

Detrás de cada cañaveral hay una historia que casi nunca se cuenta. No empieza en el campo ni en la zafra, sino en un proceso largo, silencioso y paciente, donde la ciencia trabaja sin estridencias y con una mirada que trasciende coyunturas. La obtención de una nueva variedad genética en la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) es uno de esos trabajos invisibles que explican buena parte de la fortaleza del sector sucroalcoholero y otros cultivos.
El mejoramiento genético es una política productiva de largo plazo. Cada variedad de caña que surge de la Eeaoc impacta directamente en la competitividad de los ingenios, en los márgenes de los productores y en la estabilidad de una cadena que sigue siendo central para la economía provincial. En un contexto marcado por la incertidumbre climática, sanitaria y de mercado, contar con material genético adaptado es una forma concreta de reducir riesgos y sostener el empleo y la inversión.
“El trabajo de la Estación Experimental, una institución con más de 116 años de trayectoria que ha trabajado siempre en apoyo del sector sucroalcoholero y agroindustrial en general, como la actividad citrícola, en la provincia, es clave. Hoy, los ejes estratégicos se centran en lograr una producción eficiente de la materia prima y en la transformación o agregado de valor en origen. Para esto, es fundamental el manejo de material genético adecuado según cada caso”, explicó Hernán Salas López, director técnico de la Eeaoc.
Ese recorrido, que va de una semilla diminuta a un cañaveral en producción, demanda más de una década de trabajo continuo. Años de cruces, selección, ensayos y evaluaciones, realizados con una constancia que rara vez encuentra reconocimiento público. La liberación de una nueva variedad es, para quienes participan del proceso, un momento de celebración: la culminación de un esfuerzo colectivo que se gestó lejos de los reflectores y que recién entonces se vuelve visible para el productor.
En la Estación Experimental la genética se construye con tiempo, con infraestructura y con conocimiento acumulado. Allí se busca anticipar problemas futuros, cuando todavía no se sabe cómo será el clima de los próximos años o qué enfermedades pondrán a prueba a los cultivos.
Ese trabajo, además, tiene un rasgo distintivo que merece ser destacado: la Eeaoc no cobra a los productores locales por el uso de sus innovaciones. Las variedades que se desarrollan y se liberan en la provincia llegan al campo sin regalías, como parte de una lógica histórica de servicio público al sector productivo. Es una decisión que habla de una institución comprometida con el desarrollo regional y con la idea de que la ciencia aplicada debe ser una herramienta de crecimiento colectivo.
De todas formas, el debate sobre el pago de regalías por una mayor calidad productiva se reactivó en los últimos días, a partir de las posibles incidencias que podría tener un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y el gobierno de Javier Milei.
En tiempos donde abundan los debates sobre costos, rentabilidad y competitividad, conviene detenerse a mirar este engranaje silencioso. Sin mejoramiento genético no hay productividad posible, y sin instituciones que sostengan ese trabajo a lo largo del tiempo, el futuro del sector queda a la intemperie. La Eeaoc encarna esa apuesta estratégica: ciencia, paciencia y visión de largo plazo al servicio de una economía que necesita, más que nunca, bases sólidas para crecer.







