
Ucumar", según el "Diccionario de argentinismos" de Diego Abad de Santillán, es voz quichua, que designa a un personaje de la superstición popular. En Tucumán y en Santiago, alude a un "hombre mono que raptaba mujeres y niños". Si se le grita, "responde con voces humanas, y si lo atacan se defiende a garrotazos". En nuestra provincia también suele llamarse "ucumar" a la persona de vida huraña y encerrada, que no desea conversar con nadie.
A mediados de 1901, la policía de Tucumán apresó a alguien que inmediatamente fue bautizado como "El Ucumar". Según "El Orden" del 24 de junio, había sido capturado en la propiedad de Las Cuchillas, de Napoleón Paz, y era realmente un cincuentón "digno de estudio". Declaró que se llamaba Pedro Ocampo, alias "El carancho". Vivía al aire libre, en el monte, y circulaba por allí en compañía de una chica de 13 años.
Como vestimenta, llevaba "atadas a las cintura dos pieles que llegan hasta la rodilla, una detrás y una adelante". Su pecho y espalda se cubrían igualmente con "pieles cosidas que se meten por la cabeza". Se sujetaba el pelo con una vincha y con un "sombrerete de piel de cabra". Calzaba ojotas. Su equipaje estaba constituido por un par de cuchillos, un cuerno para tomar agua, un lazo y un pantalón confeccionado en piel de cabra. La chica se cubría con un atuendo similar.
En la comisaría, lo rodeaba, además de policías y periodistas, una gran cantidad de curiosos. Le tomaron fotos -que lamentablemente no hemos podido hallar- y le hicieron preguntas que contestaba normalmente. Al parecer, había trabajado años atrás en el ingenio Lastenia, hasta que decidió cambiar de vida. A la chica la había robado dos años atrás, a una familia de La Ramada. Pidió a los padres que dos hijas lo ayudaran a buscar una bolsa de harina en las inmediaciones, partió con ellas y una nunca regresó. Se alimentaba de reses que robaba y faenaba, pertenecientes a estancias de la zona de Vipos y de Choromoro.
Al día siguiente, en una escena conmovedora, la chica fue devuelta a los padres. En cuanto al "ucumar" quedó preso, y poco a poco el periodismo se fue olvidando del singular personaje.