Apuro y tradición, el ADN de la letra de médico

Los galenos hacen una autocrítica e intentan desentrañan los orígenes de una caligrafía que indigna a pacientes y a farmacéuticos. Los resabios del lenguaje de las antiguas recetas magistrales se conjuga con las urgencias de los tiempos modernos.

MISION CASI IMPOSIBLE. Comprender la letra de un médico implica un desafío para quienes deben lidiar con ella: los pacientes y los farmacéuticos. MISION CASI IMPOSIBLE. Comprender la letra de un médico implica un desafío para quienes deben lidiar con ella: los pacientes y los farmacéuticos.
06 Septiembre 2010
"Existe una cátedra oculta en la Facultad de Ciencias Médicas (...) que sólo conocen algunos iniciados, cuya misión es empeorar aún más la caligrafía de los futuros médicos. El objetivo es claro: escribir para que nunca se entienda y la gente tenga que volver a la consulta". Este texto tiene origen en la imaginación del médico cordobés Carlos Presman, autor del libro "Letra de médico". Fuera del ámbito de la ficción, es una exageración pensar que una logia oscura se encarga de hacer aún más ininteligible la ya de por sí incomprensible letra de muchos galenos. De todos modos, los mismos médicos hacen una autocrítica y buscan encontrarle una razón: tradición, apuro y desprolijidad deliberada parecen ser (según ellos) las causas de tantos dolores de cabeza para pacientes y farmacéuticos.

Irma Gómez tiene 60 años y una artrosis que la acompaña desde hace rato. Espera para ser atendida en el hospital Centro de Salud y se queja: "A veces ni siquiera puedo caminar y necesito los remedios. Es muy indignante no entenderle la letra al médico, porque uno no es adivino para saber cómo hay que tomarlos".

Sus palabras describen con simpleza un problema que parece ser tan antiguo como la medicina misma. "Acabo de pedirle a un cliente que vuelva al médico para que le aclare qué remedio necesita; no había forma de entender la receta", relata la farmacéutica Marina Bujazha detrás del mostrador de una farmacia de 9 de Julio primera cuadra.

¿Y los galenos qué dicen? Coinciden en que la letra que los caracteriza es la hija indeseada de una conjunción de factores. "Antes, las recetas magistrales se escribían de una manera que sólo entendían quien la redactaba, el médico, y el boticario, y que formaba parte del lenguaje técnico que manejaban. En el caso de los especialistas modernos se produce una conjunción de factores. Por un lado influye la memoria colectiva de aquella forma de escribir y, por el otro, se redacta mucho y muy rápido", aclara el decano de la Facultad de Medicina de la UNT, Mateo Martínez.

El ex director del hospital Padilla, Eugenio Lobo, agrega dos genes más al ADN de la letra de médico: los años de estudio en la Facultad y la sobrecarga de trabajo en el consultorio. "Hay un factor que distorsiona mucho la caligrafía: cuando uno es estudiante, toma apuntes a mucha velocidad; eso va deformando progresivamente la letra. El problema también pasa por la sobrecarga de trabajo: para ganar tiempo, se escribe a mucha velocidad", explica. Obviamente, la mentada conjunción deviene en problemas que van más allá de la indignación de pacientes y farmacéuticos. "Mientras estuve al frente del Padilla tuvimos problemas a causa de las malas letras, especialmente con algunas historias clínicas que fueron a la Justicia y que generaron problemas de interpretación", recuerda.

¿Y ellas?

Martínez y Lobo coinciden en que, si bien la mala letra está generalizada, hay excepciones: las de muchas mujeres que ejercen la profesión. "En mi opinión, esta es una cuestión personal que depende de la instrucción de cada uno y que es independiente del hecho de que uno sea mujer o varón. Generalmente, uno se centra en la atención del paciente y deja la escritura para el último momento de la consulta; entonces, redacta con apuro. Hay que cuidar la letra. Porque no sirve de nada hacer un buen diagnóstico y prescribir el medicamento adecuado si no se entiende ni la receta ni las indicaciones", se ataja Marcela Djivelekian, médica y docente de la UNT.

"El paciente tiene derecho a saber; se supone que el receptor de un mensaje debe comprenderlo acabadamente. Por eso, el médico debe escribir con claridad", manifiesta Martínez. Pacientes y farmacéuticos ruegan que los galenos le hagan caso.

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