Una odisea llena de baches y bellos paisajes

Una odisea llena de baches y bellos paisajes

Pasando El Infiernillo, la carretera está muy deteriorada: no hay contención, ni banquinas ni señalización. Neblina y badenes.

TRAMO A RESTAURAR. Camino a Amaicha del Valle, los pozos obligan a los viajeros a ir a los saltos. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO TRAMO A RESTAURAR. Camino a Amaicha del Valle, los pozos obligan a los viajeros a ir a los saltos. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO
08 Enero 2012
Minutos después de pasar por El Mollar y Tafí del Valle, el placer de poner las ruedas a girar sobre un asfalto flamante nos da un cachetazo en el kilómetro 80 de la ruta 307. El camino parece hacer honor al término que denomina ese sector: El Infiernillo. Esta zona da paso a uno de los tramos más complicados de toda la vía: desde este punto hasta casi el ingreso a Amaicha del Valle, la muy deteriorada carretera exige el máximo cuidado, porque el pavimento viejo lleno de pozos resulta traicionero, y no hay dónde pedir auxilio.

La segunda parte del trayecto recorrido por LA GACETA estuvo repleto de sobresaltos. Este tramo de la ruta, que cuenta en su historia varios accidentes trágicos, no tiene contención, ni banquinas, ni señalización. "Es muy peligroso; hay que estar bien atento porque hay muchas curvas", dice el turista salteño, Carlos Viejobueno.

Falta de todo: inversión, controles, mantenimiento y prudencia al volante. En varios sectores, el peso de los camiones y colectivos ha producido ondulaciones en el asfalto. Esto ocasiona inestabilidad en los vehículos. Para los que transitan a altas velocidades, incluso, ha causado pérdida del control de los rodados, cuentan los pocos lugareños que hay por allí. A los riesgos por el mal estado del camino, se suma que en este sector suele haber neblina con frecuencia.

Por suerte, la vista incomparable de los valles nos obliga a apretar muy poco el acelerador. El verde subsiste en los inmensos cardones que se abren paso en el suelo ralo. Más adelante, los ejemplares de cactus se alargan hasta seis metros y parecen observarnos desde el costado del camino. El cielo totalmente azul nos da la bienvenida al "lugar con el mejor clima del mundo". Llegamos a Amaicha del Valle.

Pasando el kilómetro 125 y ya rumbo a Colalao del Valle, la ruta 307 presenta algunas mejoras. No son demasiadas. El asfalto emparchado, sin pintar y con banquinas descuidadas, exige mantener la velocidad a no más de 60 para viajar seguros. Además, hay que estar más que atentos porque en esta zona hay animales sueltos, especialmente burros.

Unos 20 kilómetros después ya estamos en Quilmes, adonde la ruta provincial 307 empalma con la ruta nacional 40 que nos conecta con Salta. Así se despide, después poco más de 150 kilómetros, el camino más transitado de la provincia en vacaciones. Una vía que tiene el privilegio de conducirnos a las legendarias ruinas de la Ciudad Sagrada de los indios Quilmes.

Hasta Colalao del Valle, el último poblado tucumano, habrá que recorrer unos 10 kilómetros de carretera en muy mal estado, repleta de badenes y sin señalización. Cerca del ingreso a Salta, las hileras prolijas de vides comienzan a multiplicarse a la vera de la ruta. Y llega al final nuestro recorrido por este camino que, sin dudas, encuentra la aventura en el vértigo.

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