Carl Schmitt, el jurista del Tercer Reich

24 Julio 2007
Los aportes de Carl Schmitt (1888-1985) a la Ciencia Política y al Derecho Constitucional son tan notables como su adhesión al nacionalsocialismo. Obsesionado por el orden, en agosto de 1932 y frente a las convulsionadas circunstancias políticas y sociales por la que atravesaba la debilitada república alemana, alzó su voz a favor de la aplicación del artículo 48 de la Constitución de 1919 (de Weimar), que autorizaba el establecimiento de un estado de excepción y el uso de las fuerzas armadas si era necesario. En esos momentos, por presión de los nazis en ascenso, se discutía sobre la necesidad de disolver el Parlamento y de declarar la emergencia nacional. Schmitt había hecho referencia a esto un año antes, en su premonitorio libro “La dictadura”.
La identificación con el nazismo fue total desde que Adolf Hitler llegó al poder, en enero de 1933. Es más, en agosto de 1934 Schmitt publicó un artículo titulado “El führer protege la ley”. Por medio de él, elogiaba el discurso que Hitler había pronunciado el 11 de julio para justificar la aniquilación de las SA a manos de las SS (hasta entonces organizaciones internas de los nazis) durante la famosa “Noche de los cuchillos largos”, del 30 de junio de ese año, que anticipaba la brutalidad que iba a caracterizar al nuevo régimen.
El jurista no salió indemne de la caída del Tercer Reich. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, fue encarcelado entre septiembre de 1945 y octubre de 1946, y luego estuvo en prisión preventiva, entre abril y mayo de 1947, durante los procesos de Nuremberg contra los jerarcas nazis. Aunque finalmente no fue acusado, durante ese tiempo terminó de elaborar una suerte de defensa para un empresario (Friedrich Flick), que sí fue condenado por colaboracionista. Estos apuntes fueron publicados el año pasado en castellano bajo el título “El crimen de guerra de agresión en el Derecho Internacional y el principio nullum crimen, nulla poena sine lege” (Hammurabi). En las notas que escribió luego, entre 1947 y 1951, Schmitt aún no daba muestras de arrepentimiento y se negaba a someterse a lo que se llamaba proceso de desnazificación. “Quien quiera confesarse que vaya y se presente al cura”, decía, según Rüdiger Safranski en “Un maestro de Alemania”, dedicado a otro filonazi, el filósofo Martin Heidegger.

Tamaño texto
Comentarios