En Trancas elogian a "Schumacher" mientras él sueña con viajar a Perú para competir

En Trancas elogian a "Schumacher" mientras él sueña con viajar a Perú para competir

El corazón de la Fiesta del Caballo es el Concurso de Peruanos de Paso. El chalán que ayuda a lucir algunos de los mejores ejemplares.

EN PLENA ACCIÓN. Marcos Cinco prepara una yegua antes de entrar a la pista; la lleva del cabestro y trata de destacar sus mejores cualidades. LA GACETA / FOTOS DE INéS QUINTEROS ORIO EN PLENA ACCIÓN. Marcos Cinco prepara una yegua antes de entrar a la pista; la lleva del cabestro y trata de destacar sus mejores cualidades. LA GACETA / FOTOS DE INéS QUINTEROS ORIO
14 Octubre 2012
Salió de la pista con el segundo primer premio conquistado en menos de dos horas. Un hombre alto y de remera azul que había liquidado el vino tinto que se entibiaba en una botella de plástico le sacó el papel con el número 59 que llevaba pegado a la espalda y le puso otro con el 75. El polvo irrespetuoso que flotaba en el aire le picaba los ojos y lo único húmedo que había en ese instante de la tarde de Trancas era la piel oscura de su cara. "Agua", pedía Marcos Cinco desde abajo del sombrero negro. Un chico salió corriendo a comprarle una mineral. Pero no se apuró lo suficiente. Cuando volvió, Marcos había vuelto a la competencia. "Es Schumacher", dijo el de azul, y se fue tras otro descartable.

Eran las 16 y en los puestos de comidas se aburrían quienes a la noche iban a oficiar de mozos. En las tribunas de siete peldaños del Club Deportivo Trancas había manchones de público que no le prestaba atención al enorme escenario oscuro en el que horas más tarde iba a actuar El Chaqueño Palavecino ante una segura multitud festivalera. Los ojos de la mayoría alternaban entre la cancha convertida en pista, las botellas de cerveza o los vasos con vino, gaseosa o fernet que exacerbaban las ganas ya irrefrenables de hablar de lo que para ellos es lo más lindo de la XV Fiesta Provincial del Caballo: los Peruanos. Mientras todo eso ocurría, Marcos no paraba de trabajar: se descolgaba de una yegua y montaba otra. Así se le iba pasando la tarde: le llovían premios, aplausos y, más adelante, el pago de los dueños de los animales a los que había ayudado a ganar.

Difícil de entender


La fiesta tranqueña (empezó el viernes y termina hoy) destila pasión, una pasión difícil de entender para aquel que nunca ensilló un caballo, empapó la botamanga del pantalón con su transpiración, ni miró la vida desde arriba de su lomo. "El caballo es como una extensión de mí misma", intentó explicar Catalina Usandivaras, una salteña de 16 años que ya es veterana en concursos de Peruanos de Paso. Y dejó en claro que el vínculo que une a estos animales con sus admiradores va más allá de lo utilitario.

Definitivamente, el Peruano posee un enorme poder de seducción. Pero ¿cuál es la razón? "El que se sube a uno de ellos siente algo muy fuerte", disparó el veterinario Miguel Guerineau. "Su manera de caminar es muy particular y le genera mucha comodidad al jinete. Por eso es ideal para paseo. Además, posee brío y temperamento; el tipo que va arriba se siente orgulloso del animal", describió.

Guerineau es jurado de admisión del Concurso Regional que se realiza durante la Fiesta. Es el segundo más importante del país, según dijo, con cerca de 200 ejemplares inscriptos y con la participación de un juez de Perú, Luis Pablo Vázquez Díaz, quien calificó a los animales divididos en tres categorías: hembras, capones y padrillos.

Vinito dulce y polvaderal

En el aire de la tarde tranqueña se mezclaban la tierra liviana y acalorada, el perfume dulce del vino y el olor ácido a transpiración humana y equina. Lo respiraban indistintamente criadores acaudalados y aquellos que exprimen el presupuesto familiar para lograr las mejores crías. Todos son amigos; a todos los une la devoción por esta raza que pobló el norte del país en los tiempos de la colonia y que hoy engalana a los gauchos de la región.

A las 17.30 del viernes, "Schumacher" ya había logrado triunfos para las yeguas de los criadores Mendilaharzu y Maza. Y aún le quedaba todo un fin de semana de trabajo y desafíos. Pero se tenía mucha fe. "El año pasado gané siete premios y me dieron un poncho por ser el mejor chalán (jinete)", se enorgulleció mientras rechazaba un vaso térmico húmedo de vino y hielo.

A los 39 años, este salteño criado en un campo tucumano de la familia Buffo, vive de y para los caballos. Propietarios tucumanos y salteños lo contratan para que prepare los animales antes de los concursos y, en muchos casos, para que los presente frente a los jueces. Mientras su hija Cecilia, de seis años, le reclamaba un poco de atención -quizás celosa de los fletes-, él ensayó la explicación de su éxito: "a los animales yo no los aporreo; son como los hijos: hay que hablarles con cariño y ellos van aprendiendo". La nena se le volvió a colgar del brazo y, esta vez, con más fuerza.

Desde hace años, la fiesta de Trancas es una de las más convocantes de la provincia: los espectáculos folclóricos y la doma atraen multitudes que se adueñan de las tribunas del club y que llenan de vida los puestos de artesanos y talabarteros. Pero no hay dudas de que su corazón palpita en el concurso de los Peruanos de Paso. Es una competencia desbordada por la pasión que generan estos animales arrogantes, que le hacen soñar a Marcos con la posibilidad de llegar a competir alguna día en el mismísimo Perú.

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