De arquera de San Martín a investigadora del Conicet

De arquera de San Martín a investigadora del Conicet

Tiene 23 años, cuida el arco del equipo femenino "santo" y es egresada de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT.

“La inteligencia es saber adaptarse y saber cambiar ante determinada situación”, afirma Virginia. “La inteligencia es saber adaptarse y saber cambiar ante determinada situación”, afirma Virginia.
15 Julio 2002
Virginia Albarracín agita sus genes griegos para explicar por qué piensa que cuerpo y mente son una unidad. "Es que mi mamá es ?Makantazis?", se explaya esta chica de 23 años, licenciada en Ciencias Biológicas, investigadora del Conicet en temas relacionados con la contaminación y... arquera de fútbol femenino, en el club San Martín.
Personaje extraño en un mundo que suele distinguir las destrezas del cuerpo de las de la razón, Virginia está haciendo la tesis doctoral en el Proimi, con un tema al que los científicos consideran "de punta". Al mismo tiempo, ella reconoce que el fútbol le ha dado muchas cosas buenas. Entre ellas, "un modo de comunicarse con el mundo de los varones".
"Los ordenanzas de mi Facultad son mis amigos, porque yo soy ?la arquera de San Martín?. Y si necesito algo -asegura- incluso lo consigo por eso. Eso me encanta, el fútbol me ha dado la posibilidad de relacionarme con gente que no tiene nada que ver conmigo", afirma esta arquera que, por su frontalidad, bien podría jugar con una camiseta Nº 9.
"En Trancas, en La Cocha, me he conectado con compañeras mías que tienen poco con qué vivir, y cuya única pasión es el fútbol. A esa diversidad -asegura- yo no la hubiera tenido de otra forma".

Para amar y odiar
Virginia no eligió ser arquera. Y a la hora de las definiciones, opina que ese es un puesto para amar y para odiar. "Porque es el que tiene la última responsabilidad, es el último eslabón. Por ahí nadie se fija quién ha cometido el error al principio; el que tiene el mérito, o carga con el error, es el arquero", dijo.
Hija de un abogado y escritor al que no le interesa el fútbol y de una griega con genes deportistas (y hermana de una cantante lírica), ella descubrió la nº 5 en el secundario, en la Escuela Sarmiento. Ahí arrancó una pasión por "la redonda" que ahora alterna con las 10 horas diarias que le dedica a la investigación molecular . Virginia reconoce que la tarea de las pioneras del fútbol femenino no fue fácil. "Desde el momento en que una mujer juega al fútbol, los hombres ya abren los ojos", dijo. Al comienzo se ríen -subraya-. Pero después se entusiasman".
Cuando le preguntan si la cabeza funciona igual en el laboratorio que en la cancha, ella dice que sí. "La inteligencia -afirma- es adaptarse y saber cambiar ante determinada situación". "En el laboratorio, si algo no me sale, tengo que buscar por otro lado. En el fútbol es igual: si no sale por el medio, hay que ir por el costado, y definir por el medio", manifestó.
Egresada de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT, Virginia ingresó al Proimi como pasante en técnicas moleculares, e ingresó al laboratorio de Genética y Biología molecular.

Los difíciles humores de mujer
La joven arquera podría ser un contraataque. Es que no se calla nada. De la trastienda del vestuario después de un partido, dice: "los humores femeninos son difíciles de manejar. A las mujeres no nos gusta que nos manden, porque en nuestro caso, como no somos profesionales, no se nos puede tratar como se trata a los chicos. Nosotras sabemos que somos responsables", comenta.

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