Entre el hallazgo y la confirmación de la identidad de la víctima pasaron dos años

Entre el hallazgo y la confirmación de la identidad de la víctima pasaron dos años

El Camit, grupo arqueológico local, encontró el pie de Vargas Aignasse a inicios de 2010.

VISITA. Lorenzetti, titular de la Corte nacional, recorrió el lugar en septiembre. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO VISITA. Lorenzetti, titular de la Corte nacional, recorrió el lugar en septiembre. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO
15 Diciembre 2011
Tucumán tiene su propia evidencia del horror. Al filo del piedemonte, donde el sol pega fuerte y alguna vez pasó el tren, un abismo es el testigo de las  mayores atrocidades que pudo cometer el ser humano en estas tierras: el Pozo de Vargas, la primera fosa común de inhumación clandestina hallada en la Argentina. Allí, en la última dictadura (1976-1983) se arrojaban los cuerpos de personas asesinadas y de allí se extrajeron restos que el martes se confirmaron que son de Guillermo Vargas Aignasse. El ex senador perdió así la categoría de desaparecido para ser una persona víctima del terrorismo de Estado.

El pie derecho entero, dentro de una media, del padre del legislador Gerónimo Vargas Aignasse fue hallado por el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit) a comienzos de 2010, tras lo cual se le efectuó un análisis aquí. En abril, en Buenos Aires, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EEAF) realizó el chequeo de ADN con los extractos de sangre de tres hijos de la víctima: María Marta, Guillermo y Mariana, todos
hermanos de Gerónimo.

A esta muestra ósea, cuyo cotejo dio positivo en el 99,9%, se le suman tres más, pero en estos casos el resultado, después del chequeo en el EEAF, fue negativo. El Camit tiene previsto enviar en los próximos días a Buenos Aires
más muestras halladas en el Pozo de Vargas.

Dos análisis
El Camit es una ONG que trabaja bajo la tutela del Juzgado Federal Nº 2, a cargo de Fernando Poviña, y que integran arqueólogos, especialistas en antropología biológica y en patrimonio y recursos culturales y técnicos en museología, tucumanos dedicados al estudio y abordaje de las prácticas sociales genocidas.

Víctor Ataliva, miembro del grupo, explicó que tras cada hallazgo en el Pozo de Vargas hay un primer análisis que se lleva a cabo en Tucumán: el  bioarqueológico. “Este sirve para determinar si se trata de restos óseos humanos, si la persona sufría alguna patología; o si hay indicios de violencia. También permite calcular la edad y el sexo. Se analiza también material asociado: ropa, telas, elementos personales, teniendo en cuenta medidas y forma (análisis morfológico). Todo con el fin de reconstruir la identidad de
las personas arrojadas en el interior del Pozo y las instancias finales
de su vida”, explicó María Gloria Colaneri, a cargo del test. “El que le sigue es el análisis de ADN, realizado por el EEAF, que compara los perfiles genéticos porque posee la base de datos”, explicó Ataliva.

Así las cosas, entre el descubrimiento del pie derecho y la confirmación de que pertenecía a Vargas Aignasse pasaron casi dos años. “Nuestro trabajo supone construir otras memorias del pasado reciente local. No recuperamos sólo individuos del interior del Pozo, sino las trayectorias de vida de aquellas
personas que fueron detenidas desaparecidas, reencontrándonos así
con hombres y mujeres que fueron víctimas de una política de exterminio”,
dijo Ataliva. “En definitiva, nuestro trabajo, imposible de realizar sin el apoyo y la fuerza de los organismos de Derechos Humanos y de los abogados querellantes en causas por crímenes de lesa humanidad, posibilita contribuir con esa consigna que jamás dejó de estar vigente: verdad, memoria y justicia”, aseveró el especialista.

Agujero centenario
El Pozo de Vargas es un agujero de mampostería subterráneo que en la actualidad tiene 30 metros de profundidad y tres metros de diámetro. Es un pozo construido entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, según el Camit. Y tenía la función de provisión de agua, posiblemente a los trenes a vapor que pasaban por la estación intermedia de Villa Muñecas, a un kilómetro de la zona. El pozo se cargaba con el agua de la napa freática, lo que causó un gran problema al principio de la excavación que inició el Camit en 2002. “A los 10 metros de profundidad el sedimento ya estaba saturado de agua, había barro. Entonces, se colocaron bombas para deprimir la napa. Creamos un cono de depresión, para impedir que el agua ingresara al pozo.Y así solucionamos el problema. Hoy podemos trabajar sin humedad dentro del pozo”, comentó Ataliva.

El especialista precisó que el pozo se encontraba totalmente tapado. “Tiraron todos los escombros al interior y taparon todo con tierra. El objetivo era ocultar para siempre las evidencias del genocidio. Por eso esta es una investigación que lleva mucho tiempo”, dijo.

Hoy al pozo se accede por un ascensor para tres personas, similar al que se usó en septiembre del año pasado para rescatar a los mineros atrapados en Copiapó (Chile). Está calculado que al Pozo de Vargas le quedan aún unos 10 metros más.

“Según lo conversado con el doctor Poviña, la intervención arqueológica en el Pozo de Vargas puede finalizar dentro de un año y medio. Es decir, con todos los restos óseos recuperados. Estamos haciendo lo posible para que sea lo más pronto. Aunque el trabajo demanda ser minucioso, es muy importante que los familiares tengan una pronta respuesta. Se ha visto que el tiempo biológico de los familiares corre de una forma impresionante; muchas abuelas y madres, que nos han acompañado en todo este proceso, se están  muriendo sin saber la verdad”, reflexionó Ataliva.

Afirmó que a diferencia de otras inhumaciones irregulares, en torno de las cuales sí hay declaraciones, en este caso no hay nada. “No hay testimonios directos ni de sobrevivientes ni de represores arrepentidos. No podemos determinar cuál fue la dinámica de uso de este lugar. Si cuántas personas eran arrojadas por día, si había un rango temporal... Nada”, dijo. Un infierno de silencio, que empieza a hablar.