La imagen tras el espejo

La imagen tras el espejo

El alperovichismo aturdido por las cuestiones que le pasan elige echarle la culpa a la política destructora de la oposición en vez de fijarse las cosas que no supo encarar correctamente. La Corte en el centro de la escena

Dicen que alguna vez el egregio Jorge Luis Borges carraspeó esta frase: "estoy solo y no hay nadie en el espejo". Una frase mayúscula, como todas las de Borges. No hay ni una palabra de más, ni una de menos. Explicarla es una osadía para decir que el espejo es capaz de mostrarnos la verdad absoluta, esa que no vemos, esa que no queremos ver.

"Hoy, al cabo de tantos y perplejos/ años de errar bajo la varia luna, / me pregunto qué azar de la fortuna/ hizo que yo temiera los espejos".

Los tucumanos y, principalmente, sus dirigentes se han perdido en una galería de espejos que les devuelven, implacables, las verdades de estos días. Los hombres buscan explicaciones para aliviar la "vieja y cansada imagen (que) me devuelve el espejo", como dice el uruguayo Julio Sosa, en su versión del tango María. El alperovichismo con su matrimonio conductor va y viene por la senda de una sola explicación sobre lo que les pasó esta semana: "la política". Para José Alperovich y para Beatriz Rojkés todo pasó por un interés de opositores que buscan quitarles -o disminuir- el poder que administran. Pero Alberto Lebbos fue el cruel espejo: se pasó siete años buscando quién mató y por qué a su hija Paulina. Este lunes habló del hijo mayor del gobernador. Sugirió que podía estar entre los responsables, según testigos que habían escuchado algo. No hay certezas en su discurso ni en su denuncia: es el dolor de padre que se reflejó en el hijo del matrimonio más poderoso que tuvo Tucumán. "Si querían hacer daño, lo consiguieron", balbuceó, nerviosa y golpeada, la senadora. La vida los separó y la imagen del dolor los reflejaba. Por las dudas, Lebbos también apuntó a la sombra del gobernador, Alberto Kaleñuk, secretario privado del mandatario a quién también le pegó donde más le duele: en su hijo.

"Todo acontece y nada se recuerda/ en esos gabinetes cristalinos/ donde, como fantásticos rabinos, / leemos los libros de derecha a izquierda".

Golpeado como nunca, salieron a hablar el padre y la madre, no el gobernador y la senadora. El secretario hizo silencio. Les costó caminar todos los días de esta semana y trataron de mostrarse haciendo aún cuando el ánimo era una mezcla de dolor y bronca. "La culpa es de la política" fue la frase más escuchada en la Casa de Gobierno. Era una forma de culpar a los opositores que se benefician con los problemas del oficialismo. Pero la supina miopía no llega a los espejos que devuelven otra realidad: es la política de seguridad que nunca le funcionó a Alperovich y que sólo supo tapar, enredarse en las pruebas y premiar a los ineptos que no encontraron -o que escondieron- a los responsables. La política también intentó distraer porque aparecieron las leyes de 4AM y del Sutrappa, que ponía orden en el servicio de taxis y de remises. Esta semana el espejo les demostró que los choferes andan armados y que los truchos son tantos como aquella última noche en la que Paulina se subió a un remise.

Por cuestiones políticas Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, no puede caminar por la misma senda con Alberto Lebbos. Ella derrocha simpatías con el Gobierno actual; él desparrama desazón. La Justicia se mira, sin embargo, en el espejo de la frustración de Trimarco, y le devuelve esperanza a Lebbos.

"Que haya sueños es raro, que haya espejos,/ que el usual y gastado repertorio/ de cada día incluya el ilusorio/ orbe profundo que urden los reflejos.

Hace apenas 96 horas, Lebbos ha recuperado sus bríos. Se le ha abierto la esperanza, siente que su voz vuelve a vibrar y en una rara mezcla de ilusión y fuerza declara que confía en este nuevo fiscal, Diego López Ávila. No hace muchos meses Susana Trimarco señaló que confiaba en los jueces que estaban juzgando la muerte de su hija y lo mismo dijo del entonces ministro (Mario López Herrera), que después pidió que destituyeran. ¿Qué imagen le devolverá el espejo a Lebbos si el fiscal no llega a algún puerto seguro con sus hipótesis?

La muerte de Paulina siempre se miró en el espejo de María Soledad Morales. Ahí aparece el temor de los Alperovich. El asesinato de la catamarqueña ocurrió el 8 de septiembre de 1990 y un año después el Gobierno de Ramón Saadi fue intervenido. Desde entonces y hasta 2011 el peronismo no volvió a pisar la Casa de Gobierno. La política intenta amedrentar y por eso todos quieren la foto con Lebbos; pero Lebbos -mal que le pese a los "sijosesistas"- quiere la foto del o de los culpables de su tristeza sempiterna. En los últimos días de la semana hubo inquietud concreta de funcionarios muy cercanos a Cristina sobre lo que pasa en Tucumán. Es inevitable que cuando miran el caso Lebbos se refleje el de María Soledad, pero es más fácil que el espejo se rompa antes de que la langosta federal aterrice en la provincia, al menos hasta ahora.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,/ no sintió que era un sueño hasta aquel día/ en que un acto mimó su felonía/ con arte silencioso, en un tablado.

La construcción de la preposición y del adverbio con que cierra la frase del párrafo anterior no es caprichosa. La política tucumana se fue a vivir a los Tribunales. No se trata de la judicialización de los hechos políticos, como intenta disfrazar el alperovichismo lo que le está pasando. Su propia impericia ha provocado la mudanza. "Espejito, espejito, ¿quién es el más poderoso del jardín?". Alperovich se mira en el espejo y la imagen se deforma en las cinco caras de los vocales de la Corte Suprema y se solaza en cuatro causas.

El Caso Verón: se estima que antes de que se vaya el mes de julio la causa aterrizará en los despachos de la Corte. El primer reflejo lo dará Antonio Gandur, quien hace meses viene estudiando lo ocurrido. Sin embargo, tarde o temprano las miles de fojas del expediente estarán en los escritorios de Ricardo Lorenzetti y de sus ministros. Si la Corte tucumana confirma el fallo de Alberto Piedrabuena, de Eduardo Romero Lascano y de Emilio Herrera Molina, ¿alguien duda de que habrá apelación? Hasta la Presidenta pondrá el grito en el cielo. Si ocurre lo contrario, y por lo menos uno de los acusados termina condenado y entre rejas, ese se opondrá a la sentencia y volará a Buenos Aires con su planteo.

El caso de los vocales: Los planteos de los vocales que renunciaron y cuya dimisión Alperovich no aceptó también llegará a la Corte que preside Antonio Estofán. Políticamente, la sentencia se leerá si fue a favor o en contra del gobernador.

El Caso "Betty": la decisión de abrir la causa porque le gritaron "ladrona" a la esposa del gobernador terminará rompiendo el espejo. Los supersticiosos dicen que cuando eso ocurre se vienen siete años de mala suerte. Para darle la razón, el abogado de la mujer que insultó a la senadora anda pidiendo oficios de cuanta causa pasó por Tribunales y mencionó a los Alperovich. Es cierto que Roberto Robles es un radical de cepa añeja, pero este tema está lejos de tratarse de una cuestión política armada por la oposición. Ha sido el mismísimo oficialismo el que decidió ingresar a este laberinto que hoy se volvió un bumerán.

Caso Lebbos: después de la repercusión nacional y del cimbronazo que significó esta semana para el Gobierno, lo que pase en el despacho del fiscal López Ávila es la principal preocupación. La madeja de esta causa es muy difícil de desenredar porque han pasado siete años y las pistas son fantasmagóricas. Sin embargo, si se termina mirando en el espejo de la Causa Verón, la Corte y los otros poderes del Estado entrarán en pánico. Ha sido la Secretaría de Derechos Humanos que depende del Ministerio del Interior la que ha reactivado esta causa. No sólo se ha señalado la impericia para investigar del Poder Ejecutivo; también ha quedado clara la incapacidad de hallar un culpable en el Ministerio Público tucumano.

Si la imagen de la Justicia se mirara en el espejo, seguramente, vería que a sus espaldas aparecen los Poderes Ejecutivo y Legislativo, siguiendo con gran atención cada movimiento; y sobre uno de los platillos de su balanza se ve un reloj.

Alguna vez, en una de las tantas entrevistas que daba Borges deslizó esta frase: "el campesino no ve el paisaje, el paisaje es algo del hombre culto, el campesino mira si va a llover o no.

Al gobierno de Alperovich la soberbia y la embriaguez del poder -que aleja al estadista- no le permitieron ver si iba a llover o no; y ahora es parte del paisaje.

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