El deseo de "algo más"

El milagro sería aquello que no puede explicarse por ninguna ley, por ninguna representación científica. Por ello Hume decía (ya en el siglo XVIII) que se considera milagro a aquello que cuando aparece no se puede explicar, pero que con el tiempo eso que hoy es "milagro" dejará de serlo porque las ciencias lo van a explicar y, por tanto, a desmontar en su carácter de tal.

Es un hecho evidente que, por más que avancen las "ciencias occidentales" en la vida cotidiana, el deseo profundo o la necesidad de algo más parece que no cesa. El hecho mismo de la conciencia de muerte que tenemos genera angustia y búsqueda de consuelo, por ejemplo creer en fuerzas extraordinarias y en un modo de existencia después de ella y, que en ese "lugar", residen o residirían dioses, energía, poderes, que por supuesto pueden "hacer milagros", pueden hacer aquello que el hombre no puede ni podrá calcular ni dominar jamás. Por otro lado, está el aspecto de la desesperanza o desesperación: ante la contundencia cruel de la realidad solo es posible esperar y/o creer en los milagros, puesto que la organización político-social ya ha mostrado su absoluta inoperancia o total falta de interés.

En Tucumán se dan mucho factores que tienen que ver con todo esto. Hay una tradición religiosa fuerte, un modo popular de sentir y vivir lo religioso; por tanto vivir ciertos acontecimientos como "milagros" es perfectamente coherente. También hay otras propuestas religiosas que se están haciendo masivas y que otorgan consuelo y la esperanza en que, si se cree fervientemente, algo extraordinario puede ocurrir. Sería pues una respuesta simplista decir que en Tucumán la gente cree en los milagros porque está tan mal que no puede hacer otra cosa más. Sin duda algo de esto también hay, pero la creencia en lo extraordinario, la creencia en dioses y fuerzas todopoderosas tiene que ver también con legados, tradiciones, búsquedas de presencias o hechos que permiten pensar que los hombres no están solos en el universo.