En la calle, pese a las diferencias

En la calle, pese a las diferencias

12 Mayo 2012

Sara Barderas - Agencia DPA

"Que no nos representan". El grito se hizo fuerte en la Puerta del Sol de Madrid. El 15 de mayo de 2011, miles de personas recorrieron el centro de la capital española exigiendo un cambio social, político y económico. En un país en crisis, la mecha prendió entre una ciudadanía más que descontenta y los indignados retaron durante semanas a una clase política que había infravalorado el enfado de los ciudadanos.

Un año después, desde hoy celebrarán su primer aniversario con manifestaciones convocadas en todo el país y con el reto de demostrar que siguen vivos en una España en la que las cosas han ido a peor. La economía ha vuelto a entrar en recesión, y el desempleo sigue creciendo y ya afecta a uno de cada cuatro trabajadores: hay más de 5,6 millones de personas sin empleo. Los recortes del Gobierno conservador de Mariano Rajoy son más profundos que los del socialista José Luis Rodríguez Zapatero y afectan a los pilares del Estado de bienestar: la salud y la educación.

Hace un año, y pese a que algunos sectores conservadores trataban de deslegitimarlos hablando de ellos como jóvenes izquierdistas antisistema, los indignados eran muchos. Jóvenes, sí, pero también adultos y jubilados; estudiantes, trabajadores y desempleados. "Debemos aprovechar la coyuntura para tener más fuerza. Hay que ampliarse a más sectores, como los autónomos y pequeñas empresas", afirma Carlos Paredes, miembro de la plataforma social Democracia Real Ya (DRY).

Las redes sociales fueron aliadas en 2011. La marea humana se convocaba a golpe de Twitter y de Facebook. Acamparon en las plazas y asustaron a una clase política que no defendía sus intereses. A imagen y semejanza de la llamada Spanish Revolution, nacieron movimientos fuera del país como Occupy Wall Street. En octubre del año pasado, la protesta se hizo global, con manifestaciones en más de 80 países, desde Israel hasta decenas de lugares en EEUU.

Tras el levantamiento de los campamentos, el movimiento trasladó su acción a los barrios, en asambleas vecinales que se siguen celebrando; se han creado cooperativas de desempleados que se ayudan mutuamente, y han parado desalojos de familias que no podían pagar la hipoteca al banco, de inmigrantes sin recursos y de ancianos. El movimiento creó una especie de sociedad al margen que promueve el cambio fuera de las esferas de poder institucional, y los partidos políticos se han visto obligados a integrar en sus discursos y programas algunas de sus reivindicaciones.

También entre los indignados ha habido cambios en este tiempo. Un año después, la división se ha abierto paso. Un sector de DRY, que jugó un papel clave en el surgimiento del 15-M, se ha convertido en una organización sin ánimo de lucro para dejar atrás la parálisis de procesos asamblearios en los que las decisiones pueden tomarse sólo por consenso. Enfrente están los que quieren seguir decidiendo todo horizontalmente, como hasta ahora. Unos y otros se deslegitiman en las redes sociales.

Hoy, todos medirán en las calles de España los apoyos con los que cuentan un año después de su nacimiento, su capacidad de resistencia ante el paso del tiempo y su unidad. Lo harán ante las advertencias del Gobierno de Rajoy: sólo en Madrid se desplegarán más de 1.500 antidisturbios y otros 500 agentes para impedir que pongan sus carpas. Una intervención policial, en medio de manifestantes entre los que seguramente habrá niños y ancianos, puede ser muy delicada. Y puede llevar de nuevo a España a las pantallas de los informativos de todo el mundo.

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