La AFA bajo sospecha: la financiera con vínculos con Tapia, el Tribunal presionado y un fútbol en estado de alerta
La denuncia de la DGI contra Sur Finanzas, los arbitrajes cuestionados y el caso Estudiantes revelan un entramado cada vez más opaco dentro del fútbol argentino, en el que las presiones políticas y los fallos a medida tensionan el sistema desde adentro.
CARA A CARA. Maximiliano Vallejo, titular de la empresa Sur Finanzas, posa junto a Claudio Tapia, en la oficina del predio de la AFA en Ezeiza.
En la Argentina futbolera las noticias ya no llegan en forma de goles. Llegan en forma de expedientes. Mientras la pelota intenta seguir rodando, el tablero que maneja Claudio “Chiqui” Tapia acumula denuncias, sospechas y movimientos que, lejos de despejar dudas, exponen un ecosistema turbio.
En los últimos días, la presentación de la Dirección General Impositiva contra Sur Finanzas, la empresa ligada al presidente de la AFA, marcó un punto de inflexión; porque la estructura paralela que rodea al fútbol ya dejó de ser un susurro y se transformó en un grito judicial.
Sur Finanzas nació en 2022 en un departamento de Adrogué y en menos de cuatro años saltó del anonimato a auspiciar el torneo de Primera; a financiar a clubes como San Lorenzo; a aparecer en las camisetas de Barracas Central, Racing, Banfield o Platense, y a convertirse (según su propio discurso) en “la billetera del fútbol”.
La DGI ahora la acusa de algo mucho más grave que ese marketing audaz; por evasión por más de $3.327 millones correspondientes al Impuesto al Cheque. Además, de una presunta operatoria de lavado por $818.000 millones, montada con monotributistas sin capacidad económica, sujetos no categorizados e incluso contribuyentes apócrifos.
La empresa, que en registros públicos figura manejada por Graciela y Maximiliano Vallejo, está en realidad asociada a “Chiqui” Tapia. No en papeles, sino en vínculos y en cercanía.
La investigación también roza la causa ANDIS (Agencia Nacional de Discapacidad) y se solapa con otros expedientes por lavado que ya seguían la UIF (Unidad de Información Financiera) y la Procelac (Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos). Todo converge, curiosamente, en el mismo universo: billeteras virtuales, criptomonedas, casas de cambio, adjudicaciones dudosas y Barracas Central convertido en símbolo de un tiempo en la que frontera entre política, negocios y fútbol es cada vez más imperceptible.
Una AFA blindada hacia afuera y fracturada hacia adentro
Mientras la Justicia avanza sobre la financiera del entorno de Tapia, las turbulencias dentro de la AFA se multiplican. Las acusaciones por arbitrajes manipulados (que benefician recurrentemente a algunos equipos) dejaron de ser una conversación de sobremesa para transformarse en un asunto nacional.
Y en paralelo, el Tribunal de Disciplina vuelve a aparecer como pieza central de un sistema que funciona con lógicas propias, lejos del escrutinio externo.
El escribano Fernando Mitjans lo preside desde 1995. Superó a Julio Grondona y a todos los gobiernos nacionales, y hoy, al amparo de Tapia, maneja un cuerpo compuesto por jueces, abogados y funcionarios del Estado que sesionan dos veces por semana en la sede de calle Viamonte. Ese tribunal es (en la práctica) la Justicia del fútbol, capaz de decidir descensos, suspensiones, fallos disciplinarios y resoluciones que pueden alterar el destino de un torneo entero.
El otro problema: la independencia
En los últimos días, el caso del “espaldazo” de Estudiantes a Rosario Central terminó de mostrar el grado de tironeo irreversible entre la dirigencia y los órganos disciplinarios. Desde La Plata aseguran que el boletín que supuestamente obligaba a realizar el pasillo de honor fue publicado con fecha adulterada. La huella digital del archivo refuerza la sospecha, ya que habría sido creado el mismo día del partido.
El árbitro Pablo Dóvalo denunció “incitación a la violencia”, la AFA pidió descargos en 48 horas y el Tribunal debe fallar en medio de presiones.
Lo inquietante no es sólo el episodio, sino el modo en el que la AFA administra los conflictos.
Dentro del Tribunal admiten que hay miembros hartos de fallar a disgusto. Que algunos evalúan renunciar si la presión sube un escalón más, que el punto de quiebre llegó cuando se les pidió “tener en cuenta” el informe de Dóvalo antes de leer cualquier descargo de Estudiantes, y que, aun así, el veredicto final dependerá del equilibrio entre la política interna y el costo público de castigar a un club que se plantó con dignidad.
Verón, la espalda y la grieta del fútbol
El “espaldazo” fue más que un gesto simbólico. Fue una imagen que dio la vuelta al mundo y que, por primera vez en mucho tiempo, mostró a un club grande enfrentándose públicamente al aparato de la AFA.
Para algunos dirigentes, la jugada fue un desafío directo a Tapia; para otros un plebiscito moral y para AFA, una afrenta disciplinaria.
Pero detrás del gesto estuvo un nombre propio Verón, que en los últimos años se convirtió en una de las voces más fuertes a favor de las Sociedades Anónimas Deportivas. Para Tapia fue siempre un enemigo político y por eso en el laberinto del castigo posible, la figura de la “Brujita” aparece como blanco alternativo si no se puede sancionar a los futbolistas.
Futbolistas Agremiados, en un comunicado, repudió el gesto de los jugadores de Estudiantes. Un sindicato alineado con el poder de AFA, que dejó expuestos (y solos) a sus propios afiliados.
Mientras Sur Finanzas intenta explicar cómo monotributistas de la categoría más baja movieron miles de millones, y mientras el Tribunal de Disciplina decide si acata o se rebela ante la presión del poder, el fútbol argentino vive un momento fundacional.
Si bien siempre tuvo su zona gris, lo de ahora es distinto porque las sombras ya no se esconden. Desfilan a cielo abierto, con la camiseta de un club, la firma de una financiera o el membrete de un boletín nuevo.
Mientras tanto la pelota sigue rodando; como si el verdadero partido (el que define el futuro) no se estuviera jugando afuera de la cancha.






