La revolución en la música infantil

La revolución en la música infantil

Por Violeta de Gainza - Pdta Honoraria Foro Latinoamericano de educación musical.

12 Enero 2011
Cuando a mediados de los cincuenta a la joven y genial escritora se le ocurre ponerle música a sus originales poemas para niños y, sin más, se larga a cantarlos con la guitarra, probablemente no sabía que estaba abriendo surcos profundos en la estética del canto popular infantil.

Hasta entonces, aparte de las canciones patrias -más divertidas ellas- los niños entonaban en la escuela apenas un puñado de aburridas melodías de carácter didáctico, de esas que suben y bajan disciplinadamente por la escala sin apartarse demasiado de las zonas más trilladas del registro sonoro.

Y reservaban para el regreso las rondas infantiles tradicionales que se jugaban en la vereda... Rondas de origen hispánico, alegres pero monásticas, sin saltos ni sorpresas -como tienen las brasileñas, de origen portugués- perfectamente enclavadas en los sonidos tonales básicos, que en aquellas épocas las madres sabían transmitir a sus hijos desde pequeños. Suponemos que cuando María Elena abrió la boca y comenzó a cantar no se limitó a dar pasitos con la voz, sino, probó de todo: saltos de distintos tamaños, a distintas alturas, en lugares diferentes a los que estábamos acostumbrados a escuchar, y también jugó con las duraciones... Y trocó la lisura de las corcheas por el swing de los ritmos punteados y la síncopa... Y apareció el jazz y el Brasil que seguramente llevaba en la sangre desde que era chiquita... Porque para ella los saltos melódicos no eran peligrosos ni difíciles como decían las profesoras de música... Y también era normal y natural intercalar de tanto en tanto algunos sonidos "alterados" en la melodía.

Para las canciones de María Elena los tres acordes o posiciones básicas "principales" (tónica, dominante y subdominante) no bastaban. ¡Como en el jazz hubo que convocar a los acordes "secundarios" y a algunas dominantes auxiliares!

Era exactamente lo que se necesitaba para dar el salto a la modernidad en la música popular infantil. Y ese salto lo dio María Elena solita, así como el que dio Piazzolla en el tango o Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa en el folclore. El cancionero infantil de María Walsh se proyecta -la proyecta a ella como artista y creadora y nos proyecta a todos nosotros como argentinos- hacia todo el mundo hispano inaugurando una era de autonomía y libertad expresiva que permanece viva y activa.

¡Gracias María Elena!

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