¿Cómo aplican las escuelas de Tucumán la restricción de celulares?

La Ley 9.852 establece un uso pedagógico del aparato, pero las escuelas aplican criterios distintos. Sanciones que generan controversias.

USO APROPIADA. En algunas escuelas sólo dejan que los estudiantes usen el celular en casos de emergencia o por pedido de maestros para tareas. USO APROPIADA. En algunas escuelas sólo dejan que los estudiantes usen el celular en casos de emergencia o por pedido de maestros para tareas.

Una medida disciplinaria aplicada esta semana en una institución educativa de la capital tucumana volvió a poner sobre la mesa una discusión que cruza aulas, familias y equipos directivos. Todos ellos se preguntan cómo debe regularse el uso del teléfono celular dentro de las escuelas. Aunque la Ley Provincial N° 9.852 establece desde 2025 que los dispositivos sólo pueden utilizarse con fines pedagógicos o en situaciones de emergencia, su implementación real varía significativamente entre niveles y establecimientos.

La reciente sanción -que surgió a partir del incumplimiento de un comunicado interno- abrió nuevos interrogantes sobre los límites, las sanciones y el rol que deben asumir docentes y estudiantes frente a un dispositivo que convive con la vida cotidiana.

El comunicado enviado por el colegio señalaba que varios estudiantes habían incumplido lo pautado en el “Acuerdo Escolar de Convivencia”, particularmente las reglas vigentes para las evaluaciones trimestrales. Allí se establecía que los alumnos no podían utilizar el celular durante las horas de clases ni exámenes, y que los dispositivos debían permanecer resguardados en la oficina de dirección, desde el ingreso hasta el egreso.

La advertencia era clara: quien fuera sorprendido con su celular durante una evaluación, clase o recreo, pasaría directamente a la instancia de recuperación del espacio curricular correspondiente. Además, se informaba que podrían aplicarse sanciones adicionales definidas por el equipo directivo y de gestión, con aviso y firma de los padres.

La comunicación concluye solicitando el acompañamiento de las familias en esta “cruzada” por el bienestar académico y formativo de los estudiantes.

No obstante, la decisión de enviar a recuperación a quienes incumplieran la norma -aun cuando no estuvieran rindiendo un examen en ese momento- es lo que despertó el debate. ¿Es una medida necesaria para ordenar el funcionamiento del aula o una sanción desproporcionada frente a la realidad del uso cotidiano del celular?

Cómo se aplica la ley

La normativa vigente en Tucumán (Ley 9.852) establece que los celulares pueden ser utilizados sólo con fines pedagógicos o ante emergencias, pero deja en manos de cada institución la elaboración de sus acuerdos de convivencia. Esto genera distintos modelos de aplicación.

“En primaria no lo permitimos; en secundaria es más complejo”, manifiesta Griselda Cajal, regente de la escuela Normal, quien explica que en el nivel primario el uso del celular está completamente restringido, aunque no se prohibe llevar el aparato.

“No le permitimos usar el celular en el nivel primario pero no les prohibimos traerlo porque algunos chicos se manejan solos y necesitan comunicarse con su familia por alguna emergencia. Por otra parte, si algún profesor lo pide en matemática o en computación, se usa sólo en esos momentos”, indica.

La docente, de todas formas, remarca que dentro del aula los estudiantes no pueden jugar o distraerse con los dispositivos.

Sobre el nivel secundario remarca que existe una política similar, aunque “los chicos son más grandes y es más difícil controlarlos”. En caso de incumplimientos, esta escuela llama a padres o tutores para que se involucren en la conversación, dialoguen con sus hijos o tomen las medidas correspondientes para que la situación no se repita.

Uso pedagógico

Desde otra perspectiva, Pablo Plaza, director del colegio Nacional considera que el problema no es la presencia del celular, sino el sentido con el que se utiliza.

“El uso del celular no está prohibido en nuestra institución, todo lo contrario. Lo importante es que sea con fines pedagógicos. Por ejemplo, acabo de escuchar un examen de música en el que el estudiante tocó el piano en el celular. El tema es evitar el aislamiento porque el problema no es el aparato, sino cuando se lo usa para algo que no tiene relación con la clase.”

El directivo subraya que el acuerdo de convivencia no sólo regula el uso del teléfono, sino cualquier conducta que saque al estudiante del proceso de enseñanza-aprendizaje, incluida la del propio docente.

“Si un profesor se pone a responder mensajes personales, también rompe el ambiente de trabajo. Tanto alumnos como docentes deben evitar ese aislamiento”, advierte Plaza.

La voz de alumnos

Este año, Tucumán fue noticia por dos proyectos escolares que abordaron la problemática. Los alumnos de 5° año A de la escuela Gabriela Mistral crearon “Territorio Digital ¿Quién tiene el control?”, una tarea que desafió a toda la institución a pensar en alternativas para recreos y horas libre, que los hagan conectar con el cara a cara y disminuya el contacto con celulares.

En Aguilares, “El cronómetro de una generación” fue la idea que llevó estudiantes del Colegio Nicolás Avellaneda a la Feria Internacional de Ciencias. Ellos midieron el uso que los jóvenes de su comunidad le daban a las pantallas.

En tanto, mientras caminan con sus mochilas colgadas o carpetas en la mano por la calles del microcentro, las opiniones de los alumnos muestran que el debate no depende únicamente de la normativa, sino de cómo se vive en el día a día.

Por ejemplo, en una escuela privada donde el celular está prohibido, Anita Rosales (17) analiza: “Entiendo que es una distracción, pero también puede ser útil. Deberían dejarnos usarlo bajo control, no castigarnos sin razón”. Mientras que a su lado, Pedro Gandur (16) añade: “Me parece bien que esté prohibido, pero a veces exageran. Los profesores deberían confiar un poco más en nosotros”.

Sofía Sarmiento (16), por su parte, admite que lleva el celular aunque esté prohibido. “Mi mamá me pide que lo tenga por si pasa algo. Si no lo saco, no molesto a nadie. No me parece tan grave”.

También se escuchan las voces de estudiantes cuyas escuelas tienen políticas más flexibles, como Tomás Villafañe (14), que argumenta: “Nosotros podemos usarlo si no nos distraemos. Para buscar información es útil. El problema es cuando algunos lo usan sólo para redes”.

Valentina Escobar (15), afirma a su turno: “A mí me sirve para buscar cosas en internet. Estoy de acuerdo con las reglas, pero las sanciones no deberían ser tan fuertes”.

Un debate que vuelve

La sanción aplicada esta semana expuso una tensión frecuente: el celular es parte de la vida diaria, pero dentro de la escuela se convierte en un elemento que puede mejorar la clase o interrumpirla por completo. Mientras algunas instituciones optan por restringirlo casi por completo, otras lo incorporan como herramienta de aprendizaje.

La Ley 9.852 indica un marco general, pero cada escuela define cómo implementarlo y qué sanciones aplicar cuando se incumple.

La discusión de fondo, coinciden directivos y estudiantes, no es si el celular debe estar en el aula, sino cómo desarrollar criterios claros, proporcionales y pedagógicos que permitan equilibrar aprendizaje, responsabilidad y convivencia en un contexto en el cual la tecnología ya no es opcional.

Entre la regulación y la formación digital

En medio de discusiones recientes por sanciones aplicadas en escuelas tucumanas por el uso del teléfono durante las clases, la pregunta sobre cómo regular la tecnología en el aula vuelve a ocupar un lugar central. En un contexto en el cual los dispositivos móviles forman parte de la vida cotidiana de estudiantes y docentes, especialistas y autoridades coinciden en que la clave no es la prohibición, sino la convivencia responsable.

“No se trata de prohibir”

La ministra de Educación, Susana Montaldo, sostiene que el uso del celular en las escuelas debe abordarse desde la responsabilidad adulta y la calidad de las clases, más que desde la censura: “Vivimos en un mundo tecnológico, no es de prohibirle todo. Y, en primer lugar, los adultos tenemos que tener conducta y transmitir eso a los niños y adolescentes. En la escuela cada director y cada docente sabe cómo organizarse y disciplinar el uso del celular”.

Montaldo también remarca un punto clave de la discusión. El uso del celular disminuye cuando la clase logra capturar el interés de los estudiantes. “La verdad es que cuando las clases son interesantes no hay nadie usando el celular, porque estamos con situaciones de interés. Pero también existe la disciplina”.

Su postura va en línea con la normativa vigente en Tucumán: la Ley provincial 9.852, permite el uso del celular con fines pedagógicos o por motivos de emergencia, aunque deja margen a cada institución para definir sus propios acuerdos de convivencia.

Regular antes que prohibir

Semanas atrás, la especialista en educación de Unicef, Cora Steinberg, visitó Tucumán y aportó definiciones que permiten entender por qué el debate excede las fronteras locales. Su visión coincide con la de otros especialistas ya que remarca que la tecnología llegó para quedarse, y los intentos de prohibición absoluta suelen tener poca efectividad.

“La IA y el celular ya están incorporados en la vida de los chicos. No los pondría en un lugar de prohibición, sino más bien de regulación”, dijo Steinberg, quien recordó que las provincias están enfrentando desafíos crecientes con el uso constante de celulares en las aulas.

La especialista advierte que el enfoque no puede basarse sólo en la reacción frente al riesgo: “Un estudio de Unicef señala que el 95% de los chicos de 9 a 17 años tiene un celular con conectividad. Esto ya está en nuestras escuelas y nosotros todavía no hemos logrado transformarlo en nuevas habilidades, no solo digitales sino de convivencia en el entorno digital”.

Para Steinberg, la escuela debe apostar a construir capacidades como el pensamiento crítico, la alfabetización informacional y la capacidad de reconocer noticias falsas.

Tanto Montaldo como Steinberg coinciden en un punto central y es que los teléfonos no pueden desaparecer de la escuela, porque ya forman parte de la experiencia educativa, directa o indirectamente.

Con la discusión renovada y nuevos casos que vuelven a visibilizar tensiones, la pregunta ya no es si el celular debe estar en el aula, sino qué escuela queremos construir en un mundo donde las pantallas son parte de todo.

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