Alcohólicos, abstemios, miopes y fóbicos

Alcohólicos, abstemios, miopes y fóbicos

Durante 20 días, un millón de seres vivos se cruza con un millón de objetos, en un espacio equivalente a cinco manzanas. En ese contexto, todo puede pasar. Y pasa de todo. Por Daniel Dessein. Para LA GACETA, Buenos Aires.

DESORDENADA PERO OPTIMISTA. Que tantas personas se congreguen para ver productos editoriales y no automotrices es algo poco común en el mundo. DESORDENADA PERO OPTIMISTA. Que tantas personas se congreguen para ver productos editoriales y no automotrices es algo poco común en el mundo.
03 Mayo 2009
Lo que caracteriza a la Feria es su volumen y su heterogeneidad. Durante 20 días, y en un espacio equivalente a cinco manzanas, un millón de seres se cruza con un millón de objetos. Con estos términos genéricos no pretendo construir la premisa de una humorada efectista y rematar diciendo que la mayor parte de los seres que circulan son hormigas ni que lo que más se vende allí son panchos y choripanes (aunque probablemente así sea) sino sugerir que, si me limitara a repetir los eslóganes habitualmente empleados para describir esta muestra editorial, no brindaría una imagen que lograra reflejar su naturaleza.
Si afirmamos que la Feria es el lugar en el que se encuentran un millón de lectores con un millón de libros y miles de autores, debemos, por lo menos, formular algunas precisiones.

Una categoría generosa
En primer lugar, hay que puntualizar: un porcentaje significativo de esos "lectores" no lee libros. En segundo lugar, que dentro de la categoría "libros" entran Ficciones, de Borges, y Pequeña Belén (no) ilustrada, poemario de la vedette Belén Francese. Finalmente que, en el rubro "autores", y particularmente en el de "escritores estrella" (que son quienes protagonizan los actos con mayor cantidad de público) se encuentran, por ejemplo, Guillermo Martínez y su tocayo Guillermo Coppola (el primero presentando Gödel, ensayo en el que aborda el célebre teorema matemático, y el segundo ofreciendo Autobiografía, opus híbrida en la que se mezcla el arte del fútbol con el de la cerámica). En la nómina de quienes presentan sus libros este año, junto a los mencionados, figuran la flogger Cumbio, el estilista Roberto Piazza, el humorista Coco Sily y el locutor Ari Paluch. Se trata, en síntesis, de una muestra plural.

Los otros, los nuestros
Si esta nota concluyera en el párrafo anterior, sería injusta. Porque debo, cuanto menos, agregar los nombres de Juan José Millás, Junot Díaz, Jorge Fernández Díaz, Angélica Gorodischer o los de quienes son mencionados en las páginas de este número. "Cuando algunos me dicen que son lectores siento como si una señora que se toma media copa de champagne por mes le dijera a un alcohólico que ella también bebe", nos decía Fernando Savater en la Feria. Y esa comparación se puede extender a la convivencia que se produce dentro del complejo fenómeno que se recicla en el predio de la Rural porteña todos los años, entre abril y mayo.
En ese marco, muchas veces pasa que (manteniendo la metáfora etílica) un abstemio con ocasionales deslices prueba un buen vino y se convierte en un ebrio consuetudinario. Luego, que una persona que no lee se torne lector voraz tras conocer la feria sería algo tan positivo, sin dudas, que bastaría para justificar un emprendimiento de este tipo.
Que un millón de personas se congregue para recorrer pasillos en los que no se exponen artefactos electrónicos ni autos sino libros es algo poco común en el mundo. De hecho, la de Buenos Aires es la muestra editorial más visitada de Iberoamérica. Y, como podría decir Juan José Millás, ese ritual anual en el que se veneran libros, aunque se convierta en una fiesta fetichista o en una ceremonia en que se rinde culto a falsos ídolos, siempre deja abierta una buena chance para el contacto con lo mejor de la literatura.  

Cortos de vista
También pueden ocurrir tragedias. Es posible que uno de los lectores de Brian Weiss, que cree ser la reencarnación de Shakespeare y está buscando la sala en la que está disertando el gurú norteamericano, entre accidentalmente al salón al que los editores de Thomas Pynchon (que vive oculto hace 60 años) han logrado arrastrar al fóbico escritor. Es probable que el reencarnado pida la palabra y le diga al expositor que sus libros son una porquería. Seguramente, Pynchon moriría allí de un infarto masivo de miocardio.
Tiene que haber un problema con la señalética que debería orientar a quienes buscan salas, porque está estadísticamente comprobado que la mayor parte de los concurrentes a actos públicos se ha confundido de lugar. Y también que la minoría que se encuentra en el espacio correcto es muy tímida. De otra manera no resulta comprensible por qué todas las personas que piden la palabra para hacer preguntas no tienen la menor noción sobre la identidad de los oradores ni sobre el contenido de sus discursos ni, mucho menos, sobre su obra.
Tal vez la confusión sea generada por una miopía incipiente de los concurrentes verborrágicos y no por carteles defectuosos. Los escritores de raza, por su parte, también suelen tener problemas con la visibilidad; normalmente no les gusta ser percibidos. Entonces, pensándolo bien, deben ser ellos quienes se introducen deliberadamente en las salas equivocadas, en los lugares en donde ser percibidos no resulta posible.
© LA GACETA

Daniel Dessein ? Escritor y periodista. Fue miembro del jurado de la Feria del Libro que eligió el mejor libro del año en 2008. El domingo pasado recibió el premio a la excelencia periodística de la Sociedad Argentina de Filosofía, en el marco de la Feria del Libro.

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