La inolvidable llegada de las vías a La Ciudadela

La inolvidable llegada de las vías a La Ciudadela

El primer coche pasó en 1931. Lo recibieron con bailes y pirotecnia.

A LA INVERSA. El 7 por plazoleta Dorrego. Al tranvía se ascendía por atrás. LA GACETA / ARCHIVO A LA INVERSA. El 7 por plazoleta Dorrego. Al tranvía se ascendía por atrás. LA GACETA / ARCHIVO
14 Septiembre 2012
"Fue en la primera semana de febrero de 1931 cuando el tranvía llegó a La Ciudadela", evocó con cierta nostalgia Evaristo Armando Juárez, desde sus bien llevados 92 años.

El otrora maquinista de "morochas a vapor", como él define a las locomotoras, describió que ese día fue de gran algarabía. "Incluso el diario El Orden lo reflejó con extensos artículos -comentó Juárez-. El coche de la línea 4 partió a las 5 de la tarde desde la iglesia Catedral. La gente saludaba al tranvía a su paso. Incluso hubo fuegos artificiales y baile en las calles. Las bocinas (altoparlantes) de los locales bailables de la zona también saludaban al coche del viaje inaugural. También iba hacia La Ciudadela el 2. Y en las horas de ingreso y egreso del comercio se sumaba la linea 5".

"En esa época también utilizaba el tranvía -continuó don Juárez- la gente que venía a los bailes que se hacían en El Solar de los Deportes, ubicado en Lavalle y Próspero Mena. Incluso en esas instalaciones, que eran del club San Martín, también había funciones de cine al aire libre".

El ex gremialista de La Fraternidad recordó que en 1932 fue rematada la cancha de los "santos" que se encontraba en la manzana de Bolívar, La Rioja, Jujuy y Rondeau. Y la entidad albirroja debió trasladarse a su actual emplazamiento, en Bolívar y Pellegrini. "Precisamente la Pellegrini es la avenida que divide a La Ciudadela de Floresta", afirmó con autoridad.

"Aún más -agregó-, el predio actual del estadio era un loteo que los Colombres Garmendia le vendieron al municipio y este lo donó de palabra al club, si mal no recuerdo".

La llegada del tranvía a La Ciudadela facilitó el traslado de quienes iban al ex mercado de abasto. "Las curvas de la Miguel Lillo a Lavalle y de esta última al ex Pasaje Centenario eran las predilectas de los chicos para hacer travesuras", contó el doctor Víctor Hugo Rossi, un apasionado de este medio de transporte.

"A los chicos les fascinaba la campanilla del tranvía -destacó-. Un toque indicaba la puesta en marcha del coche y dos toques era parada. Pero ellos no solo se colgaban, a veces colocaban cosas en las vías para que descarrilaran y pudieran subirse y tocar la campana".

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