¿Y qué pasó con el hijo de la Difunta Correa?

¿Y qué pasó con el hijo de la Difunta Correa?

Conocida es la historia de María Antonia Deolinda Correa, quien ya fallecida amantó a su bebé. Pero ¿qué fue de ese niño? Por Jorge Alvarez Pieroni, para LA GACETA On Line.

01 Septiembre 2006
Transcurría 1835 cuando un hombre joven, de apellido Bustos, fue reclutado por la fuerza para engrosar las montoneras de Facundo Quiroga, a la sazón el tercer riojano más famoso luego de Ramón Díaz y de Carlos Menem, y fue a dar con sus huesos a La Rioja.

Su mujer, María Antonia Deolinda Correa, desesperada porque su esposo iba enfermo, se vistió con un vestido de color rojo, guardó en un baúl ropas suyas y del bebé, vistió al pequeño y se fue caminando.
Pidió consejo a un noble anciano que conocía la ruta que iba hacia La Rioja y éste le recomendó que fuera siempre bordeando los algarrobos, porque siempre es más cómodo bordearlos que treparse en ellos y más aún cargando un niño en brazos.

Allí crecen estos árboles hasta llegar al valle fértil. Ese era un lugar donde el agua hacía crecer una hermosa vegetación plena de flores, transformándolo en un sitio de descanso sólo comparado con la pequeña ciudad de Pieve Fosciana, inserta en la zona montañosa de Lucca, en el corazón de la Toscana italiana.
"Desde allí podrá llegar sin problemas a su destino", le dijo con voz entrecortada y los ojos llorosos el anciano, al atragantarse con unas hebras de charqui que mascaba.

Antes, debería cruzar una enorme zona árida, donde no crece nada, salvo alguna que otra planta del desierto. Deolinda, en su apuro, no reparó en el fuerte olor a alcohol que emanaba de la boca del anciano, quien estaba sentado en un charco de meado y tenía en su diestra una damajuana de vino patero a medio tomar. Y en que el trecho que debía caminar era de unos 78 km.

La tradición afirma que cuando Deolinda cumplió 15 años conoció a Leandro o a Baudilio Bustos. O a Esculapio o a Brian Nahuel Bustos, según se desprende de unas confusas anotaciones marginales, en lo que parece ser una vieja y amarillenta partida de nacimiento.

Pero lo cierto es que éste era un arriero de la zona, con quien luego se casaría. El tal Bustos era un hombre bueno y muy sufrido, tanto que merecía haber sido un integrante de la mítica familia Ingalls, ya que desde niño se había tenido que criar sin padre, desaparecido en circunstancias desconocidas. En realidad, cuenta la leyenda que su madre, posiblemente una ludópata, lo perdió tras apostarlo en una noche de alcohol y de naipes.

Pero Deolinda caminó algo más de 62 km, con su valija y su pequeño hijo a cuestas, con sed, con hambre, con su dolor y soportando el viento helado de las montañas.
No se detuvo hasta quedar exhausta y ya no pudo seguir. Allí, en un lugar inhóspito, cayó sin fuerzas a merced de la naturaleza y de Dios, que se apiadó de ella y de su hijito.

Los hombres recogieron al pequeño y la sepultaron construyendo con ramas gruesas una cruz, donde escribieron el nombre de Difunta Correa, porque en su cuello llevaba una medalla con ese apellido.
Se fueron a Caucete, el pueblo más cercano, y allí narraron la historia que causó pena, aflicción, conmoción, espanto y asombro entre los pobladores. Era un solo llanto el pueblo. La venta de pañuelos aumentó en un 78,5%.

La historia del milagro se esparció velozmente y, poco a poco, aquel paraje se fue convirtiendo en lugar de peregrinación de todos aquellos que vieron en ese hecho la mano de Dios.
Para muchos es casi un sacrilegio plantearse la posibilidad de que jamás haya existido La Difunta Correa. Sin embargo, existe esa posibilidad.

Se ha investigado y aún no hay pruebas contundentes para demostrar su veracidad histórica. Y menos todavía de la suerte que corrió su hijo. Pero todo en este país es cuestionado. Hasta un clásico de la Literatura como éste: "Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera" (escribió José Hernández), que se contrapone a otra frase histórica, algo menos divulgada, que dice: "Si los dichos de Don Hernández fueran cierto dígame usted aparcero ¿por qué la medicina porfía siempre en querer separar entonces a los hermanos siameses?" (que don Hugo Rodríguez del Morral, un talabartero de Caucete, estampó en una piedra camino de Montevideo).

Y yo siempre me pregunté lo siguiente, al margen de esta historia que nos muestra el amor de una madre por su hijo: No se sabe nada del niño porque quizás ¿los arrieros eran pedófilos? ¿Lo reclamaron sus parientes? ¿O le dijeron que prendió de gajo, quizás? ¿Quién lo adoptó? ¿Fue una asistente social a verlo al hijo de la Deolinda?
O como a mí me parece ¿su vida no le importó a nadie? ¿Los arrieros quizás cambiaron al bebé por vino? ¿Quién lo siguió amamantando? ¿La mujer de un arriero? ¿Los arrieros tenían mujeres con sus pechos hinchadísimos de leche por si alguno de ellos encontraba un niño abandonado?

¿Sufrió ese angelito un prematuro destete a los cuatro días de haber nacido? ¿Cómo sobrevivió sin vacunas? ¿Fue obeso? ¿Lo bautizaron? Y si esto ocurrió ¿quiénes fueron sus padrinos? ¿Hicieron fiesta? ¿Encontró a su padre? ¿Creció sano? ¿Buscó a Facundo Quiroga para vengarse por haber secuestrado a su progenitor? ¿Y si su padre tenía otra mujer? ¿Y si éste, harto de la Deolinda y del vástago, fraguó su desaparición?

¿Optó por ser un unitario o por ser un federal? ¿Por qué sólo se sabe de sus primeras 72 horas de vida? ¿Era aséptico el lugar donde lo encontraron? ¿En una iglesia de La Rioja o de San Juan asentaron su nacimiento? ¿O quizás fue en Catamarca?

¿Quiénes fueron sus padres adoptivos? ¿Alguien lo mandó a la escuela? ¿Padeció de Dermatitis del Pañal? ¿Los arrieros tenían otros hijos? ¿Hubo problemas con el reparto de los bienes? ¿A qué edad le salieron los dientes de leche? ¿Aprendió a montar? ¿Vivió siempre en Caucete, a pesar de ser esta una zona sísmica? ¿Fumaba? ¿Era protestante o era luterano? ¿Perteneció a alguna logia? O ¿tenía casa propia o alquilaba? ¿A qué jugó?

Nada. No se sabe nada de él. ¿Se salvó de Facundo Quiroga?, ¿O quizás fue amigo del abuelo de los Menem o del de los Rodríguez Saa? ¿Tuvo hijos o la alimentación a base de leche lo marcó para siempre dejándolo estéril? Nada. Todo es un gran misterio. La figura del niño se diluye en un cono de sombras.

Según los expertos a los que consulté, la leche materna es el mejor alimento para el recién nacido. Además de aportarle todos los nutrientes necesarios para su crecimiento, la lactancia materna favorece el contacto físico y la creación del vínculo de apego entre madre e hijo, fundamentales para su desarrollo físico y psicológico.
Sin embargo, esto no siempre es posible. Menos aún cuando la madre murió y se debe recurrir a la lactancia artificial, o no, como es el caso que nos ocupa.

En un cuaderno que se encontró a la altura de la pelvis de la Deolinda Correa se podían ver las anotaciones de los alimentos semisólidos que su bebé ya estaba comiendo, tales como los purés de verduras (papa, batata, zapallo y zanahoria) junto a hígado de vaca rallado.
También podían combinarse con pollo finamente cortado, según receta original del chef Rudencindo (a) El Can Dumas.

Éste se oponía a la ingesta de aceite de oliva por la pedorrea que provocaba entre los infantes. Sí recomendaba manzana, banana y pera pisada con jugo de naranja, como el puré, ideal para crecer fuerte y poder llegar a La Rioja caminando en un santiamén.
Si usted atesora algún dato del hijo de la Difunta Correa hágamelo llegar, porque no es vida la que llevo con estos enigmas irresueltos. Gracias.

Jorge Alvarez Pieroni
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