El mundo mágico desde una silla

El mundo mágico desde una silla

02 Octubre 2011
NOVELA
MAMÁ ¿PUEDO BAILAR?
EDUARDO ROSENZVAIG
(La Feria del libro - Tucumán)

Para la física del siglo XVII, el universo es absoluto, general, total. La materia lo conforma, los seres animados lo perciben, y los hombres, en tanto seres dotados de razón, lo interpretan. En cambio, para la filosofía, especialmente algunos adeptos al idealismo, sólo el hombre es capaz de configurar un mundo. Y éste resulta tal porque es un complejo de percepciones y pensamientos ordenados por la mente. De esta concepción idealista, con un sabor a ciertas corrientes metafísicas orientales, parece tratar, en lo más profundo, esta novela corta. Eso sí, los protagonistas no son filósofos ni matemáticos. Sino una viuda desventurada, madre de tres hijas, de las cuales la menor sufre de parálisis cerebral de nacimiento y a quien colma de regalos hechos de fantasía y sacrificio, bajo el influjo de un obstinado amor que logra vencer las limitaciones más férreas. Una "niña" que vive la totalidad de su vida (unos 40 años) postrada en una silla de ruedas pero elevada hacia un mundo mágico, maravilloso, gracias a la fantasía y al generoso corazón de su madre. No es un libro donde ocurran demasiados sucesos, ni donde la intriga vaya marcando el ritmo de la lectura, sino una obra cuya importancia radicaría en el curioso modo de relatar una historia a primera vista patética, pero que refleja una lección de vida. 
En el plano narrativo, se mezclan diferentes ámbitos discursivos, desde la medicina o la filosofía, hasta el lenguaje televisivo, los cuales demuestran claramente un alto nivel de erudición. Es un libro diferente, con cierta profundidad entreverada con el ejercicio de la literatura como entretenimiento. Un verdadero desafío para aquellos lectores que habitualmente esperan ser seducidos por el autor, quien en este caso, entrega un fárrago de invenciones precedidas de enigmáticos epígrafes. Finalmente, se adivina lo artístico como hilo conductor y de redención de tan desgraciadas protagonistas.
© LA GACETA

César Di Primio

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