El complejo arte de restaurar una obra

Cuando paseamos por el parque y vemos un pedestal vacío, una estatua a medias, automáticas, echamos culpas al aire: los vándalos, los funcionarios, los policías, los encargados del mantenimiento... A veces, la viga no nos permite ver más allá.

Según Beatriz Cazzaniga, ex titular de la Cátedra de Escultura de la Facultad de Artes, "no hay conciencia del valor histórico de estas obras". Lo atribuye a la falta de conocimiento de que eso es parte de nuestro patrimonio. "Desde la escuela deberían ensañarle a los niños a ver esto con otros ojos", añadió la artista.

Además, hizo hincapié en la necesidad de un presupuesto anual para la restauración de las obras escultóricas que existen en la provincia. "Debería ser algo que se planifique anualmente. Que se haga un diagnóstico del estado de deterioro y, según el grado, que se defina la intervención", sugirió.

La especialista explicó que la restauración debe ser producto de un puntilloso diagnóstico en el cual se hayan tenido en cuenta muchas variables. Primero, el estilo de época. En el caso del Parque 9 de Julio, conviven figuras que datan del siglo XVII y XVIII con algunas contemporáneas. Los materiales en los que está realizada cada obra (piedra, metal, mármol), la técnica que se utilizó (por ejemplo, si es una fundición qué metales se usaron) y los grados de deterioro que presenta.

"En ningún momento se altera la obra original y cómo fue concebida", indicó Cazzaniga. Si esto llegara a ser imprescindible, entonces, debe quedar documentado (al igual que todo el trabajo que se venga realizando) para justificar esas alteraciones.

En definitiva, Cazzaniga sostuvo que cuando se habla de conservación se debe pensar en varias áreas que intervienen: la historia, la biología, el arte. Cada uno aporta desde su campo lo necesario para llegar a un diagnóstico que permita poner manos a la obra.

Sobre el saqueo de las estatuas del parque dijo: "cuando veo lo que sucede es un dolor tan grande que, a veces, prefiero no pasar".