Denunciaron que un preso vendía droga en una comisaría, pero Gendarmería no halló pruebas

Denunciaron que un preso vendía droga en una comisaría, pero Gendarmería no halló pruebas

El acusado está detenido desde el año pasado, sindicado de liderar una red que distribuía estupefacientes desde Lules hasta Famaillá. La Justicia Federal recibió el testimonio de un vecino, que afirma que había irregularidades dentro de la repartición. No habían comunicado el traslado de uno de los imputados.

PROCEDIMIENTO. Un gendarme sale con prisa de la comisaría, a buscar una máquina de escribir, mientras otro queda en la puerta. Nadie pudo entrar ni salir de la dependencia mientras se llevaba a cabo el operativo ayer a la tarde. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO PROCEDIMIENTO. Un gendarme sale con prisa de la comisaría, a buscar una máquina de escribir, mientras otro queda en la puerta. Nadie pudo entrar ni salir de la dependencia mientras se llevaba a cabo el operativo ayer a la tarde. LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
12 Septiembre 2010
El hombre de jeans y camisa clara a rayas esperaba frente a la comisaría. Caminaba ansioso. Miraba la hora. Habían pasado minutos de las 17. Entraba a la dependencia, hablaba por teléfono fijo, salía, hablaba por teléfono celular. Estaba preocupado. Media hora después llegó una camioneta Chevrolet S-10 doble cabina con vidrios polarizados. Dos hombres bajaron rápidamente. Ambos vestían normalmente. Uno de ellos saludó al que esperaba y luego entraron juntos. El otro quedó afuera. El era el que manejaba la camioneta. Conversaron en una oficina. Esperaron. Estaban ansiosos. La camioneta de la comisaría iba y venía constantemente. Los uniformados parecían apurados. ¿Qué pasa?, le preguntó un vecino al hombre que había quedado junto a la camioneta. "Va a venir Gendarmería a hacer un allanamiento", contestó. "¿Aquí, en la comisaría?". La repregunta era obvia. "¿Cómo van a hacer un allanamiento en la comisaría? ¿Qué buscan?", volvió a interesarse el vecino. "Nada, dicen que el preso que está adentro está vendiendo droga dentro de la comisaría". Bomba.

Fue justamente un vecino el que había encendido la mecha del explosivo. "Ahí en la comisaría está detenido Cristian Achén. El les vende a los chicos de la zona. Los policías no hacen nada. Achén es el dueño de la comisaría". La frase se escuchó en el Juzgado Federal, y llegó a oídos del juez Mario Racedo. "Tengo pruebas", dijo el informante. Nadie podía creerlo. Según él, vendían droga dentro de una comisaría.

Cristian Achén está en la dependencia de El Manantial desde octubre del año pasado. La Dirección de Drogas Peligrosas lo había sorprendido junto con su hermano Rodolfo con más de un kilo de marihuana y medio de cocaína. Ambos estaban a disposición del juez Racedo. Luego de procesarlos con prisión preventiva, fueron enviados a la comisaría de El Manantial. Allí se inició el primer problema. Desde hace meses, la Dirección de Institutos Penales no está recibiendo presos federales, aparentemente por una importante deuda que la Nación mantiene con la provincia por su manutención. Por eso, a pesar de que lo único que falta para que se resuelva su situación procesal es el juicio oral, ninguno de los dos había sido enviado a la cárcel. Pasaron los meses y aparentemente los Achén se portaron muy bien. "Los policías los mandan siempre a hacer las compras en los almacenes de la zona", dijo ayer José Luis Trejo, un vecino, en la plaza. "Ya los conocemos todos. Sabíamos que estaban detenidos, pero se movían con tranquilidad por afuera", agregó el hombre. La foto que está colocada arriba de estas líneas muestra lo que pasaba dentro de la dependencia. Los hermanos Achén, sonrientes, hacen gestos a un fotógrafo, arriba de una moto de la Policía, a metros del calabozo que debían estar ocupando. Detrás de ellos se ven las rejas que debían mantenerlos encerrados. En la imagen no se los ve muy preocupados por su situación procesal. "Se reían todo el tiempo. Tenían un televisor con cable a su disposición. Hacían asados. No parecía que estaban presos, sino que eran invitados", aseguró Marta, otra vecina que, en su caso, prefirió no dar su apellido.

La llegada
Minutos antes de las 19, un Renault Megane pintado de verde y con el logo de Gendarmería Nacional estacionó frente a la comisaría. A los segundos llegó un pequeño camión del que comenzaron a saltar gendarmes como en el desembarco de Normandía. En minutos rodearon la comisaría. Los policías ni se inmutaron. Evidentemente ya sabían del operativo. "El subjefe de Policía (Nicolás Barrera) fue quien se enteró y le pidió al jefe Regional (Víctor Pacheco) que estuviera presente durante la medida", explicó uno de los agentes que trabaja en esa dependencia. La misma información, por distinta vía, le llegó al juez federal Racedo que en el acto ordenó que se iniciara un sumario paralelo para que se investigue la presunta comisión de un delito por la filtración de información del procedimiento, que será derivado al fiscal federal que por turno corresponda.

Nada de nada
A la vista de dos testigos a quienes se les pidió colaboración, los gendarmes pasaron más de tres horas dentro de la comisaría. Incluso llevaron al perro Abigail, entrenado para detectar narcóticos. Pero dentro de la comisaría no había nada raro. Ni droga ni ninguna otra cosa ilegal. Sí estaba el único detenido, Cristian Achén. Mejor dicho, no estaba solo. Estaba con su hermano Rodolfo. Esto fue extraño para los investigadores ya que hace 10 días los policías habían decidido separarlos luego de que ambos hermanos se trompearan violentamente. Entonces mandaron a Rodolfo a la comisaría de Lules. El problema es que, según una fuente judicial, no comunicaron del traslado a la Justicia Federal. Racedo, a cuya disposición están ambos, no sabía nada del traslado. Pero cuando los gendarmes llegaron a El Manantial, Rodolfo ya estaba allí. La versión oficial fue que lo llevaron desde la comisaría de Lules. La otra es que lo buscaron en una calle de esa ciudad, por donde estaba caminando, y lo trasladaron a El Manantial "para que los gendarmes lo encontraran".

Hasta anoche, los Achén seguían en esa comisaría, pero se analizaba trasladarlos a otra dependencia. Para tratar de corroborar la información, la Justicia Federal también ordenó que se allanaran sus domicilios. Pero el resultado fue el mismo que en la comisaría: todo estaba extremadamente limpio.

Ahora Racedo investiga dos cosas: la presunta venta de estupefacientes dentro de la comisaría, con Cristian Achén como posible autor y los policías al menos como encubridores, y la filtración de información del operativo de ayer. Las esquirlas de la bomba no terminan todavía de esparcirse.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios