó al pasaje Castro Barros. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI
05 Agosto 2013

Algo ha cambiado. Apenas un poco. Pero gracias a una lucha encarnizada que no tiene un período de paz, los enormes y pestilentes basurales clandestinos parecen haber perdido algo de fuerza. Sin embargo, aún siguen golpeando a los vecinos de lugares que -gracias a ellos- se volvieron marginales. Ejemplo de esto son el pasaje Castro Barros al 1.000, Marco Avellaneda y Santa Fe, Lucio V. Mansilla y México y Ecuador al 2.800 (junto a Campo Norte). En todos estos lugares, carreros, conductores de vehículos o vecinos irresponsables aún depositan bolsas repletas de residuos, escombros o animales muertos. Lo hacen a plena la luz del día o durante la noche. A ellos no les importa, no les da vergüenza, parecen no ser conscientes del daño que están causando.

Siete meses atrás, LA GACETA publicó durante todo enero informes sobre las zonas de la ciudad más afectadas por la inconducta de generar basurales clandestinos. Eso empujó a que la Municipalidad comenzara a tratar de erradicarlos. A tal punto que hasta se pusieron policías en algunos puntos (como en el pasaje Castro Barros) para evitar que los carreros siguieran ensuciando. Pero no parece haber servido de mucho. En cuanto se van, la basura vuelve. Walter Berarducci, secretario de Servicios Públicos del municipio, indicó que con nuevo equipamiento, un trabajo más intenso y con la campaña de concientización de limpieza de la ciudad se han reducido algunos basurales, pero que la generación de residuos sigue incrementándose, debido al consumo y al aumento poblacional. "Sin embargo, 10 años atrás había 140 basurales crónicos dentro de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Hoy hemos reducido esa cifra a 50. Todavía quedan focos sustanciales, pero tratamos de combatirlos con presencia policial y compromiso de muchos vecinos", destacó el funcionario.

De todos modos, estos trabajos y el fuerte sentimiento de pertenencia que pueden llegar a sentir los habitantes de la ciudad a veces no son suficientes.

Eso ocurre en Alfredo Palacios al 1.400. El histórico vaciadero clandestino de Villa 9 de Julio parece no haber cambiado ni un ápice desde el momento en el que se publicó en nuestro diario la historia de sus vecinos, que casi se agarran a los tiros con los carreros que no respetan ni la gruta de la Virgen del lugar.

"Soy una persona mayor. No me puedo poner a limpiar yo sola este basural enorme, ni tampoco puedo correr a los que vienen a tirar porquerías. Porque nos enfrentan con machetes. Los pericotes que entran en mi casa ya me comieron hasta el ropero y todo lo que hay dentro. Necesitamos un cambio ya", se quejó Felipa Teresa Ahumada, de 69 años, que vive hace 40 años en ese barrio.

Cuando se forma un basural, las consecuencias para los que viven cerca son inmediatas: mal olor que se impregna hasta en los minúsculos hilos de la ropa, ratas o insectos peligrosos y el humo de la basura quemada influyen directamente en la salud de los más débiles. ¿Cuál es la solución? Los vecinos sueñan con que en esos espacios crezcan lapachos o tarcos y que jueguen niños en plazas repletas de entretenimientos. Creen que esta sería una buena manera de ahuyentar a los que tiran desperdicios ¿Utopía?

Desde la Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad capitalina aseguran que la urbanización que se hizo en pequeños sectores públicos sirvió para desalentar la formación de vaciaderos. "En algunos ejemplos funcionó, en otros no. Por ejemplo en Campo Norte. Se hizo cordón cuneta, y con el programa Argentina Trabaja se están construyendo veredas. Es el primer paso para que se convierta en parque", comentó Atilio Belloni, subsecretario de la repartición.

Ahora sufre otro problema: la quema de pastizales (México y Lucio V. Mansilla)

Un día sacó a los gritos a un adolescente que conducía un carro de tracción a sangre. Le gritaba: "también somos seres humanos, no me tires animales muertos ni basura en la puerta de casa". Ante esto, el joven le contestó groserías. Pero después, terminaron siendo amigos y la basura dejó de acumularse frente a su hogar. Eso ocurrió después de que Cristina Cáceres se mudara, hace un año, al barrio Cooperget, en México y Lucio V. Mansilla, donde había un enorme basural.

A pedido de la Municipalidad, la Policía comenzó custodiar cuatro lugares de la ciudad para evitar el crecimiento de los vaciaderos: Rivadavia y España, Castro Barros al 1.000, Marco Avellaneda y Santa Fe, y Lucio V. Mansilla y México. Gracias a esto, los desperdicios desaparecieron. Al menos por un tiempo.

"Ya no hay policías. Aunque ya no tenemos tanta basura como antes, igual sufrimos consecuencias por el ex vaciadero. Por ejemplo, para limpiar el terreno que está frente a mi casa, quemaron el pastizal y ese hollín y el humo entró a mi casa. Tuvimos que irnos todos, porque no se podía respirar. Y mi hijo Martín, que tiene síndrome de Down, sufre un problema respiratorio. Fue espantoso lo que vivimos", relató la mujer.

Cristina cree que la única manera de que desaparezca definitivamente el basural, es que la zona sea parquizada y que se construyan merenderos.

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Convertir Campo Norte en parque, una deuda pendiente (Ecuador al 2.800)

"Toque esa puerta verde que seguro don Víctor le va a hablar sin problema", indicó un vecino. Es que en el barrio no todos se animan a "despotricar" con nombre y apellido sobre lo que las autoridades no hacen o sobre lo que les gustaría que se haga. Pero este no es el caso de Víctor Enrique Alderete, de 78 años, quien abrió la puerta y conversó amablemente sobre los problemas de la zona en la vive: Ecuador al 2.800, frente a Campo Norte.

El ex empleado del Estado llegó a su actual vivienda el 12 de octubre de 1973. En ese momento no había nada que se pareciera a un basural clandestino, tampoco era una zona insegura. De hecho, frente a su casa había una cortada de materiales.

Con el tiempo, todo cambió. El domingo 13 de enero de este año los desperdicios acumulados durante varios días fueron incendiados. Y la humareda asustó mucho a los vecinos.

"La única solución posible que se me ocurre es que pongan vigilancia permanente y que les secuestren el carro a los lleguen a tirar", había protestado un habitante de la zona en aquel momento. Pero para Víctor la solución es que se cumpla la promesa de transformar Campo Norte en un parque con árboles y veredas bien cuidadas. "Quiérase o no, ya me acostumbré a la basura. Hoy está limpio, pero siempre aparece alguno que tira porquerías. No se puede pasear", se lamentó Víctor.

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No hay distinción entre ricos y pobres a la hora de ensuciar (Alfredo Palacios al 1.400)

Cuando Amanda Molina abre la pequeña ventana de hojalata de su casa puede admirar con una sonrisa una lomada verde que se eleva hacia la autopista de Circunvalación. Pero si desvía su mirada hacia el costado encuentra el paisaje que nadie quiere ver: a 50 metros de su casa se encuentra el gigantesco depósito de basura de Alfredo Palacios al 1.400. En ese lugar, ni la gruta de la Virgen impide que se acumulen los desperdicios.

Un día, esta mujer de 55 años decidió ponerse a limpiar el sector que se encuentra frente a su casa. "Es el único lugar lindo. Pero no puedo limpiar todo con mi escoba de alambre", admitió.

Una costumbre que ya ha afectado la salud de su hijo más pequeño es la constante quema de basura. "Les prenden fuego hasta a los animales muertos. Cuando esto sucede, decimos en tono de broma que llegó al barrio el 'asado para todos', más barato y accesible", dijo entre risas amargas.

Amanda vive en una pequeña casa con sus cuatro hijos y sus cuatro nietos. Esta ex empleada doméstica contó que las personas que llegan a tirar basura vienen desde distintos puntos del barrio. "Los carreros les cobran a las familias entre $2 y $5 para retirar las bolsas de residuos y dejarlas acá. También vemos lindas camionetas con escombros y mugre. Ricos o pobres, todos ensucian por igual", definió la vecina del barrio Villa 9 de Julio.

El vaciadero clandestino se mudó apenas unas cuadras (Castro Barros al 1.000)

Un cartel debería dar la bienvenida al barrio Alto Belgrano. Pero en lugar de este mensaje, un basural recibe a los que ingresan por el pasaje Castro Barros, en la cuadra que corre entre Belgrano y España, junto al predio abandonado de la Cerámica Matas. Si bien no es enorme, igual indigna. Porque demuestra que por más esfuerzos que se hagan, la mala costumbre de ensuciar no desaparece.

Sucede que en enero ese espacio fue noticia porque fue prácticamente cubierto por los residuos. Y apenas 24 horas después de un gigantesco operativo de limpieza, las porquerías volvieron a acumularse en la cuadra. "La culpa la tienen muchas de las personas que viven en esta zona; ellos son los que les dan la porquería a los carreros", había denunciado en aquel momento un vecino.

Pero hoy, la docente Cristina Tapia indicó que su sueño de vivir en un barrio limpio parece no estar tan lejos de cumplirse, a pesar de las frutas podridas y los escombros que cada tanto se acumulan en esa zona.

"Cambió el paisaje desde hace unos dos meses. Creo que fue porque había un cuidador contratado por la Municipalidad, que ya no volvió a aparecer. Pero lamentablemente, el basural inmenso que antes había acá se ha trasladado a la esquina de Godoy Cruz y Paraguay. Es una lástima para las personas que viven ahí", comentó la mujer.

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