
FIESTA ROJIBLANCA. Vera celebra su gol, rodeado por Monge, Nievas Escobar e Ibáñez.

Festejó porque no se guardó nada
Por Guillermo Monti
Fue una ráfaga de cuatro minutos. Centro de Ibáñez y atropellada goleadora de Villalba. Córner de Molina y misil de Vera a la red. Así ganó San Martín el clásico: con orden táctico, inteligencia para anular a la dupla ofensiva de Atlético y un generoso despliegue físico. El libreto ofensivo no es muy amplio, pero rinde frutos: centros y pelotas cruzadas al área, en busca del frentazo salvador. Al "santo" no le sobran los talentosos, pero lo equilibra con funcionamiento y corazón. Los "decanos" lo sufrieron en carne propia.
Pintaba para 0 a 0. Durante 74 minutos, San Martín y Atlético se pusieron de acuerdo y perpetraron un atentado al buen gusto futbolero. Lograron el milagro de dar a luz un clásico aburrido, de echarle agua a la combustión que se vivía en las tribunas.
Demasiado entorno para tan poco juego, razonaban los hinchas. Casi todos jugaron con el manual de los nervios y las imprecisiones bajo el brazo. Lejos de las áreas y de las ideas, más concentrados en marcar que en crear. San Martín se apoyaba en la formidable firmeza de Mario Vera -la figura de la cancha-, que se metió en el bolsillo a Zerrizuela desde el arranque. Atlético tuvo 20 minutos interesantes de Héctor López (incluyeron un remate apenas desviado) y la acostumbrada solvencia de Roberto Urbina. Demasiado poco para un partido que había generado semejante expectativa, y que se fue apagando al compás de los incesantes pitazos de Ariel Montero. Fue un festival de infracciones.
Roldán se burló de las conjeturas periodísticas y colocó en el centro del campo al "Colorado" Nievas Escobar, con Lucas Oviedo a la derecha y Molina a la izquierda. El trío salió airoso del compromiso, aunque el bajo nivel de Morales Santos conspiró contra las chances ofensivas del anfitrión.
Aredes perdió al creador del equipo (Roy González, lesionado) y lo reemplazó por un carrilero batallador como Condorí. Con Zerrizuela anulado por Vera; y Robles demasiado lejos de López, no quedaban muchos caminos para inquietar a Lavallén. Así ocurrió: la ofensiva de Atlético fue casi inexistente.
Con tantos errores y carencia de brillo, quebrar el cero parecía una misión imposible. Lo logró el jujeño Villalba, y lo repitió Vera, ante el delirio de una hinchada que -de golpe- se encontró con los bolsillos llenos de felicidad. San Martín hizo el milagro porque fue fiel a sus convicciones. Atlético quedó en deuda porque mezquinó su fútbol. Así son los clásicos: se los gana sin guardarse nada.







