No descartan que sea un golpe de Estado encubierto

No descartan que sea un golpe de Estado encubierto

Por Ana Beatrice Clasmann - Columnista de DPA.

30 Enero 2011
EL CAIRO/Estambul.- Cientos de manifestantes volvieron a concentrarse ayer en la céntrica plaza de Tahrir en El Cairo, exigiendo la dimisión del presidente, Hosni Mubarak, de 82 años: "Han robado y saqueado el país y por ello, el presidente debe ser llevado a los tribunales", gritaban.

Algunos de ellos intentaban entablar conversación con los soldados que tomaron posiciones en todas las plazas centrales de la capital. Pero los militares no se dejaban llevar.

"Estamos aquí sólo para proteger al pueblo y la propiedad del Estado", decían. Una posición respetada por muchos egipcios. Porque al contrario que la policía -considerada en todas partes brutal y corrupta- el Ejército tiene una relativa buena consideración en Egipto. Y ello pese a que algunos oficiales en los años posteriores a la revolución de 1952 se quedaron con propiedades estatales.

Impera la desconfianza
Pero al mismo tiempo impera la desconfianza. Muchos egipcios con formación se preguntan cómo es posible que el jefe del Estado Mayor, el teniente general Sami Hafis Anan precisamente se encuentre en Washington en un momento en el que en su país el pueblo está saliendo a la calle.

De ahí que muchos egipcios no descarten que esta revuelta impulsada por la oposición, a la que después se unieron los Hermanos Musulmanes y jóvenes violentos de asentamientos ilegales, sea en realidad un golpe de Estado encubierto del Ejército con la bendición del gobierno estadounidense.

Ocurre que no es ningún secreto que el presidente estadounidense, Barack Obama, y algunos otros socios occidentales de Egipto no están satisfechos con la actitud del presidente egipcio y su séquito respecto de la democracia y los derechos humanos.

¿Guiño de EE.UU?

En este contexto, el apoyo que brindó Washington al premio Nobel de la Paz, Mohammed el Baradei, que llegó el viernes a El Cairo, fue muy evidente.

Posiblemente, los estadounidenses hayan encontrado aliados en la cúpula militar egipcia que quieran también echar al anciano Mubarak, debido a su férrea insistencia en volver a ser candidato en las presidenciales del próximo otoño o intentar imponer la candidatura de su hijo Gamal.

Sobre el estado de salud de Mubarak padre se especula desde hace mucho tiempo. Y Gamal, considerado amigo de la elite empresarial de los nuevos ricos, no es especialmente popular en los círculos militares.

De momento, sólo algo es seguro: si el ejército y el nuevo gobierno del país no logran poner fin a los saqueos y la violencia rápidamente, Egipto vivirá una huida masiva de las clases altas. Una parte de los empresarios que no lloraría la caída de Mubarak está desde hace tiempo con las valijas a medio hacer por la inestabilidad de los últimos meses.

El empresario turístico Samih Sawiris, un copto cristiano, trasladó por ese motivo hace tiempo la sede de su empresa a Suiza.

La gran cuestión es ahora si Mubarak se exiliará y si el ejército lo apoyará o, al menos, una parte de los militares. ¿Cómo son entre bambalinas las luchas de poder internas en El Cairo? La situación es aún poco clara y quizá se precipite quien ya esté celebrando la caída de otro régimen que no organiza elecciones limpias y permite la tortura.

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