La riojana que sonríe en el WTA 125 de Tucumán: Jazmín Ortenzi, entre la revancha y el sueño del top 100
Ubicada en el puesto 217 del ranking mundial, Jazmín Ortenzi vive una semana inolvidable en el WTA 125 de Tucumán. Después de superar una dura lesión y volver al circuito con más madurez, la tenista de Chilecito ya está en los cuartos de final del torneo.
Jazmín Ortenzi está en cuartos de final del WTA 125. Prensa oficial/Butty Fotos.
Los domingos de su infancia en Chilecito tenían una rutina tan sagrada como familiar: despertarse a las siete, ir a jugar al tenis con los tíos y primos en la cancha de polvo de ladrillo que había construido su abuelo, y volver a casa para el asado. Aquella costumbre, más que un pasatiempo, fue la semilla de una pasión que hoy florece en el circuito profesional. Esa niña que a los ocho años empezó a entrenar con Julio Nicolás Morales es hoy una de las principales raquetas argentinas. A los 23 años, Jazmín Ortenzi disfruta un presente que combina madurez, plenitud y resultados. En el WTA 125 de Tucumán, la riojana se metió entre las ocho mejores y sigue demostrando que su regreso al alto nivel no fue casualidad, sino producto de una paciencia forjada en los años más difíciles de su carrera.
“Muy contenta, muy feliz. Este año fue muy bueno, con altibajos, pero hoy disfruto mucho más estar dentro de la cancha. Más allá de los resultados, lo importante es ese disfrute personal. Gane o pierda, me quedo con eso”, dice con una sonrisa.
El camino hasta aquí no fue lineal. Cuando era adolescente, su crecimiento deportivo se interrumpió por razones ajenas al talento. Alcanzó el circuito Sub-16, jugó Sudamericanos, la gira europea, los torneos COSAT y el Mundial juvenil, pero no pudo completar el proceso hasta Sub-18. La falta de recursos económicos la obligó a frenar y repensar su carrera. Sus entrenadores de entonces le recomendaron enfocarse en fortalecer su físico y su tenis antes de dar el salto al profesionalismo.
Aun así, su proyección fue meteórica. En 2019, con apenas 17 años, debutó con la Selección Argentina en la Billie Jean King Cup, en la Zona Américas I. Lo hizo en pareja con Carla Lucero, ante Chile, y se convirtió en una de las grandes promesas del tenis nacional.
Pero tres años más tarde, su cuerpo le impuso una pausa inesperada. Mientras jugaba la qualy de un torneo W60 en Europa, un revés terminó en dolor y diagnóstico incierto. Primero pensaron en una fisura, luego en una lesión menor. Pero el daño era más profundo: se había roto el fibrocartílago de la muñeca. Volvió a la Argentina, pasó por resonancias y rehabilitaciones que no daban respuestas claras, y terminó el año sin poder competir. Cuando ya tenía fecha de operación, decidió probar suerte. Entrenó, no sintió dolor y viajó a Brasil. Ganó. Siguió viajando, compitiendo, hasta que en Serbia el dolor volvió, más fuerte. Esta vez no hubo dudas: se operó en septiembre de 2022 y, tras una recuperación rápida, regresó en enero del año siguiente.
Su vuelta oficial fue en el W35 de Náutico Hacoaj, en Tigre, a comienzos de 2024. En ese momento ocupaba el puesto 764 del ranking. 12 meses después, tras dos títulos W15, una final W50, dos en W35 y una actuación destacada en la serie de Billie Jean King Cup ante Brasil (donde puso en aprietos a Beatriz Haddad Maia, la número 17 del mundo), se consolidó dentro de las 220 mejores jugadoras del planeta.
“Después de todo lo que pasé con la operación y los años parada, estar en esta posición me pone muy contenta. Hubo momentos en que no sabía si iba a poder volver. Hoy disfruto de cada partido, de cada punto. Esa es mi mayor victoria”, asegura.
El público tucumano también la adoptó. Su estilo aguerrido, la energía constante y esa sonrisa que no se apaga entre puntos la convirtieron en una de las favoritas del torneo. En los cuartos de final del WTA 125 de Tucumán, Ortenzi representa algo más que una jugadora en gran momento: es la prueba viva de que las caídas pueden transformarse en impulso.
Su historia está marcada por decisiones que la definieron. Como aquella vez, a los 12 años, cuando tuvo que elegir entre viajar a Mar del Plata a competir en atletismo por los Juegos Evita o disputar un torneo de tenis en Córdoba. Eligió el tenis. “Ese fue el punto de quiebre de mi vida”, recuerda. Desde entonces, su camino no volvió a desviarse.
Hoy, cada vez que sale a la cancha, siente que no lo hace sola. Su familia sigue los partidos desde Chilecito, a veces de madrugada, con los ojos puestos en las transmisiones por streaming. “Siempre me apoyan. Me mandan mensajes de suerte antes de los partidos. Mi mamá viajó siete horas en auto para venir a Tucumán, después de todo el año viéndome a la distancia. Eso me emociona mucho”, dijo.
A esta altura del torneo, Ortezi ya no mira el ranking con ansiedad. La palabra “disfrute” aparece más en su discurso que cualquier otra. “Obviamente, el sueño es entrar al top 100. Creo que es el gran objetivo. Pero si algo aprendí este año es que todo llega cuando tiene que llegar. Ya cumplí el sueño de jugar mi primer Grand Slam. Lo que venga, lo voy a vivir con la misma ilusión de siempre”.
Y mientras tanto, en alguna casa de Chilecito, el ritual de los domingos sigue igual que antes: alguien prepara el fuego, alguien acomoda las raquetas, y una niña corre a buscar una pelota para seguir el juego. El mismo que empezó todo.






