Una experiencia que busca integrar las familias

Una experiencia que busca integrar las familias

En el barrio Ampliación Juan Luis Nougués, miembros de 18 hogares que participan del proyecto estatal colaboran con el menú diario.

APRESTOS. En el pasaje Lima al 2.900, el equipo de cocineras y cocineros se reúne temprano para preparar el guiso de fideos con pollo para el mediodía. LA GACETA / FRANCO VERA APRESTOS. En el pasaje Lima al 2.900, el equipo de cocineras y cocineros se reúne temprano para preparar el guiso de fideos con pollo para el mediodía. LA GACETA / FRANCO VERA
16 Enero 2010
Un pequeño cartel rojo con letras blancas indica que, en la casa ubicada en el pasaje Lima al 2.900, funciona la cocina comunitaria "Amor y Esperanza", en el barrio Ampliación Juan Luis Nougués. Por el costado de la vivienda, un pasillo adornado con las jaulitas desde donde sale el canturreo de jilgueros, reinas moras y cardenales, lleva hasta el centro de operaciones, donde Marta Argañaraz, de 53 años, da las instrucciones a sus otras compañeras.

"Hace tres años que trabajo aquí. La cocina comunitaria me cambió la vida. Yo atravesaba momentos terribles. La primera vez que vine fue porque me enteré que funcionaba el comedor, me ofrecí como colaboradora y, gracias a esto mejoré un poco", comentó doña Marta, mientras controlaba el tiempo de cocción del guiso, para agregar los fideos entrefinos.

La cocina comunitaria está conformada por 18 familias y cada una asigna un integrante para colaborar en la preparación del menú del día. Según explicó Nancy Suárez Medina, técnica del área social del Ministerio de Desarrollo Social, el objetivo es que se recuperen los vínculos dentro del entorno familiar. "Mientras que los comedores están destinados para personas de hasta 14 años; con este proyecto, la idea es que coma toda la familia y que comparta la mesa en su casa", explicó.

Víctor Hugo Serrano, también del Ministerio de Desarrollo Social, agregó que desde esa cartera se les provee de un subsidio, está calculado para funcionar durante 20 días hábiles. "Cuando cobran la ayuda, retiran la orden de mercadería, más artículos de limpieza", dijo.

Comer por $ 2
Una de las modalidades de la cocina comunitaria es que cada familia aporta $ 2 por día. "Antes, en la ayuda que nos daba el Ministerio, no estaban estipuladas algunas cosas. Con esto podemos cubrir algunos artículos de limpieza, el flete para trasladar la mercadería que se compra, y para proveernos del combustible necesario para el funcionamiento de la cocina, como ser el gas o la leña, cuando hace falta", subrayó Teresa Urrea, la responsable del lugar. Además, agregó, el aporte sirve para mejorar el menú. Quienes no pueden colaborar económicamente, se suman a alguna de las tareas que se desarrollan en el lugar.

Doña Marta, con una precisión de cirujano, agrega la sal y el pimentón a la preparación, para luego incorporar los fideos. "No dejo que nadie se encargue de esa parte", se enorgullece, y sus colaboradores asienten entre risas.

En horario
Las tareas comienzan a las 8 y, a las 12.30, los vecinos que integran la cocina comunitaria llevan su vianda para el grupo familiar. "Las chicas están desde temprano preparando las cosas. La idea es que a las 13.10 ya no quede nadie. A las 17 vuelven para planificar lo que se cocinará al día siguiente y para dejar todo los materiales limpios", remarcó Urrea.

Ramona Leguizamón conversa con LA GACETA y destaca la importancia de ese emprendimiento. "Hace cinco años que vengo aquí. Gracias a esto puedo ayudar a comprar remedios para mi marido", comentó y se autoproclamó como especialista en la preparación de guisos.

Entre las ollas y los cucharones, se destaca un horno ecológico que es de suma importancia para la preparación de empanadas y de pizzas caseras. El horno está construido en torno a un tacho de lata de 200 litros, cubierto, revestido con barro y cemento. Una de las ventajas consiste en que tarda en enfriarse y en que no necesita de mucho combustible. "Es bastante útil", dijo Leguizamón.

Cada grupo que se encarga de preparar la comida durante la semana está dirigido por una persona en particular. El hijo de María Millicay estaba enfermo, por lo que tuvo que ser reemplazado por Francisco Corso. "Después trabajo en el turno de ’Paco’ y quedamos a mano", adelantó Millicay.

A las 12.30, con una puntualidad inglesa, los comensales, con una bolsa en la mano, en cuyo interior llevaban dos recipientes, atravesaron el pasillo atestado por el canturreo de los jilgueros, las reinas moras y los cardenales de la casa del pasaje Lima al 2.900, para retirar el guiso de fideos con pollo y el arroz con leche que dieron como postre, y llevarlos hasta su casa para compartir con la familia.

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