El modo de ellas

El modo de ellas

Por Lic. Luis Manuel Seiffe, psicoanalista. Miembro docente del Instituto Oscar Masotta, dedicado al estudio y tratamiento de toxicomanías.

08 Mayo 2011
1.- Los casos que mejor se conocen corresponden a asesinos paranoicos. Se trata de comunicaciones que hizo Lacan en 1928 y 1929, y que luego dieron consistencia a su tesis de doctorado en 1932. En estos casos, el criminal actúa bajo la influencia del episodio alusinatorio y del delirio que construye a modo de respuesta. Los "perseguidos", cuando la provocación se les vuelve ya insoportable, actúan al unísono de su interpretación. En segundo término, en esta clase de crímenes "raros", la forma de su ejecución -es decir, el acto mismo- adquiere una significación que ya no se puede articular en palabras y se resuelve por medio del acto. A esto se debe el ensañamiento que queda plasmado en el cuerpo de la víctima: cada agresión tiene el valor de un mensaje.

2.- A partir del grupo anterior, en los que el acto se impone de modo absoluto, en los 70 se pudo estudiar con precisión lo que Lacan llamó "la maquinería del pasaje al acto". Aquí podemos integrar a las personas normales, de modo tal que llegamos a comprender que nadie está exento de la posibilidad de cometer un crimen (tiene la importancia de mostrar que el ser criminal no es sustancial). Veamos en qué condiciones puede un ser humano llegar a cometer un asesinato:

A) Considero que el acto, su potencia, se inicia en el momento que todas las significaciones que pueden impedirlo ya se han agotado.

B) Lo que actúa entre la potencia y el acto no tiene en realidad una causalidad, una razón que se apoye en un paso a paso. Siempre queda entre ambos extremos un vació, una "falla causal". Es esa falla lo que el sujeto viene a cubrir con su "libreto" y lo realiza en acto; esto es lo que la psiquiatría clásica llama el "contenido" del pensamiento. El caso más frecuente entre nosotros son las riñas tras los beberajes; esos encontronazos en los que los amigos "se desconocen" tienen como argumento la hombría o los celos por la mujer. Esta oposición basada en un argumento tan vigoroso y simple desemboca en la muerte.

3. Este ejemplo muestra que, en el momento del crimen, el mundo ha quedado reducido a una oposición de conciencias, sin otra mediación de ideas que la que pone en juego la confrontación. Las representaciones se anulan, el pensamiento se queda fijado a esa única idea, no hay capacidad dialéctica que valga, y el acto se impone.

4.- El crimen a partir de la confrontación es un modo "hombre" de asesinar. El modo "mujer" es distinto. En esos casos siempre es necesario buscar un argumento, una motivación más sutil. Para esto debemos admitir que las mujeres entran en conflictos de esta clase sin tener nada que perder: a diferencia del hombre, no tienen ninguna necesidad de "demostrar" que son valientes, sino que ponen su empeño en algo tan particular que sólo a ellas les concierne. Esta particularidad de las mujeres, su modo de ser únicas, encuentra en las tragedias un recorrido que la realidad sólo imita (no culpemos a la realidad, agradezcamos a los buenos escritores). Los casos de presuntas mujeres asesinas que se han debatido durante este año en Tucumán tienen una referencia paradigmática: ambos argumentos son pasionales. Uno de ellos sigue la inclinación de la ambición y la lujuria, para lo que debemos plantearnos una Lady Machbeth en pueblo pequeño. El otro, una verdadera Madame Bovary que sigue el influjo de su pasión amorosa: busca en cada momento encarnar el objeto de esa pasión al límite de consecuencias imprevisibles.

5. En conclusión, el acto tiene el correlato de un argumento sumergido que lo provoca, pero no hay entre ellos una relación unívoca. Es justamente un mal arranque de la pasión lo que hace creer que la supresión del otro es una solución. Lo que no deja de ser una satisfacción.

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