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Durante años, la vida de Aguz Tana parecía destinada a un escritorio, un monitor y nueve horas diarias de trabajo en pleno centro porteño. Se levantaba antes del amanecer, viajaba apretada en el colectivo, cumplía una jornada interminable y volvía a casa con la sensación de que el día estaba perdido. Incluso cuando intentó emprender con su propia oficina de seguros -un sueño que la pandemia terminó por destruir-, seguía sintiendo que trabajaba para sostener la vida de otros. Pero un día, casi por accidente, su destino dio un vuelco inesperado: pasó de ese empleo corporativo al universo del contenido para adultos. Y no por vocación, sino por curiosidad, deseo compartido y azar.
Aguz relató que todo empezó en el marco de una relación abierta con su pareja de entonces, dentro del mundo swinger. “Nos pasábamos videos con otras parejas para ver si había onda”, contó a Infobae sobre esos intercambios íntimos, que jamás habían sido pensados para la venta.
Hasta que una noche recibió una propuesta que la desconcertó: una pareja quería comprar uno de esos videos y estaba dispuesta a pagar “mucho dinero”. Aquella oferta, que sonó tan extraña como tentadora, fue el puntapié para considerar la monetización de ese material.
En ese momento, Aguz apenas sabía qué era OnlyFans. Tenía una idea vaga, teñida de prejuicios. Pero la propuesta económica era real, inmediata y descomunal comparada con su sueldo de oficina. Dudó, se asustó, imaginó lo peor. ¿Sería algo efímero? ¿La estigmatizaría para siempre? ¿Valía la pena arriesgarlo todo?
La respuesta llegó sola, empujada por el hartazgo de la vida corporativa. Y un día renunció. “Imaginate que en un día gano lo mismo que trabajando un mes en la oficina”, aseguró.
Autenticidad como bandera: la artesana del deseo
Sus primeros pasos fueron desde el anonimato: dos cuentas de OnlyFans -una gratuita y otra VIP- con acceso bloqueado para ciudades argentinas y países limítrofes. No quería exponerse.
Su contenido era completamente amateur: cámara en mano, luz natural, escenarios reales. Y descubrió que esa crudeza era su mayor fortaleza. “Mientras otros apostaban por una estética porno bien producida, yo iba por lo genuino y me funcionó. No hay nada que la gente consuma más que lo real”, sostuvo.
Sin representante ni productor, se transformó en una creadora integral: guionista, editora, directora y protagonista. Cada video era un relato inspirado en alguna experiencia o fantasía verídica. Los suscriptores pagaban por esas historias.
Y todo el que participaba en una filmación firmaba consentimiento y recibía parte de las ganancias.
Entre sus anécdotas más comentadas figura una historia ocurrida en un Uber: coqueteo, improvisación, sexo y cámara prendida en el asiento trasero. “La combinación de realidad, morbo y relato se convirtió en mi marca personal”, afirmó.
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También protagonizó episodios virales y colaboraciones con hombres y mujeres, e incluso una filmación polémica junto a Tomás Holder, exparticipante de Gran Hermano. Sin embargo, su mayor éxito económico llegó gracias a un video grabado en Brasil junto a un profesor de snorkel, que ya recaudó unos U$S10.000.
Ese monto, imposible de imaginar en su empleo anterior, terminó de sellar su rumbo.
Cuánto gana y cómo se sostiene en el rubro
Los ingresos fluctúan, pero siempre llegan. Incluso sin trabajar de manera constante, el contenido antiguo sigue generando dinero. “En un mal mes son USD 2.500 o USD 3.000”, explicó.
Y cuando dedica horas y estrategia -edición diaria, interacción, nuevos videos- sus ingresos pueden ubicarse entre U$S12.000 y U$S15.000 mensuales.
Su primer gran lujo fue un celular de alta gama para mejorar la calidad de sus producciones. Con el tiempo sumó un pequeño equipo para ayudarla con marketing y facturación, aunque su rutina sigue siendo intensa: entre cinco y seis horas diarias de grabación, edición, gestión de redes e interacción con sus seguidores.
El desgaste, el amor y la necesidad de un cambio
Con el tiempo, la exposición comenzó a pesarle. No solo por lo físico o lo creativo: su vida personal cambió. Volvió a enamorarse y formar pareja con alguien ajeno al mundo del porno.
“Encontrar a alguien que sabe que te vio medio país abierta de piernas y aun así te mira sin juzgar… eso es un regalo”, confesó.
Ese nuevo vínculo la llevó a replantearse su futuro, incluso la posibilidad de volver a ser madre -ya tiene tres hijos de 16, 14 y 11 años- y también a aceptar que no quería seguir para siempre en el porno.
Hoy está enfocada en un proyecto totalmente distinto: dictar cursos para varones. No sobre técnicas sexuales, sino sobre empatía, consentimiento, lectura emocional y respeto. “Mi misión es ayudar a los hombres para, finalmente, ayudar a las mujeres”, explicó.
En su Instagram habla sobre cómo dejar de cosificar, cómo detectar incomodidades, cómo construir vínculos sanos y cómo desarmar mandatos que afectan a ambos géneros.
Una nueva mirada sobre su futuro
Sus ingresos hoy los distribuye con cuidado: paga tributos, invierte en propiedades junto a su pareja, arma un colchón de ahorro y se asegura cobertura médica y previsional. Tiene claro que la fama es efímera y que el dinero rápido puede evaporarse.
Convive con la certeza de que su nombre y su imagen ya quedaron para siempre en internet. “Cuando subís algo, perdés el control para siempre”, advierte a las jóvenes que quieren iniciarse en el rubro.






