Casos tucumanos
08 Mayo 2011
CON UN TIRO EN LA NUCA
En diciembre de 1998, Olga B. se presentó ante la Justicia y dijo que, en junio de ese año, con la ayuda de un presunto amante, había matado a su esposo, casi 20 años mayor que ella. Escondió el cadáver en el fondo de su casa del barrio Autopista Sur, cerca del Mercofrut, durante seis meses. Ella dijo que le disparó en la nuca a su marido luego de que él, en estado de ebriedad, la golpeara y le gatillara infructuosamente en la cabeza. El supuesto cómplice, que vivía en la misma casa de la pareja, negó cualquier participación. Cuando lo detuvieron, dijo que se había ido porque Olga B, a la que declaró "querer como si fuera una hija", lo había amenazado de muerte.

LA VENGADORA DE ESCABA
En marzo de 1998, la Sala II de la Cámara Penal del Centro Judicial de Concepción condenó a 15 años de prisión, por homicidio, a Domitila A. Uno de sus hijos fue muerto de un escopetazo por cuestiones vinculadas con un inmueble (el presunto homicida fue declarado inimputable e internado en el Obarrio). La "vengadora de Escaba" llegó a caballo al lugar donde yacía el cadáver de su hijo. Enceguecida, y creyendo que un conserje de la escuela 318 había participado del crimen, fue hasta la casa de él. Allí degolló a la mujer del maestranza delante de sus cuatro niños.

GOLPES, RASGUÑOS, TIROS
Roxana J. Recibió una pena de ocho años de cárcel en 2003 por el asesinato de la esposa de su ex amante. Las mujeres ya se habían peleado a las trompadas en diciembre de 1999 (eso marcó el fin de la relación paralela). Roxana llevó las de perder: la superioridad física de la esposa traicionada le dejó una ceja partida. En julio de 2000, fue a buscar la revancha en Muñecas al 500, donde la que terminaría como víctima fatal trabajaba de empleada doméstica. Hubo golpes y rasguños y, en el forcejeo, dos tiros y una muerta. "Soy inocente... yo no tenía arma ni quise matarla", alegó la condenada. "Nos dejó sin hija y, a nuestros nietos, sin madre", dijeron los familiares de la fallecida.

PC Y REVÓLVERES
María Belén C. fue detenida en diciembre de 2006 luego que descargara ocho balazos en el cuerpo de un ex compañero, a quien le reclamaba dinero por una computadora. Ella le había encargado que la vendiera y, según el relato de los vecinos, la noche de la tragedia discutieron ferozmente: él le habría exigido que le entregara una impresora como condición para entregarle la plata. Y la golpeó. Ella, en un rapto de ira, fue hasta un armario de donde sacó un revólver calibre 22 largo y, al ver que la iban a golpear otra vez, apretó el gatillo. Una y otra vez.

DEGOLLÓ A SUS NIÑAS
Norma P. hizo pasar a sus tres hijitas, de cinco, cuatro y dos años, a su precaria vivienda en Francisco de Aguirre al 3.400. Era febrero de 2002 cuando las degolló. Después se cortó las venas de los brazos, pero las heridas fueron superficiales y sobrevivió. En una carta, explicó que no podía darles de comer y que por eso pretendía "terminar con esta situación, marchándonos todos de este mundo". La Fiscalía dijo que era consciente de sus actos y pidió prisión perpetúa. La defensa alegó todo lo contrario. Ella se declaró arrepentida. En diciembre de 2003 le dieron 15 años de cárcel.

"YA NO AGUANTABA"
"De repente me vi con el cuchillo en la mano y bañada de sangre. Ya no aguantaba los golpes ni las palizas; por eso lo maté", confesó, llorando, Lorena H. ante la Justicia, en febrero de 2009. Le había clavado un puñal en el pecho a su pareja, en la casa que compartían en "La Bombilla". Según la madre de ella, cada vez que su yerno bebía alcohol, se tornaba violento. Según los familiares de la víctima, Lorena lo atacó enfurecida porque él había salido a bailar sin avisarle. "No sabía que le iba a hacer tanto daño", le había dicho ella a la Policía.

HARTA DE GOLPIZAS
"Vengo a entregarme porque maté a mi marido. Estaba harta de que nos pegue a mis hijos, a mi mamá y a mí. No aguantaba más", confesó en la comisaría María José C., mientras sollozaba. Había matado a su marido de dos puñaladas. Los familiares de él dijeron que era un hombre pacífico. Que la culpa era de la suegra. Que ella armaba problemas entre los dos. Los investigadores dijeron que María José ya había denunciado antes agresiones de su pareja. Los vecinos, que él llegó a la casilla de madera alcoholizado después de un domingo de juerga, y cuando se dio con que su mujer no lo dejaba entrar, rompió la puerta a golpes.

CORTADA EN TROZOS
María del Valle D. fue detenida en febrero de 2009, acusada de ser la responsable del asesinato de una contadora. La Policía encontró los restos de la desaparecida embolsados y escondidos en distintas cajas que habían sido guardadas en diferentes lugares de la farmacia de la presunta matadora. Según la hipótesis principal de los investigadores, María del Valle degolló a la víctima porque esta le habría exigido la devolución de un importe de un resumen de cuentas de su tarjeta de crédito. Durante la investigación se determinó que la sospechosa había robado una de las tarjetas de crédito de la contadora, con la que había realizado una decena de compras en negocios de la capital.

"MARÍA REPOLLO" E HIJA
En marzo de 2009, la Policía encontró un cúmulo de muebles robados en la casa de María de los Ángeles H, mejor conocida como "Repollito", detenida y acusada del presunto asesinato de un albañil de 52 años, ocurrido días atrás. Tanto "Repollito" como su madre, "María Repollo", son presuntas "viudas negras", a quienes se acusa de seducir a sus víctimas para luego dormirlas y robarles. A "Repollíto" le secuestraron somníferos. "María Repollo" ya fue acusada de un caso muy parecido: un hombre al que le estaba robando fue asesinado cuando intentó resistirse.

DELATORA PARAFINA
"Yo no he matado a mi hijo. Tengo 66 años y no conozco algún caso así. Si no estoy llorando es porque estoy imposibilitada de hacerlo. Pero mi corazón está dolorido". Ese fue el alegato de Bernarda C. ante la Justicia, que la condenó a cadena perpetua en 2010, encontrándola culpable de haber asesinado a su hijo de un tiro en la sien. Ella, en silla de ruedas (purga prisión domiciliaria), juró que él se había suicidado y que había anticipado su decisión. Los investigadores, en cambio, sospecharon de que él se alcoholizaba y se tornaba violento. La Fiscalía explicó que, por una rotura en el revólver calibre 22, quien hubiera accionado el arma presentaría residuo de pólvora en las manos. Pero el test de parafina dio negativo en la víctima. El único caso positivo fue el de Bernarda C.

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