
IMAGEN TOMADA DE INFOBAE

En el corazón de Costa Rica, un volcán activo se ha convertido en una de las claves para entender uno de los mayores enigmas del universo: si Marte pudo haber albergado vida. El cráter del volcán Poás, en la provincia de Alajuela, alberga la Laguna Caliente, un lago superácido donde sobreviven microbios capaces de resistir concentraciones elevadas de azufre, metales disueltos y temperaturas cambiantes.
Ese ecosistema extremo, casi incompatible con la existencia tal como la conocemos, ofrece a los científicos un modelo vivo de lo que pudo haber ocurrido en el planeta rojo hace unos 3.500 millones de años. Por eso, el Poás se ha transformado en un laboratorio natural de astrobiología, estudiado por investigadores de distintos países.
Un espejo de Marte en la Tierra
Una imagen satelital tomada en 2025 mostró con claridad el asombroso contraste: un cráter que parece arrancado de Marte en medio del trópico centroamericano. En el centro, la laguna ácida —con un pH similar al del ácido de batería— exhibe un entorno donde ninguna planta o animal puede sobrevivir. Sin embargo, en ese escenario hostil prospera una comunidad de bacterias que desconcierta a los científicos.
El Poás es un estratovolcán con entre 700.000 y 1,5 millones de años de antigüedad, y su actividad se mantiene constante. En 2025 volvió a entrar en erupción, dañó cultivos y deterioró la calidad del aire, obligando a instalar redes de monitoreo. Esa dinámica geotérmica es, justamente, lo que vuelve a su lago tan singular: una mezcla química rica en azufre y metales que replica las condiciones hidrotermales del Marte antiguo.
“Tenemos un sesgo muy centrado en el ser humano sobre lo que es un ambiente agradable”, señaló Rachel Harris, ecóloga microbiana vinculada a la Estrategia de Investigación y Exploración de Astrobiología Decenal de la NASA. “El sistema Poás puede ser hostil para la mayoría de las formas de vida con las que estamos familiarizados. Pero para un microbio adaptado al ácido, al calor y a los metales tóxicos, es el paraíso”.
La vida en los límites
Las bacterias halladas en la Laguna Caliente forman una comunidad de extremófilos: organismos especializados en sobrevivir donde casi nada más puede hacerlo. No son diversas, pero su resiliencia resulta clave. Ese patrón coincide con los modelos teóricos que describen cómo pudo haber sido la vida en Marte cuando aún tenía agua líquida y actividad volcánica.
El vínculo entre el Poás y Marte no es reciente. En 2009, el rover Spirit de la NASA exploró en el planeta rojo una región llamada Home Plate, donde detectó rastros de antiguos sistemas hidrotermales ácidos muy parecidos a los del volcán costarricense.
Un hallazgo inesperado
En 2018, un equipo dirigido por el investigador Brian Hynek, de la Universidad de Colorado en Boulder, viajó al Poás para recolectar muestras microbianas de la laguna. “No sabíamos qué íbamos a encontrar —recordó Hynek—. En otros volcanes no hallamos nada, porque las condiciones eran demasiado duras. Pero aquí, sí había vida”.
El resultado sorprendió incluso a los expertos: el lago albergaba una única especie de bacteria, un tipo desconocido que domina por completo el ecosistema. Para Hynek, esa simplicidad es reveladora: “Este sitio tiene la misma química y los mismos minerales que los sistemas hidrotermales de Marte. Estudiándolo, podemos aprender cómo era aquel planeta hace 3.500 millones de años”.
Los análisis sugieren que la bacteria obtiene su energía del azufre, un tipo de metabolismo que no depende de la luz solar. Ese mecanismo es especialmente interesante para la astrobiología, ya que podría haber permitido la existencia de vida en entornos subterráneos marcianos.
Sin embargo, los científicos no lograron identificar el microbio con precisión. “Quizá nunca fue secuenciado antes y, por tanto, no hay nada con qué compararlo”, explicó Hynek. La secuenciación completa del genoma —aún en proceso— determinará si se trata de una variante desconocida o de una rama evolutiva completamente nueva.
Una ventana al pasado marciano
Desde la perspectiva astrobiológica, el Poás es un recordatorio de que la vida no requiere ambientes templados ni ricos en oxígeno. Puede nacer y adaptarse en condiciones que para los humanos serían letales. “Marte es un gran lugar para buscar vida porque tuvo condiciones que pudieron haber permitido formas similares a las terrestres”, afirmó Hynek.
Incluso si esa vida ya no existe, su huella sería revolucionaria para la ciencia. “Hallar vida en otros planetas, aunque sea extinta, sería un descubrimiento extraordinario”, añadió.
Un laboratorio vivo en plena actividad
El Poás sigue en constante cambio. Sus recientes erupciones obligaron a suspender nuevas expediciones, y la laguna que dio origen a las muestras incluso llegó a desaparecer por evaporación y drenaje. Aun así, los equipos planean regresar cuando el volcán se estabilice.
Paradójicamente, la clave para entender si Marte alguna vez albergó vida podría encontrarse no en un laboratorio espacial ni en los robots que recorren su superficie, sino en un cráter humeante del trópico costarricense. Allí, donde ningún animal podría sobrevivir, los microbios del Poás demuestran que la vida puede florecer incluso en los lugares más impensados.







