Un piano con aroma criollo

Un piano con aroma criollo

Adiós a un grande.

13 Mayo 2008
Un análisis de Roberto Espinosa, Redacción LA GACETA.


Chiquito como pulga, gigante como músico. Ese aroma criollo alborotado de chacareras, nacido en la alegría, en el vino conversado de los amigos, en los aro aro de la risa y la picardía, floreció en el piano de Adolfo Abalos. Seguramente, Euterpe, la musa griega de la música, se enamoró en la década de 1930 del gracejo de este duende con acento santiagueño que cerró el teclado de su alma a los 93 años.
Tal vez, fue ella la que le trampeó el destino en Tucumán, donde estudiaba Farmacia, para hacerlo suyo. Si así no hubiera sido, hubiese terminado quizás sus días en un laboratorio, rodeado de reactivos químicos y pipetas. “Si la muerte ha’i llegar, no’i de morir contento mientras no pite un chala de mi Loreto, ay, ay, sí, sí...” “Otro de los que me influyó fue el ‘Pulga’ Abalos, muy amigo de mi hermana Leda, que a fines del 30 estudiaba aquí Farmacia. Tocaba muy bien el jazz. Cuando iba a rendir la última materia para recibirse, los amigos lo hicieron machar para que dejara todo y se fuera a Buenos Aires; así que no se recibió. Luego armó el conjunto con sus otros hermanos”, cuenta Rolando “El Chivo” Valladares.
Fue tal vez en la casa de “El Chivo”, donde “El Pulga” y Enrique “Mono” Villegas se conocieron y con el tiempo anudaron una amistad entrañable. “Lo conocí en el 39, pero yo ya me había anoticiado de él en Santiago, sabía que era un extraordinario pianista de jazz y una buena persona. Y él también supo de mí porque le dijeron que si quería tocar folclore en el piano, debía escucharme a mí”, me contó en 1987. Volví a conversar con el maestro en 1989, en la biblioteca Sarmiento, durante una visita que le hizo con su esposa Nancy Gordillo a su amigo, el violinista Fernando Matos. Humilde, de un hablar pausado, sin estridencias, Adolfo habló de los tangos que compuso y de su pasión por el jazz y la bossa nova. Recordó que antes de morir, el Mono Villegas le regaló su piano a su talentosa hija Marina.
Fue el mentor musical de los Hermanos Abalos. Debutó como solista en el año 2000; en un CD reunió un puñado de sus mejores piezas. Tal vez Euterpe lo recibió ayer cantándole la zamba con la que “El Pulga” sedujo a su mujer: “Me fui diciendo adiós... en ese adiós quedó enredado un querer. Agitando pañuelos me fui. ¡Qué lindo añorar tu zamba de ayer!”