Verticalismo, miedo, sumisión y sentido común

Juan Manuel Asis
Por Juan Manuel Asis 25 Abril 2012
Perón hubo uno solo, e irrepetible. De él, el peronismo heredó el verticalismo como sistema de conducción, propio de la estructura militar. Al jefe se lo acata y se respetan sus decisiones, y si la orden venía del "general" no había desacato posible. Claro que detrás había una idea, una visión, un modelo de gestión. Ese verticalismo -que un opositor trató de adoptar para sus huestes añadiéndole la palabra "consensuado"- sigue siendo el método del peronismo de hoy, pero aggiornado. Es decir, hay un conductor y se lo sigue, aunque no interese cómo llegó al puesto principal; lo que se mantiene es la línea de obediencia. Todos detrás. Pero Perón hubo uno solo; por eso ese sistema de conducción militarizado muestra grietas hoy, porque los nuevos ensayos de "perones" se equivocan por falta de visiones o porque el interés no está puesto en el bien común, sino en un aspecto personal, o sectorial. Veamos. Equivocarse no es problema si se corrige el error a tiempo; el problema está en aceptar la equivocación ajena porque el que lo decide es "el jefe" de turno. La pregunta básica es: ¿por qué aceptan equivocarse si saben que están dando un mal paso? Una respuesta podría venir por el lado del verticalismo como forma de entender la política. Sin embargo, la pregunta de fondo es: ¿por qué tanta sumisión? Porque ya no es obediencia, ni método; es miedo, pero ¿miedo a qué? Acaso entiendan que el gobernador, José Alperovich, los someterá a tremendos castigos si no acatan sus órdenes. Y si fuera así, ¿cuáles serían esas terribles sanciones como para aceptar con la cabeza gacha todo lo que les pidan? En política es normal atar la suerte personal a un proyecto, especialmente si se está convencido de que es el camino de cambios, donde la comunidad organizada es la última parada. Pero, someterse hasta niveles vergonzosos por un sistema mal entendido, y peor ejecutado, implica seguir denigrando a la política. Hay que animarse a la oposición interna si el que está arriba "mete la pata", por las razones que sea, para no ser cómplices del error. O bien de un negocio ajeno, lo que sería mucho peor. A veces decir no, no es traición ni deslealtad; es sólo sentido común.

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