26 Septiembre 2010
COMPROMISO. Dessein se propuso defender la tarea periodística.
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), institución que agrupa a más de 160 medios gráficos de todo el país, acaba de elegir un nuevo consejo ejecutivo. Lo integran representantes de diarios de gran tirada como La Nación, Clarín y Perfil junto a periódicos grandes, medianos y pequeños de distintas provincias. La misión de Adepa es la defensa de la libertad de prensa, objetivo que hoy es tan complejo como necesario.
Los últimos doce meses fueron particularmente turbulentos en la Argentina. Comenzaron con la sanción de una ley de medios con artículos que vulneran principios constitucionales. Luego tuvo lugar una larga serie de ataques a la libertad de prensa: escraches públicos a periodistas, interferencias en sus correos electrónicos y en sus líneas telefónicas, querellas contra editores, regulación arbitraria del sistema de venta de diarios y bloqueos de sus plantas de distribución. El nuevo consejo ejecutivo de Adepa asume mientras el Gobierno impulsa un proyecto de ley sobre la producción, comercialización y distribución de papel para diarios. El planteo sobre el papel es una cuestión anacrónica en un contexto en el que, por una combinación de factores como la caída de las tiradas de los diarios y la libre importación de papel, este es un commodity de libre acceso. Lo que no resulta anacrónico, porque atañe al presente, es recordar el papel central que nuestra constitución, y todas las democracias modernas, le otorgan a la libertad de prensa.
Los medios cometen aciertos y errores, tienen periodistas con virtudes y vicios, pero todos ellos son imprescindibles para sostener un sistema plagado de defectos pero que, a pesar de todo, es el menos malo de los que conocemos para armonizar la convivencia humana. Y ese sistema es la democracia.
La libertad de prensa implica medios con independencia editorial. Esta depende de una autonomía económica respecto de los fondos que el gobierno reparte discrecionalmente. Y esa autonomía deriva de la elección que hacen diariamente los ciudadanos al optar por un canal de información que les permita examinar la gestión de quienes los gobiernan, elegirlos fundadamente y, de ese modo, darle sustancia a la democracia. Si desaparecieran los medios independientes, lo que se extinguiría con ellos sería la posibilidad de los ciudadanos de elegir su propio destino.
Los últimos doce meses fueron particularmente turbulentos en la Argentina. Comenzaron con la sanción de una ley de medios con artículos que vulneran principios constitucionales. Luego tuvo lugar una larga serie de ataques a la libertad de prensa: escraches públicos a periodistas, interferencias en sus correos electrónicos y en sus líneas telefónicas, querellas contra editores, regulación arbitraria del sistema de venta de diarios y bloqueos de sus plantas de distribución. El nuevo consejo ejecutivo de Adepa asume mientras el Gobierno impulsa un proyecto de ley sobre la producción, comercialización y distribución de papel para diarios. El planteo sobre el papel es una cuestión anacrónica en un contexto en el que, por una combinación de factores como la caída de las tiradas de los diarios y la libre importación de papel, este es un commodity de libre acceso. Lo que no resulta anacrónico, porque atañe al presente, es recordar el papel central que nuestra constitución, y todas las democracias modernas, le otorgan a la libertad de prensa.
Los medios cometen aciertos y errores, tienen periodistas con virtudes y vicios, pero todos ellos son imprescindibles para sostener un sistema plagado de defectos pero que, a pesar de todo, es el menos malo de los que conocemos para armonizar la convivencia humana. Y ese sistema es la democracia.
La libertad de prensa implica medios con independencia editorial. Esta depende de una autonomía económica respecto de los fondos que el gobierno reparte discrecionalmente. Y esa autonomía deriva de la elección que hacen diariamente los ciudadanos al optar por un canal de información que les permita examinar la gestión de quienes los gobiernan, elegirlos fundadamente y, de ese modo, darle sustancia a la democracia. Si desaparecieran los medios independientes, lo que se extinguiría con ellos sería la posibilidad de los ciudadanos de elegir su propio destino.
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