A pie, en auto y en colectivo

19 Julio 2010
Un aventón para llegar lejos.- Desde El Corte hasta la Primera Confitería, las banquinas estaban repletas de personas que subían al cerro a pie. Obviamente, la mayoría no tenía como objetivo llegar a San Javier caminando, sino que esperaban el paso de los colectivos para que los acercaran a esa nieve que se veía tan lejana desde abajo.

Desafío para la mecánica.- Hay que reconocer que subir el cerro San Javier no implica ningún desafío para un vehículo más o menos en buen estado. Pero todo cambia cuando hay que hacerlo a paso de hombre y frenando cada dos por tres. Por esa razón, en cada curva había autos y camionetas estacionadas con el capot abierto. La mayor parte de esos motores habían recalentado. Pero las paradas fueron una excusa para jugar con la nieve.

Panorámica increíble.- En circunstancias normales, la vegetación que rodea el camino que sube a Villa Nougués impide observar San Pablo y la ciudad. Sin embargo, ayer la panorámica era espectacular, porque el peso de la nieve acumulada derribó ramas, arbustos y malezas.

Como en un cantón suizo.- Villa Nougués era un calco de un cantón suizo. Los enormes jardines en desnivel de las casas señoriales estaban cubiertos de nieve, los techos soportaban varios centímetros de manto blanco y en las galerías había estalactitas. Si a este panorama se le suma un sol radiante, no hay nada más que pedir, solamente disfrutar.

El golf le dejó su lugar al "culipatín".- La cancha de golf de Villa Nougués se convirtió en una pista de "culipatín". Al mejor estilo de Bariloche, niños, jóvenes y adultos se deslizaron a toda velocidad durante toda la tarde ¿Cómo lo hicieron? Utilizaron las alfombras de los autos o cualquier otro elemento que el ingenio les proporcionó.

Loma Bola a full.- A falta de corrientes térmicas, intentar volar en parapente ayer era lo mismo que suicidarse. Sin embargo, el predio de Loma Bola estuvo casi tan concurrido como si se estuviese realizando un torneo de vuelo. Lo que pasa es que la zona de despegue se había convertido en una enorme alfombra blanca ideal para jugar con la nieve. Otra a favor: la vista hacia la ciudad era inigualable.

Los hijos lo atosigaron.- Ya habían pasado las 18, la oscuridad había comenzado a adueñarse del cerro y, sin embargo, la hilera de vehículos que subían hacia San Javier era infinita. "Me dormí una siesta y, cuando me desperté, mis hijos me empezaron a torturar para que vayamos al cerro. No me quedó otra que decirles que sí. Y bueno, aquí estoy, en un embotellamiento", relató entre risas Juan Carlos Jiménez.

Barro helado.- En Horco Molle, la nieve era sólo un recuerdo. En los alrededores de la reserva universitaria, sólo había algo de hielo en los alambrados y en los árboles. Sin embargo, esto no desanimó a quienes se habían trasladado hasta allí. Con lo poco que consiguieron, armaron muñecos y los montaron sobre los autos. Eso sí: no era la nieve blanca de otros días, sino oscura, mezclada con el barro de la banquina.

Con la onda.- El alboroto que causaron las miles de personas que subieron al cerro fue la mejor excusa que tuvieron muchos niños de San Javier para sacar sus ondas y salir a cazar los pájaros que, alarmados, levantaban vuelo de los árboles cubiertos de nieve. Se hicieron la fiesta apuntándole a todo lo que volaba.

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