Hablar ayudó a dos estudiantes a superar sus rivalidades

Hablar ayudó a dos estudiantes a superar sus rivalidades

Los padres se pusieron de acuerdo en la necesidad de ayudar a los chicos a afrontar los problemas sin violencia.

18 Mayo 2008
Sus destinos -el de un taxista y el de un ingeniero- jamás se hubieran unido de no ser por un punto en común: el amor hacia sus hijos. La vida los juntó en la madrugada de un domingo, cuando sus vástagos -de dos escuelas diferentes de la UNT- se trenzaron a golpes a la salida de un baile, en Mendoza y Salta. Sus padres, que no se conocían hasta entonces, no hicieron denuncias policiales ni salieron a vengarlos, sino que se citaron en un bar para hablar de sus hijos y se pusieron de acuerdo en ayudarlos para que entiendan que la violencia no lleva a ninguna parte.
"La rivalidad entre los alumnos de esos colegios es histórica. No se pueden ni ver. Pero eso se tiene que acabar, y los padres, en vez de enfrentarnos, debemos educar a nuestros hijos en la paz y no en la violencia", reflexiona el taxista Fernando Calderón, de 48 años, que vive en El Manantial.
"Mi hijo estaba sentado afuera, en un bar, con otros amigos, cuando los chicos de otro colegio lo reconocieron. El viernes anterior había participado en un campeonato de fútbol entre ambas instituciones y había hecho varios goles que le dieron el triunfo a su colegio. Me contó que lo rodearon. ?¿Saben quién es este? El que metió los goles?, dijo uno. ¡Eran como 15! Lo persiguieron hasta la esquina, y ahí un taxista le abrió la puerta de su auto. ?¡Entrá que te van a matar!?, le dijo".
Del otro lado, la versión es distinta. "Mi hijo no agredió a nadie. Sólo hubo una rencilla propia de los amores por los colores del colegio y de los cuadros de fútbol. Siempre hay cargadas y esas cosas", señaló el papá del otro chico a LA GACETA.
Lo cierto es que a la mañana siguiente, Calderón averiguó el nombre del padre de uno de los jóvenes que participaron en el incidente. "Busqué el teléfono en la guía y lo llamé. Rompimos el esquema. Yo podría haber puesto una denuncia por amenaza de muerte y agresiones, pero aplicamos otro método. Hablamos y nos dimos cuenta de que cada chico nos había contado una versión distinta, pero descubrimos que la provocación era mutua. La disputa entre los grupos de distinto colegio viene desde hace años, y hay códigos de silencio que ellos respetan", señaló.
"Quedamos de acuerdo en que hablaríamos con nuestros hijos para hacerles ver lo peligroso que era lo que hacían. Al final, nos pidieron disculpas y reconocieron que estuvieron mal", afirmó.
La historia no termina ahí. Los adolescentes, a su vez, hicieron reflexionar a sus compañeros. "Les dije que los alumnos de las escuelas de la Universidad debemos estar unidos, porque de lo contrario nos perjudicamos nosotros mismos", señaló uno de los jóvenes -cuyos nombres se mantienen en reserva por razones legales-. "Mi papá dijo que esas cosas no pueden pasar y menos entre alumnos de colegios universitarios. Mis compañeros estuvieron de acuerdo", contó.

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