RELEVAMIENTOS. Las campañas realizadas en Casas Viejas permitieron identificar áreas con gran cantidad de estructuras arqueológicas de alto valor. fotos gentileza dirección de patrimonio
La historia y el paisaje conviven en un frágil equilibrio en los Valles Calchaquíes. Tomemos el ejemplo de Casas Viejas, espacio lindero con El Mollar. Vestigios conservados allí dan cuenta de culturas milenarias, de rituales, de modos de habitar y de concebir la vida en comunidad. Y como sucede en buena parte del Valle, ese patrimonio corre serio riesgo si no se establecen medidas claras de protección. En este escenario, un gesto singular abre una nueva etapa: las familias Terán y Chenaut decidieron donar al Estado más de 100 hectáreas de tierras con un doble propósito. Por un lado, preservar ese patrimonio arqueológico y constituir un área de reserva. Por otro, impulsar la creación de una unidad académica de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), que permita formar a los jóvenes de la región.
El arqueólogo Osvaldo Díaz, director de Patrimonio del Ente Cultural, detalla el proceso, la relevancia histórica de la zona y los proyectos que derivan de esta donación. “En diciembre de 2023 la cacica Nora Sequeira nos trajo un expediente pidiendo que se declarara patrimonio esa zona de Casas Viejas. Al mismo tiempo, se inició otro expediente en la Dirección de Derechos Humanos solicitando la protección del patrimonio arqueológico del lugar”, recuerda Díaz.
Ese pedido fue el punto de partida de un trabajo articulado. “Nos reunimos con el doctor Mario Racedo y avanzamos- explica Díaz-. Fuimos al campo, recorrimos el lugar, evaluamos su potencial y luego se firmó un convenio con el Centro de Estudios Históricos ‘Carlos Segreti’, de Córdoba, para realizar relevamientos que nos permitieran determinar qué áreas tienen valor patrimonial y dónde están los sitios a conservar”. Esa labor conjunta entre la Secretaría de Derechos Humanos y la Dirección de Patrimonio fue decisiva para darle a Casas Viejas un marco de protección formal.
A diferencia de otros sitios de los Valles, Casas Viejas todavía no sufrió una urbanización absoluta ni invasiva. “No hay barrios ni desarrollos de loteos como en Tafí o en El Mollar. Eso nos da una oportunidad única: la de observar, delimitar y proteger antes de que sea demasiado tarde”, sostiene Díaz. La donación de tierras se enmarca en esa perspectiva. Según el arqueólogo: “las familias Terán y Chenaut propusieron donar las tierras con dos condiciones: que se proteja la parte arqueológica generando un área de reserva y que se construya una unidad académica de la UNT en beneficio de los jóvenes del Valle. A su vez, plantearon que quienes ya habitan el lugar puedan escriturar sus viviendas”.
En detalle
Ese último punto es central, ya que en el área conviven comunidades originarias, familias locales y hasta turistas que se asentaron en la zona. La regularización dominial de sus hogares forma parte de la propuesta. “La primera donación contemplaba una franja de 33 hectáreas. Ahora se está sumando una segunda, lo que en total completaría unas 120 hectáreas”, precisa Díaz.
El trámite, sin embargo, no está cerrado. “La donación está en proceso porque el Estado todavía no la aceptó formalmente. Catastro ya hizo el relevamiento del área propuesta y de las zonas habitadas, y el expediente sigue su curso. Desde mi punto de vista, lo mejor es que esas tierras pasen al Estado, porque en los conflictos que suelen darse entre comunidades y privados es más fácil resolver demandas cuando la titularidad es pública”, reflexiona.
Por el terreno
El convenio con el Centro Segreti y la participación de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT permitieron avanzar en relevamientos fundamentales. “Durante dos años se hicieron campañas con estudiantes, se trabajó en el campo y también con drones. Eso nos permitió identificar áreas con gran cantidad de estructuras arqueológicas que corren peligro si no se les da un marco de protección. En la zona proliferan los restos cerámicos, líticos, óseos, estructuras de cultivo, habitaciones y enterratorios”, describe Díaz.
La riqueza cultural de Casas Viejas abarca un amplio arco temporal. “Sabemos que hay presencia de la cultura Tafí y posiblemente también de la Santa María. El registro podría abarcar desde antes de Cristo hasta el año 800 o 900, incluso hasta el 1000 y pico. Es un reservorio de enorme valor histórico”, enfatiza.
El proyecto no se limita a preservar el patrimonio. La idea es darle un uso social, cultural y educativo. “Se trata de una declaratoria de reserva arqueológica-patrimonial importante para la provincia. El objetivo es proteger, pero también permitir la investigación, el desarrollo de un centro de interpretación, un circuito turístico y, sobre todo, que sirva en lo educativo y cultural. Queremos que se convierta en un motor de promoción para toda la zona”, señala Díaz.
La propuesta de las familias donantes de construir una unidad académica de la UNT en el área se alinea con esa visión. “Es una oportunidad para que los jóvenes del Valle puedan formarse en su propio territorio, vinculados a su patrimonio y a su identidad”, subraya.
Un lugar especial
El interés arqueológico en Casas Viejas no es nuevo. Desde hace décadas se realizan excavaciones y estudios, algunos con resultados valiosos y otros con metodologías cuestionables. “Sabemos que hay mucho por descubrir y que el lugar tiene un potencial inmenso”, resume Díaz.
Uno de los sectores que ya fue declarado reserva arqueológica es el denominado “montículo ceremonial”. Allí se produjo un hallazgo extraordinario: el primer menhir descubierto en un contexto de excavación y entierro. “Apareció en excavaciones realizadas en la década del 50 por Alberto Rex González. Es el único encontrado en esas condiciones. En ese mismo montículo fueron halladas llamas sacrificadas y enterradas, lo que revela la importancia ritual del lugar”, subraya Díaz.
El montículo tiene dimensiones considerables -unos 30 metros de largo- y, según los especialistas, aún guarda entierros y evidencias de ceremonias. “Es un sitio clave para comprender la cosmovisión de las culturas que habitaron los Valles y para proyectar nuevas investigaciones arqueológicas”, afirma.
Cuenta Díaz que cuando se comprobó la instalación de dos torres de alta tensión en la zona del montículo se produjo una inmediata reacción. “Hablamos con EDET y se comprometieron a reubicarlas -destacó-. Nos explicaron que nadie los había advertido del tema y que no hay inconvenientes para que ese tendido pase por otro lugar. Desde el primer momento mostraron su buena voluntad para resolverlo”.
RIQUEZA. Hay presencia de la cultura Tafí y, tal vez, de la Santa María.
Hoy, con la donación en marcha y la declaratoria en curso, se abre una nueva etapa. “Lo fundamental es que no se repitan errores, que el patrimonio se preserve y que se convierta en un recurso de conocimiento, de identidad y también de desarrollo local -apunta el director de Patrimonio-. Casas Viejas tiene todo para ser un ejemplo de cómo se pueden articular el Estado, las comunidades, la universidad y los privados en beneficio de todos”. En ese sentido, sintetiza cuatro beneficios derivados de esta donación: regulariza la situación dominial de los habitantes, protege el patrimonio, aporta una nueva unidad académica de nivel universitario y abre la posibilidad de implementar otro proyecto, que es la construcción de un centro de interpretación unido a un circuito turístico.






