Una relación táctica con el poder de la Casa Rosada

Una relación táctica con el poder de la Casa Rosada

Punto de vista. Por Julio Godio. Sociólogo-director del Instituto Mundo del Trabajo.

16 Abril 2006
Las últimas reuniones del presidente Néstor Kirchner con importantes líderes de la CGT (Hugo Moyano a la cabeza), están dando la pista sobre la táctica de aquel frente a los dirigentes sindicales. Por un lado, demostrar que aquellos dirigentes que gozan de su confianza serán recompensados; por otro lado, demostrarle al establishment que es capaz de controlar la conflictividad laboral, manteniendo los aumentos salariales dentro de topes compatibles con la inflación anual.
Como era previsible, la actitud presidencial de relacionarse preferentemente con Moyano generó especulaciones en el interior del sindicalismo peronista. Se han reforzado las críticas de los dirigentes de los llamados sindicatos “gordos” -Cavalieri (comercio), West Ocampo (sanidad) y otros-, que acusan a Moyano de usar su cargo en la CGT para lograr mejoras para su “sindicato de base”, los camioneros, pero sin defender a otros en conflicto.  Estos sindicatos “gordos” siguen participando como miembros de la CGT, pero sus figuras no ocupan los principales órganos de la central obrera.
Las críticas a Moyano se concentran en que, si bien ha logrado conquistas para su gremio, éstas han sido a costa de abandonar el objetivo central, que es lograr que el gobierno convoque al Consejo del Salario Mínimo para debatir, entre otros temas, una  suba del mínimo actual de $650 a $850 y de las jubilaciones.
Los sindicatos “gordos” controlan a 700 de los 1.300 delegados del Consejo Confederal de la CGT (órgano máximo de la central). No desean confrontarse con el Presidente (con el cual tienen conversaciones informales a través del ministro de Trabajo, Carlos Tomada). Tampoco desean que un nuevo liderazgo sindical (“moyanismo”) los mantenga fuera del escenario político.
Sin embargo, la posición de los sindicatos “gordos” es defensiva, dado que las iniciativas políticas siguen en manos del moyanismo.  
Las grandes organizaciones empresarias nacionales -UIA, Bolsa de Comercio, Sociedad Rural y ABA (bancos)- no han criticado públicamente la decisión del Gobierno de fomentar aumentos salariales controlados. Sospechan que, oculto bajo un discurso sindical que asegura que no se pondrá en jaque a la política de precios, existen otros objetivos que Moyano habría alcanzado en estas negociaciones: gano poder político y económico (con un mejoramiento de las cuotas sindicales). Los empresarios creen que Kirchner, con apoyo sindical, reforzará la intervención en los mercados sensibles a los índices de precios, incluyendo nuevas presiones fiscales sobre las empresas para preservar el superávit. También temen que Moyano estimule una mayor violencia sindical.
Las relaciones entre Kirchner y Moyano son “tácticas”. Kirchner necesita el apoyo de los sindicatos, pero no confía en ellos. Moyano necesita ser el “gran interlocutor” de Kirchner, pero no confía en un dirigente político “ex-montonero” (dentro de una desconfianza mutua entre los sindicalistas peronistas y el peronismo político, que arrastra una historia de más de 30 años).
Moyano es un sindicalista político tradicional, que aplica la vieja metodología de “apretar-presionar, para luego negociar”. Se trata de una persona con gran fortuna personal. Siendo ahora “vedette” política, podría incluso imaginarse que tiene futuro político abierto junto a Kirchner o contra Kirchner. (Exclusivo para LA GACETA)






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