La Trinidad, un pueblo que revive durante el carnaval

Las costureras pasan meses bordando a mano los trajes con millones de lentejuelas; las batucadas y las bailarinas ensayan durante todo el año.

PREPARATIVOS. Desde octubre, los chicos ensayan los bailes de carnaval. LA GACETA/ OSVALDO RIPOLL PREPARATIVOS. Desde octubre, los chicos ensayan los bailes de carnaval. LA GACETA/ OSVALDO RIPOLL
25 Enero 2008
Casi nada parece romper la tranquilidad del pueblo de La Trinidad, ubicado 80 km al suroeste de San Miguel de Tucumán. Sin embargo, un hecho es capaz de transformarlo todo: el carnaval, que comienza el 8 de febrero, pero moviliza a los vecinos durante todo el año.
A partir de las 16, comienzan a sentirse los primeros acordes. Por las calles puede verse a los chicos, desde los dos años en adelante, cargar tambores y redoblantes. Entran y salen de distintos lugares. Ensayan sin parar, porque la coordinación debe ser perfecta.
Desde hace más de 18 años, la gente del lugar vive y piensa en el carnaval. Con mucho esfuerzo, con rifas y con festivales, los habitantes de La Trinidad ayudan costear los gastos de carrozas, comparsas y trajes. Nadie quiere quedarse sin participar, y a medida que se acercan las fechas el entusiasmo aumenta.
Cada comparsa en este carnaval sureño tiene un estilo bien definido y muchas se inspiran en las escolas do samba de Brasil. El barrio La Rosas es uno de los más populares. Su comparsa, "Samaba Show", lleva 12 años participando del carnaval. Cuenta con alrededor de 50 bailarines, y 70 integran la batucada. "Ensayamos desde octubre. Gracias a la colaboración de los vecinos logramos muchas cosas; todos aportan algo. Se paraliza la ciudad durante este tiempo. No se hace nada más", cuenta Corino Lastra, que dirige al grupo.
La comparsa Santa Rita es muy especial. Sus bailarines van al ritmo de orquesta. Diez músicos con instrumentos de viento y equipo de sonido propio hacen mover a todos en las seis cuadras de su recorrido. La confección de los trajes que tienen no es para improvisados. Susana Fernández, la costurera, comienza en octubre a pensar para impresionar con sus diseños, que apenas cubrirán los cuerpos de las bailarinas. "Todo hacemos a mano", aclara. Sólo en el material de los trajes gastan alrededor de $ 500. La idea es que ningún vestido sea más ostentoso que otro; así todos están en igualdad de condiciones, y se evitan conflictos, cuenta Susana, que cuando haya terminado sus trabajos habrá bordado 1, 2 millón de lentejuelas y más de 20 kilos en perlas y colgantes. Toda una industria artesanal. Otra costurera, Dominga González, tiene un esfuerzo similar. "Empiezo a trabajar a las 19 y termino a las 4 de la mañana", cuenta.
Durante todo febrero, en las calles habrá quinchos y bares con sillas a lo largo del recorrido de las comparsas para que todos puedan estar sentados y ver con total tranquilidad. Al pueblo se puede llegar por la ruta 38 y luego por la 329. La empresa Gutiérrez cubre el servicio Concepción- La Trinidad.

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