Tú eres el Hijo del Dios vivo

Tú eres el Hijo del Dios vivo

Pbro. Dr. Jorge A. Gandur

23 Junio 2013
En el diario caminar, buscamos encontrar una respuesta a nuestras limitaciones, las mismas pueden no ser las correctas, por la urgencia de solución nos hace perder la verdadera: el encuentro con Jesús. El Evangelio de este domingo es claro, primero se lo sigue, se lo trata y después se revela. Y se encuentra de ese modo con quien da la respuesta de Salvación.

Así surge la pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Fueron distintas las repuestas, pero el único que respondió acertadamente fue Pedro: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". En tu vida y en la mía ¿esto es cierto? No hay otro Salvador que Jesús, el Hombre-Dios. Hoy es el día en que debemos ser sinceros y responder sin miedos ni vacilaciones sobre quién eres tú Señor.

El encuentro con Jesús viene del trato personal, Pedro lo había seguido pero reconoce que no es digno de estar cerca de Él: "Apártate de mí Señor, que soy un pecador". Se sabe indigno de seguirlo, reconoce su miseria y enseguida viene el llamado de Dios: 'En adelante serás pescador de hombres' y aquel pecador llega a ser primado de la Iglesia. El secreto está en que Pedro no confió en sí mismo y se entregó a quien lo puede librar de sus miserias, y la transformación no se hace esperar. Pedro ya no es el hombre carnal sino el hombre del Espíritu que llega a comprender que Jesús es el Señor. Esto tiene relación con la Segunda parte del Evangelio.

¿Cuál es el secreto para imitar a Pedro?, Sigamos al Señor en sus enseñanzas que si bien no es fácil hacerlo porque aparentemente conlleva mucha renuncia, tenerlo a Él como el centro de nuestra vida es lo único que nos libera de nuestras esclavitudes, de nuestros sentimientos errados, de nuestras amarguras y si vemos que estamos lejos de esta realidad que sepamos gritar: '¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!'. Allí comenzará un nuevo camino, el de la libertad de los Hijos de Dios.

Reflexionemos

¿Qué esperamos para dar éste paso? Seguramente que a Pedro le costó y como a él a muchos que llegaron a la santidad. No estamos solos, contamos con la gracia de Dios. ¿Podemos renunciar a todo lo que nos impide confesar Jesucristo es el Señor?

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