Ni manual, ni receta

Una mirada que acompaña.

Ni manual, ni receta
17 Agosto 2025

REFLEXIONES

LA VIDA MISMA

DOMINGO J. COLOMBRES

(Vleer – Tucumán)

Hay libros que se leen y se olvidan. Otros que se quedan cerca, como una conversación que no termina, como una taza de té tibia entre las manos en una tarde donde todo parece ir muy rápido. La vida misma, de Domingo Colombres, pertenece a ese segundo grupo. No es un manual, ni una receta de pasos a seguir, es más bien una invitación abierta y generosa a detenerse, mirar alrededor y mirar(se) adentro. Desde las primeras páginas Colombres plantea una premisa tan simple como poderosa: la vida se construye. No es un bloque cerrado ni un destino ya escrito, sino un proceso, un viaje. Como todo viaje verdadero requiere pausa, conciencia, entusiasmo; y también, sí una buena dosis de coraje. Pero lo mejor es que no estamos solos. El autor camina con nosotros, sin imponer ni señalar con el dedo, más bien con la delicadeza de quien ha vivido, comprendido y, ahora, quiere compartir.

Sostén amable

El libro se divide en cuatro partes perfectamente engranadas que funcionan como un mapa flexible. En la primera, se establece el sentido del trabajo, una declaración de principios que no promete soluciones mágicas, pero si claridad y dirección. La segunda parte se adentra en el terreno de la introspección y el análisis personal. No para juzgarse, sino para comprenderse y, a partir de ahí, saber desde donde se empieza a andar. Es, quizás, el momento más honesto del libro, donde cada lector puede reconocerse o, al menos, comenzar a hacerlo. La tercera parte profundiza, desmonta y vuelve a armar lo que se viene gestando en las páginas anteriores. No hay moralejas ni frases hechas, sino una mirada honesta que acompaña. Colombres no empuja, no parece ser esa su intención. Muestra, señala, ofrece una linterna. El tramo final del libro ofrece una mirada más amplia, una especie de cierre que no clausura nada, sino que abre. Se trata de mirar en conjunto lo recorrido y comenzar a sentir -o al menos intuir- que ese nuevo rumbo es posible.

Uno de los grandes aciertos del libro es ese tono cercano, sincero, sin grandilocuencias. No hay un afán por convencer ni por moldear al lector. Hay, si, una compañía genuina, un sostén amable que se agradece profundamente. La “vida misma” parece decirnos: “estás a tiempo”, “aún se puede”, “el mejor momento para empezar es ahora”. En tiempos donde muchas veces se nos exige inmediatez y respuestas contundentes este mensaje es un alivio. Es un libro ideal para quienes sienten que están en un punto de inflexión, quienes comienzan o cierran etapas, quienes dudan o simplemente sienten que algo falta aunque no puedan decir qué.

El viaje

La vida misma es caricia, palmada en la espalda y también un espejo limpio. Nos ayuda a ver las oportunidades escondidas, incluso en los errores, haciendo hincapié en aquellas habilidades blandas tan inherentes al ser y sin embargo la mayoría de las veces desatendidas. Nos recuerda que estar vivos no es un dato menor, que hay que poner energía, sí, pero que vale la pena. Porque lo maravilloso del viaje —y esto el libro lo repite con ternura— es el viaje mismo.

Domingo Colombres ha escrito un libro necesario, generoso, actual y verdadero. Nos invita a recorrer el camino que culmina como toda buena reunión entre amigos: con un brindis. Gesto, casi metafísico, que no celebra tan sólo una llegada, sino el haber estado juntos, resignifica este instante suspendido entre la palabra y el silencio y vuelve a recordarnos que nunca es tarde para empezar, para agradecer, para construir. Porque, al fin y al cabo, la vida no es otra cosa que eso: la vida misma.

© LA GACETA

Frido Nuñez

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