En estas últimas semanas, Tucumán está viviendo un momento bisagra en su historia deportiva. En una provincia acostumbrada a sobrevivir entre limitaciones, parches y promesas que rara vez se concretan, tres hechos recientes muestran que el camino hacia un desarrollo real existe y que, cuando se lo transita con decisión, los resultados aparecen. No se trata de milagros ni de golpes de suerte, sino de gestión, planificación y valentía para actuar. Esa es la dirección que el deporte tucumano necesitaba y que hoy, al menos en tres hechos puntuales, empieza a consolidarse.
El primero de esos hitos fue la llegada del WTA 125 de tenis femenino, un torneo de jerarquía mundial que posicionó a Tucumán en la agenda internacional. El mérito no está sólo en haber recibido a jugadoras de más de veinte países ni en la visibilidad global del evento: está, sobre todo, en que la dirigencia local fue a buscar esta oportunidad con recursos propios. Ya lo hizo en otras oportunidades y así se fue logrando una interesante sinergia. La decisión de asumir riesgos, gestionar profesionalmente y abrir las puertas del mundo a la provincia puede marcar, sin dudas, un antes y un después. Organizar eventos de esta magnitud no es un lujo: es una estrategia. Pone a la provincia en el mapa, genera movimiento económico, eleva estándares organizativos y proyecta a nuestros deportistas hacia nuevas referencias de calidad.
El segundo hito es la obra que avanza en el predio de El Salvador, donde la Unión Argentina de Rugby y Tarucas están construyendo una verdadera Casa Pumas. Se trata, sin exagerar, del proyecto de infraestructura deportiva más ambicioso que la provincia ha visto en los últimos años. Gimnasio ampliado, dojo para técnicas de contacto, auditorio para análisis tácticos, salas médicas y de recuperación, vestuarios modernos, depósitos, y espacios de convivencia que integran al plantel profesional con la Academia y con Lawn Tennis. Y todo financiado con fondos propios. Esta inversión no sólo beneficiará a Tarucas: elevará la vara de todo el rugby tucumano. Las instalaciones de alto rendimiento son el cimiento del deporte moderno, y Tucumán, por primera vez en mucho tiempo, está construyendo una infraestructura pensada para durar y para formar generaciones.
El tercer hecho, quizás el más simbólico, llegó desde el fútbol. El encuentro entre San Martín y Atlético, protagonizado por los presidentes Oscar Mirkin y Mario Leito junto a sus principales dirigentes, rompió con años de distancias y recelos enquistados. No fue un gesto diplomático: fue un acto de responsabilidad. El deporte tucumano necesita unidad, diálogo y cooperación, incluso (y especialmente) entre quienes compiten con mayor intensidad. La posibilidad de organizar un clásico amistoso es secundaria; lo importante es haber sentado las bases para una agenda común que priorice el crecimiento del fútbol provincial por encima de la rivalidad. Y lo hicieron dos clubes que siguen en crecimiento.
Estos tres hechos, juntos, dibujan un mensaje claro: Tucumán progresa cuando gestiona, cuando invierte, cuando construye y cuando se une. Eventos internacionales, infraestructura seria y madurez institucional. Ese es el camino. Y Tucumán ya lo está recorriendo.







